El móvil se adueñó del bar.


Por Jorge Álvarez
https://www.facebook.com/elviejoabejorro

     Yo, le confieso, no puedo pasar un día de mi vida sin ir al café del que soy habitué.

    El sabor y el olor me embriagan de placer porque en realidad el café es un postre para mí. Y es además el momento para levantar la vista y ver, sin ánimo de ser un fisgón, a los otros parroquianos que están sentados a las mesas.

     De cada diez personas nueve están con el teléfono móvil en sus manos leyendo, respondiendo mensajes de correo, incursionando en su Facebook o en los ajenos con una pizca de morbo. Otros usando X, el nuevo Twitter. Y ni le digo de los que se sonríen o sueltan una carcajada al ver un vídeo que les llegó por el WhattsApp. No importa si están acompañados porque él o ella ¡también están usando el teléfono móvil!

     El diálogo se circunscribe a pedir el café, a agradecer al mozo al momento de servirlo y a llamarlo, un rato más tarde, para pagar la cuenta. Nadie se desconcentra ni por un minuto de su móvil, salvo que tenga que preguntar la contraseña de internet o que tenga que saludar a un conocido. Cero diálogo.

    Autómatas a los que el dedo índice les cobra vida sobre el teclado. ¿Se acuerda cuando la gente se reunía a charlar en el café? ¿O cuando era el lugar de encuentro del grupo de amigos? Recuerdo que había mesas de especialistas en fútbol; en describir las curvas de las mujeres que estaban o de las que llegaban; los que filosofaban sobre tal o cual político y la de los críticos de cine por citar a algunos. Se podía cambiar de mesa, incluso. Y hasta conozco quienes se pusieron de novios en ese lugar. Hoy eso quedó en el recuerdo.

     Pienso que los propietarios deberían adoptar las mismas medidas que los bancos: prohibir el uso del teléfono en sus negocios. De esa manera usted se interesaría en cómo fue el día de su pareja, si su hijo está al borde de quedar fuera del instituto por su conducta, si le cortaron la luz a su suegra o si el que está sentado con la nena es el novio.

    Y no es poco ¿no le parece? Hasta que podamos recuperar el ambiente que otrora tenían los cafés le deseo que usted y familia terminen bien este año y renueven las esperanzas de que el venidero llegará cargado de más certezas que dudas, con menos problemas y más salud y  prosperidad porque es lo que nos merecemos quienes anhelamos un mañana mejor. No se olvide, eso sí, que yo y el resto del Staff de El Pollo Urbano le estaremos esperando aquí.

Artículos relacionados :