Concierto en sol menor / PacoBailo


Por Paco Bailo

Que al mirarte al espejo te parezcas a ti.
No confundas la cuerda que salva con la que ata.
No te detengas donde no vayas a crecer.
Antes de irte de un lugar, recuerda
que existen toda clase de caminos,
menos los de regreso.
Benjamín Prado, 2023

      Con el permiso de Mozart, Brahms y tantos otros podría decir que la tarde se ha comportado…

…como un concierto clásico: a un primer tiempo, allegro vivace, en el que rayos y truenos han tenido un más que notable protagonismo, ha seguido una suave llovizna, lento ritardando, que tras una veintena de compases ha ido disolviendo sutilmente las nubes entre las que in crescendo la luz del atardecer ha dado paso al finale con un suntuoso ocaso adornado de piar de aves e improvisación de ladridos.

    Tanto la tierra y el asfalto como un servidor, que ha salido descalzo al balcón tras el primer tintineo en los cristales, hemos agradecido este recital inesperado pues la sequía empezaba a hacer estragos tanto en la flora como en los ánimos, no de otro modo entiendo resultados como los de las últimas elecciones, amén de otros variados indicadores. La sequía no deja de ser un silencio tan incómodo como perturbador y agorero.

    Escribo estas líneas recién inaugurado el verano que nos ha sorprendido con varios chaparrones y aguaceros inusitados que en agosto añoraremos con cerveza, nostalgia y abanicos, y a pocos días de la implosión de un batiscafo en el que unos aventureros millonarios han desaparecido tras invertir miles de dólares en la insultante hazaña, de la zozobra de una embarcación frente a Canarias con al menos treinta desaparecidos y del hundimiento de un barco en cuyas bodegas, por pagar menos de mil euros, se encontraban unos trescientos pakistaníes del que hay unos quinientos desaparecidos. Ni una mujer ni un niño se han salvado.

    Cinco, sesenta, setecientos cincuenta; mil euros, doscientos cincuenta mil dólares, 24 del 6 del 22 en Melilla, un año cumplido de la marabunta de marionetas armadas marlaskianas y su molicie, … Números.

    El número es un concepto abstracto que usamos para contar, medir, etiquetar. Naturales, enteros, fraccionarios, racionales, reales, imaginarios, complejos, primos… demasiada inconcreción para estos tiempos de vivir el momento, buscar y en nada olvidar en la pantallita la respuesta rápida y “los de aquí primero” como si en el azar del nacer nos hubieran dado la opción de escoger un “aquí” o un “allá”.

    Empezamos a contar con los dedos hace más de treinta mil años para saber si perdíamos una oveja del rebaño o escapaba alguna gallina del redil y trescientos siglos después más parecemos un rebaño que sigue levantando rediles mientras usa sus dedos para pulsar el “like” a cualquier meme o memez y que algún narciso, sin Némesis que lo sancione ni desolada ninfa que le haga eco, se enorgullezca de esas hueras victorias, qué pérdida de tiempo.

     Estas lluvias, obedientes a su ciclo, caídas tras enredar y juguetear por las nubes a las que llegaron evaporándose del Mediterráneo o del Atlántico tal vez abrazaron esos cuerpos ahogados, tal vez acogieron el último viaje de esas mujeres, hombres y niños que lo habían apostado todo por una vida con menos  conflictos, sin extorsiones ni fríos; tal vez mojen y despeinen también en sus países a las madres y compañeras que se niegan a aceptar que no aparezca otro wasap, un simple “hemos llegado bien, un beso”, preámbulo de que ya hay un curro, un piso compartido en alquiler o unos papeles legales. Esos chaparrones que han roto el silencio esconden otros silencios, algunos ya totales y eternos.

    Con el permiso de esos grandes compositores clásicos arrojo hacia este ocaso violáceo exultante de aromas a hierba y a tierra mojada un réquiem junto a  mi impotencia ante los números y las fórmulas con los que las noticias me golpean con más fuerza que las rachas de lluvia y entre el de Mozart, el de Verdi o el de Brahms, entre el kyrie y el dies irae, recordaré mientras pueda esos sueños rotos y maldeciré a quienes ponen su afán, su antipatía y sus recursos en impedirlos, ya sea con euros, normas, dólares, concertinas o votos.

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