Por Don Quiterio
Los premios Simón del cine aragonés 2021 se celebraron por primera vez fuera de la ciudad inmortal. El evento se iba a celebrar en el parque de San Macario, en Andorra.
A la hora señalada, un chaparrón como dios manda anegó el escenario y hubo que improvisar. Todo el mundo, a la carrera, se trasladó al salón de actos de la casa de la cultura en esa localidad del secano turolense. Y el cambio, por imperativos climatológicos,…
…provocó el consiguiente retraso en una gala presentada por la actriz Ana Roche. Del desierto al chaparrón.
La gran triunfadora fue ‘Las niñas’, debut en el largometraje de ficción de la zaragozana Pilar Palomero, que consiguió los premios al mejor largo, a la mejor dirección, a la mejor actriz (Andrea Fandos), al mejor guion (la propia Palomero), al mejor vestuario (Arantxa Ezquerro) y a la mejor banda sonora original (Carlos Naya). Es una suerte de viaje a la pubertad de una niña de once años como reflejo de las contradicciones del paso a la edad adulta, un drama con algún destello humorístico ambientado en 1992, en la España de la expo de Sevilla y de las olimpiadas en Barcelona. La protagonista interpreta a una alumna de un colegio de monjas de Zaragoza que vive con su madre soltera. Un tiempo en el que España, en efecto, entraba en un permanente estado de euforia y, sin embargo, las cosas, las de verdad, eran muy diferentes. Así, la realizadora plantea una reflexión de la sociedad en general en su interés por analizar las consecuencias del paso del tiempo en particular, como ya reflejara en su corto ‘Horta’. En la pequeña pantalla, sin ir más lejos, se veía una realidad mitificada y las monjas en la escuela mantenían a las niñas de entonces en otra mucho más agria, más gris. Del desierto al chaparrón. O al revés. La España, esto es, extrañamente mitificada y contradictoria de un tiempo donde en el colegio se hablaba de pecado y de culpa. Cuando al centro llega una chica catalana nueva, como un rayo de luz en medio del laberinto, empujará a la protagonista hacia una nueva etapa en su vida, la adolescencia, lo que dará lugar a replantearse el mundo en el que siempre ha vivido.
‘Las niñas’, pues, habla de cómo se educaba a las mujeres en una época determinada. Porque el filme se centra en la educación que recibieron muchas de las mujeres de hoy en aquel momento, pero no solo la impartida en las aulas, sino, también, en el ámbito familiar, ya que cargaron con las mochilas de la educación que recibieron de sus padres, con la diferenciación inclusive entre niños y niñas. Ellos, a la izquierda; ellas, a la derecha. Somos, en realidad, consecuencia de una educación recibida. Porque lo que cuenta es cómo el mito se enreda con cada uno de los enigmas que lo configuran a una edad en la que todo es misterio. Pilar Palomero es consciente de todo lo que esconde la naturalidad y precisión de una simple mirada que por fuera escapa a los rigores de la puesta en escena. Y, por ello, hace descansar a toda la película en el gesto ausente de la joven protagonista.
Otro de los triunfadores de la noche fue el granadino Germán Roda, que consiguió la estatuilla por ‘Marcelino, el mejor payaso del mundo’, documental que también se llevó el premio a la mejor fotografía (Daniel Vergara) y al mejor montaje (el propio Roda). Habla del payaso jacetano Marcelino Orbés –que interpreta Pepe Viyuela, según el libro homónimo del periodista Mariano García Cantarero-, un artista de la pista que llega a lo más alto en el Hippodrome de Londres y de Nueva York a principios del siglo veinte, y acaba pegándose un tiro un cinco de noviembre de 1927 en el hotel Mansfield de Manhattan, cuando ya había conocido la fama. No supo adaptarse a los nuevos tiempos, marcados por la incipiente industria del cine y acabó sus días solo y arruinado. En su entierro, unos cuantos payasos que lo apreciaban, como Charles Chaplin (algo contó en ‘Candilejas’), le llevaron flores para desearlo lo mejor en la otra vida. Su muerte fue portada en ‘The New York Times’ y el ‘Washington Post’. El ‘Heraldo de Aragón’, por ejemplo, ni sabía quién era.
