El patrullero de la filmo: Austria y su vanguardia


Por Don Quiterio

Oficialmente, el primer experimento cinematográfico de vanguardia parece ser ‘Drama en el cabaret futurista’, del ruso V. P. Kasianov.

A partir de 1921, las experiencias de Hans Richter, René Clair, Viking Eggeling, Henry Chomette, Marcel L’Herbier, Claude Autant-Lara, Jean Grémillon, Man Ray, Eugène Deslaw, Oskar Fischinger, Fernand Léger, Walter Rüttmann, Joris Ivens, Germaine Dulac, Alberto Cavalcanti o Luis Buñuel confluyen en la búsqueda de un cine puro, liberado de todos los elementos que le son impersonales, buscando su verdadera esencia en el conocimiento del movimiento y de los valores visuales.


Con el paso del mudo al sonoro y el desarrollo subsiguiente de la industria cinematográfica, los experimentos de vanguardia desaparecen en gran parte, aunque algunas tendencias son resucitadas por el movimiento “underground” norteamericano (Brackhage, Markopoulos, Warhol) o por ciertos especialistas del cine de animación (McLaren, Borowczyk). Poco a poco, el cine experimental parece orientarse hacia la resolución de ciertos problemas de estilo y de lenguaje, en expresiones que arrancan desde la “cámara estilo” de Alexandre Astruc y las diferentes tentativas de Jean-Luc Godard, Jacques Rivette o Jean-Marie Straub hasta convertirse en un género en sí mismo hasta finales del siglo XX y principios del XXI. Ahora, la filmoteca de Zaragoza, con la colaboración de María Teresa Rocha y Günter Schwaiger, completa un ciclo de cine experimental austriaco desde 1952 hasta 2010.

El cine experimental pretende hallar un medio de expresión puramente fílmico provocando reacciones psicológicas en la mente por intermedio del ojo y pone en conexión una serie de hechos reales, no como medio de exponer una narración, sino como una forma rítmica, desde un punto de vista subjetivo. Este ciclo de cine experimental austriaco cubre desde trabajos formalistas y estructuralistas hasta la generación de autores contemporáneos, sin olvidar el filón radical de trabajos producidos por artistas del terreno de la “perfomance”, para un conjunto de piezas cortas que también versan sobre arquitectura, tráilers para festivales de cine y publicidad televisiva, donde la música cobra una especial relevancia.

Esta selección de obras audiovisuales combina una ecléctica gama de formas artísticas y ha inspirado corrientes filosóficas y arquitectónicas, y ha representado desde mediados del siglo XX una aventura creadora y visionaria. “Lo que se ha llamado cine experimental”, observa agudamente el estudioso Juan Bufill, “es simplemente cine, tanto como el cine narrativo que no precisa este adjetivo porque se ha adueñado del sustantivo cine. Y es cine como el cine documental que ya precisa adjetivo. El cine que se ha llamado experimental es un cine libre de convenciones populares, comerciales y narrativas, propenso a la musicalidad visual, a un cierto grado de abstracción, a la exploración, el descubrimiento e incluso la revelación y la experiencia visionaria. Es un cine abierto a la realidad, capaz de componer visiones específicamente cinematográficas de ella”.

La lista de estos cineastas austriacos de vanguardia es amplia. A saber: Mara Mattuschka, Sabine Hiebler, Gerhard Ertl, Ernst Schmidt júnior, Josef Dabernig, Albert Sackl, Martin Arnold, Carola Dertnig, Hans Scheugl, Peter Tscherkassky, Thomas Korschil, Moucle Blackout, Peter Kubelka, Karoe Goldt, Siegfried Fruhauf, Thomas Draschan, Gerhard Ertl, Gustav Deutsch, Lote Schreiber, Dietmar Offenhuber, Axel Corti, Sasha Pirker, Anna Rautgasser, Marc Adrian, Tina Frank, Michaela Schwentner, Michael Palm, Darius Kowalski, Dietmar Brehm, Lisl Ponger, Kurt Kren, Johann Lurf, Norbert Pfaffenbichler, Linda Christanell…

Unos realizadores, además, que se sirven de materiales de archivo, que reinterpretan documentales, que exploran caminos estructurales, que alteran lo cotidiano para crear motivos visuales irónicos, abstractos y animados, que revisitan el cine clásico para reinventarlo, que cuentan historias de refugiados e inmigrantes ilegales, que exploran diferentes aspectos de la arena política, que exploran los principios del deseo sexual o que desmantelan, en última instancia, los modelos de la familia tradicional.

Un ciclo francamente estimulante, que cualquier entusiasta de la obra de Buñuel (y de Godard, y de Rivette) no debería perderse, pues nos abre nuevos campos y nos invita a explorar desconocidos universos, y descubrimos, en su plenitud, verdaderas joyas de la experimentación cinematográfica austriaca, en la tradición, muchas veces, de los clásicos del género apuntados al principio. E, incluso, del principio de los principios, cuando sus primeras manifestaciones suceden hacia 1908 gracias a Ricciotto Canudo, fundador del club del séptimo arte, quien reúne en un local de la Chansée d’Antin a Picasso, a Ravel, a Cendrars, a Stravinsky, a Léger, a Apollinaire. Tres años después, Carlo Ludovico Bragaglia publica ‘Foto dinámica futurista’, al que sigue, en 1916, su filme ‘Perfido incanto’.

Algunos de estos títulos programados en la filmoteca de Zaragoza sí que hubiesen gustado a Luis Buñuel, muchos de ellos de un surrealismo bien entendido. Para el calandino, además, “el cine experimental escapa a definiciones precisas y sus muchas ramificaciones se pierden en todos los géneros imaginables”. Una auténtica gozada.

Artículos relacionados :