Los estrenos en los cines: ‘Libertad’, de Clara Roquet


Por Don Quiterio

  En una suerte de cruce entre ‘Cría cuervos’, del cineasta oscense Carlos Saura, y ‘Las niñas’, de la zaragozana Pilar Palomero, la barcelonesa Clara Roquet ha debutado…

…en la dirección de largometrajes de ficción en 2021 con ‘Libertad’, después de trabajar como guionista al servicio de realizadores como Carlos Marqués-Marcet (’10.000 km’, ‘Los días que vendrán’), Jaime Rosales (‘Petra’) o Ventura Durall (‘La ofrenda’), y dirigir el episodio ‘Juicio a una zorra’, del filme colectivo ‘Escenario 0’ (en colaboración con Marcel Borrás, Nao Albet, Lino Escalera, Marqués-Marcet, Carla Simón, Pablo Messiez y Diego Postigo), o los cortos ‘Les bones nenes’ y ‘El adiós’, este último inspirador de esta ópera prima, en el que contaba los sueños y renuncias de una empleada de hogar tras el fallecimiento de la anciana a la que cuidaba.

  Este es el punto de partida de ‘Libertad’, la historia de una adolescente que en un verano en la playa va descubriendo con decepción el mundo de los adultos, a la manera de ‘Pauline en la playa’, de Eric Rohmer, para una película sutil, elegante, discreta, sin dar lecciones, que nos habla de la iniciación, la amistad entre diferentes, la inmigración, las diferencias sociales, la crisis del matrimonio, el drama de la enfermedad del alzhéimer…

  Si el Saura de ‘Cría cuervos’ (1975) retrataba el mundo de una niña y el choque de su mirada primigenia con la de los mayores, que la envuelve en el interior de la gran casa solariega en la que también habitan los fantasmas, y la Palomero de ‘Las niñas’ (2020) entraba con sigilo en la intimidad de una chica que mira a un mundo nuevo y por descubrir, una protagonista que está dejando de ser niña y empieza a conocerse a sí misma, ahora Clara Roquet cuenta la historia de una adolescente en la luminosa costa catalana y en el majestuoso chalet familiar de veraneo, una especie de espía secreta de los intentos desesperados de su madre para reconciliarse con su abuela, enferma de alzhéimer, y de la llegada de la rebelde, desenvuelta y magnética hija de la sirvienta colombiana –siempre entre las cortinas de los ventanales que limpia-, de nombre Libertad, la que podría ser su nueva amiga si no las separase el abismo de la diferencia de clase, y con la que tiene un impacto inmediato, súbito, una suerte de femenino enamoramiento juvenil. Porque la una activa en la otra un remolino de emociones entre la fascinación y el deseo.

  Las diferencias sociales, esto es, desde el punto de vista de una muchacha que aprende a discernir entre el clasismo y la discriminación durante las vacaciones de verano. En ese entorno turbio, opresivo, la aparición de la chica latinoamericana constituirá un revulsivo para ella y será el detonante de toda una serie de conflictos morales a su alrededor. Un estío donde los sentimientos iluminan la existencia de sus protagonistas, las perfuma y enriquece. Un verano cuyo campo son las rocas de una recóndita cala, bajo el cielo protector, azul como el mar, frente a la noche, antes de la irrupción del sueño.

  Para rodar ‘Libertad’, Roquet se adentró en el universo sufridor de las mujeres inmigrantes de países latinoamericanos que “viven en Cataluña y han dejado a sus hijos y a sus madres para cuidar a los hijos y las madres de otros”. Este modesto pero delicado filme tiene dos columnas vertebrales que se entrecruzan, como los relatos de Carlos Saura y Pilar Palomero: la conciencia de clase y las relaciones maternofiliales. Y todo ello en una historia de descubrimientos y mirada esencialmente desde los ojos de las dos adolescentes protagonistas. Se trata, en efecto, de un tiempo en el que dos chicas parecen dispuestas a descubrir los secretos de la vida y el amor, con el corazón en desorden y la carne desmoronándose.

  Son muchas las capas que contiene este relato perfectamente trenzado, desde las desigualdades sociales, que separan irremediablemente y actúan como elemente catalizador de toda la historia, hasta la amistad adolescente y el ansia juvenil por descubrir el mundo. La historia es sugerente, está bien armada de tranquilidad e inquietud en la imagen, sin excesiva inclinación por el subrayado, y relucen inspiraciones en la obra de Víctor Erice, con esas conversaciones infantiles entre lo prohibido y lo metafórico, a la manera de ‘El espíritu de la colmena’.

  Roquet bebe igualmente de las fuentes de las cineastas argentinas Lucrecia Martel (‘La ciénaga’) y Victoria Galardi (‘Pensé que iba a haber fiesta’), la brasileña Anna Muylaert (‘Una segunda madre’), las francesas Mia Hansen-Love (‘Primer amor’) y Céline Sciamma (‘Girlhood’), la italiana Alice Rohrwacher (‘Corpo celeste’) o las españolas Mar Coll (‘Tres días con la familia’), Carla Simón (‘Verano 1993’) y Lucía Alemany (‘La inocencia’). Sin alzar la voz ni frivolizar, sin caer en el tremendismo ni en una idealización hipócrita, Roquet entra en el juego de soterradas tensiones entre amos y sirvientes, primer y tercer mundo, madres e hijas. Y habla del sentimiento de abandono, de la superioridad de clase como coraza protectora o del racismo siempre latente, escondido, con una atención al detalle digna de admiración.

  La cineasta intenta dar respuesta a la naturaleza de los vínculos familiares y a la autenticidad con que se configuran, y para ello se centra en las relaciones entre los cuidadores y aquellos a quienes cuidan. Con sumo tacto y un estilo naturalista nada impostado, Roquet bucea en las vicisitudes que vive cierta aristocracia conservadora catalana, repleta de dobleces y cobardías cotidianas. Y se adentra de manera sensible en los conflictos emocionales de sus personajes. Y crea una potente y delicada atmósfera expresiva, para lo que cuenta con una medida banda sonora a cargo de Paul Tyan y una matizada fotografía de Gris Jordana, con ese color azul predominante (cielo, mar, piscina, vestimenta) como punto de fuga de las imágenes.

  Las protagonistas de este estimulante filme aspiran a la libertad de escapar de las prisiones, de las hipocresías, de la memoria tóxica que asfixia la amistad y la maternidad. Esa libertad tiene que ver también con la dignidad, con la responsabilidad social, con la ruptura de los prejuicios, con la necesidad de empatizar con el otro. La libertad, al fin y al cabo, es una conquista que pasa por pequeños y sutiles actos independientes, autónomos, elegidos.

  El resultado es un retrato sensible del vuelo de la mujer, sus desafíos y sus edades (hija, madre, abuela), donde la línea fronteriza entre realidad y ficción se difumina. Estamos, a fin de cuentas, ante un transparente e incómodo jardín de las delicias como fresco de la burguesía acomodada en decadencia. Que se lo pregunten, maldita sea, a Carlos Saura y Pilar Palomero. O a Pilar Palomero y Carlos Saura. Y que digan algo.

Año de producción: 2021. Nacionalidad: España y Bélgica. Dirección: Clara Roquet. Guion: Clara Roquet. Fotografía: Gris Jordana (color). Música: Paul Tyan. Intérpretes: María Morera Colomer, Nicolle García, Nora Navas, Vicky Peña, David Selvas, Carol Hurtado. Duración: 104 minutos.

Artículos relacionados :