Magos y estrellas / José Joaquín Beeme


Por José Joaquín Beeme
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Los autómatas de la colección Borromeo, que proceden de talleres franco-alemanes, fijaron su residencia en Italia el mismo año que yo, 2002, y en el mismo pueblo, Angera, sólo que ellos en el castillo y yo en una casa de pescadores.

 Relojería, circo, teatro, magia, con su poco de sortilegio y prestigio de vida mecánica. Alumno de Méliès, como todos los que andamos en trucos de cine, y el documental no es excepción (toda realidad es realidad teatralizada), he visto con deleite y encandilamiento infantiles la película que Scorsese ha dedicado al genio de Montparnasse. La invención de Hugo Cabret tiene todo para lisonjear mi cinefilia: una bien escrita historia de aires dickensianos, un viaje de absoluta complicidad a las fuentes del cine, varias tramas de amor sin edad, la reconstrucción de un homúnculo, un vampírico bibliotecario y hasta un cuaderno de dibujos leonardescos. El pequeño Martin no cesa de fabricar prodigios que son, todos, un continuo citacionismo cinematográfico, sea de géneros que de autores, de momentos estelares o de cinematografías por las que conviene, una y otra vez, viajar a ojos llenos. El mismo objeto de su homenaje tampoco deja de sorprender, pues cada tanto aparece algún metraje perdido del mago de la Star. Las Jornadas de Cine Mudo de Pordenone, en Friuli, presentaban recientemente su Robinson a colores, donde el propio director volvía, gracias a la Cinémathèque Française, a meterse en la piel del náufrago después de más de un siglo durmiendo en algún oscuro estante. Y sus herederos, paradoja en quien conoció ruina y postergación, viven de su memoria en todos los sentidos, como prueba estos días el festival de cine de Coruña, donde bisnieta y tataranieto cargan con piano y rol de explicador a pie de pantalla. Si Orson Welles rendía tributo en Fraude a la maravillosa falsedad del arte, compareciendo como prestidigitador de larga tradición, Martin Scorsese la eleva a rango enciclopédico, digna de estudio y arrobamiento, escandida de hitos por los que hemos ido caminando hasta configurar el mejor imaginario de la contemporaneidad, ininteligible sin la participación de estos dueños del birlibirloque.

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