La academia del cine aragonés también distinguió a Ignacio Estaregui por su cortometraje ‘En racha’, que también obtuvo las estatuillas a la mejor interpretación (Saúl Blasco) y a los mejores efectos especiales (Juan Remacha, Paul Lacruz y Javier Toledo). La mejor dirección artística recayó en Cristina Vilches, Paloma Canónica y Alicia Bayona por ‘Souvenir’. El mejor sonido fue a parar a José Manuel Herráiz por ‘Nebra, el triunfo de la música’. Y Ana Esteban fue galardonada a la mejor dirección de producción en ‘La mujer que soñaba con números’, trabajo que consiguió igualmente el mejor maquillaje y peluquería (Esperanza López y Yolanda Real).
‘Otra forma de caminar’ obtuvo la estatuilla a la mejor obra por su contribución social. Se trata de un cortometraje documental sobre la discapacidad física e intelectual con el hilo conductor –sin ser el protagonista- de Josan Rodríguez Zamora, que perdió la visión y ambas piernas en el atropello en Huesca a la salida de la discoteca Manhattan, en 2007. A partir de un texto de este (del libro ‘El equilibrista’, donde relata cómo se quedó ciego y en silla de ruedas), la pieza aborda el tema de la integración para visibilizar y normalizar la situación de estas personas, en una historia que sorprende por sus mensajes de optimismo y de exaltación de la vida. Un documento dirigido por la oscense Laura Torrijos Bescós que pretende ayudar a darnos cuenta lo que a simple vista no vemos, y refleja los sueños y proyectos de las personas con diferentes discapacidades, ya sean auditivas, intelectuales o de movilidad.
La joven realizadora aragonesa siempre ha pensado que el cine es un gran vehículo para denunciar injusticias y para dar visibilidad a los problemas de la vida real. Con este audiovisual, Laura Torrijos Bescós ha pretendido, lo dijo en la gala, “que los espectadores reflexionen y eliminen sus prejuicios a la hora de juzgar a las personas por lo que, en teoría, son capaces o no de hacer, porque, en el fondo, todos tenemos discapacidades para hacer determinadas cosas”. La polifacética realizadora, en efecto, pretende dar una visión poliédrica de diversas discapacidades (síndrome de Down, parálisis cerebral…), más allá de formular un mero relato de superación personal. Los complejos y miedos de mucha gente que con capacidades diferentes también saben echar sonrisas vitales son los protagonistas de este premiado trabajo sobre el amor y la esperanza, el valor y la alegría. El aprendizaje, a fin de cuentas.
Como broche, el realizador y actor zaragozano de cine amateur Pedro Aguaviva recibió el Simón honorífico a toda su carrera, aunque no pudo acudir por problemas de salud. Cuando de joven obtiene el carné de operador, Aguaviva empieza a trabajar como proyeccionista en Zaragoza en los cines Dux, Pax y Mola. En 1971 deja de proyectar cine y se adentra en el campo de la técnica electrónica, convirtiéndose en un activo realizador de cine independiente, en trabajos documentales (con temáticas que van desde la presencia de los templarios en la Corona de Aragón, el prerrománico asturiano, la arqueología ferroviaria o la investigación de sucesos históricos) y ficciones marcadas por su peculiar humor negro. Ha sido miembro del cineclub Saracosta, en 1976, y del Gandaya, en 1978. También coordinador de la revista ‘Secuencias’, componente de la tertulia Perdiguer y miembro activo del grupo Sefilma (allá por 1989).
Como curiosidad -la que mató al gato-, Pedro Aguaviva y el arriba firmante interpretaron, junto a Teresa Cosculluela y Pedro del Campo, el primer porno de la historia del cine amateur zaragozano. El cortometraje, de título ‘Un triángulo de cuatro lados’, fue dirigido por Javier Peña en los alrededores del secano territorio de La Muela. Del desierto al chaparrón.