Por Manuel Medrano
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Estaba yo viendo en un programa de televisión un debate, mayormente con tertulianos de la derecha política, y hubo una disputa muy interesante entre los de ese sector ideológico.
Un economista, catedrático universitario, avanzaba que en la próxima legislatura necesariamente deberían recortarse salarios públicos (que arrastran a los privados después) y pensiones. Este trabajador público, además, se quejaba de que esto no podía seguir así, que los beneficios de sus acciones en bolsa habían disminuido y los márgenes de beneficio de sus contratos públicos (tiene empresas) habían menguado. ¡Menudo discurso! Generó una contundente respuesta de otro contertulio de la derecha, quien le dijo que era inmoral proponer lo que este docente-empresario-lobista había dicho, y que antes había que recortar en cargos públicos e instituciones sobrantes, asesores y chiringuitos, dejando en paz salarios y pensiones.
La opinión de este economista succionador de lo público la he oído en otros lugares, incluyendo algunos políticos que, a veces, sostienen que esos recortes serán inevitables.
Para mí, el discurso del “recortador” es, sencillamente, criminal. Estamos casi en campaña electoral, ¿y pretendes decirme que me vas a joder a mí y a la mayoría de ciudadanos pudiendo no hacerlo? Claro que igual tus beneficios empresariales dependen de contratos públicos con chiringuitos, que ahí entran también muchos montajes con aspecto de respetables que no son sino desviadores masivos del dinero de todos hacia manos privadas.
Pienso también que, tan criminal como este comportamiento, es el de los nuevos sacerdotes de la diosa Fortuna, que prometen de todo a todos como si el dinero surgiera de un cuerno de la abundancia de recursos ilimitados. En este mundo nada, salvo la estupidez, es ilimitado.
En realidad, los discursos criminales son fruto del cretinismo de unos cuantos políticos, empresarios, funcionarios, asalariados, autónomos y otros, que quieren que el mundo sea como les conviene a ellos y su rebaño, generando auténticos desastres cuando se aplican sus recetas mágicas. La gran masa del común de las gentes no los ven venir, y padecen las graves consecuencias.
Ya hemos tenido la Peste, tenemos la Guerra, también un volumen cada vez mayor, y preocupantemente creciente, de ciudadanos, están al borde del Hambre. ¿Cuándo llegará el jinete apocalíptico de la Gloria? Como se pregunte esto ahora en España, en plena precampaña electoral, van a levantar la mano un montón de candidatos.
Yo me limito a dar tres recomendaciones: 1) No toques ni salarios ni pensiones. 2) Como decía un expresidente de Aragón: “Hay que trabajar más. Que es bueno, que es bueeeno”. 3) Poner en duda, sistemáticamente, la actual aplicación de los adjetivos “excelencia”, “talento” y “liderazgo”. La meritocracia real, estricta e inflexible, es una quimera en occidente, cuando no una bufonada. Sin embargo en China, ahora mismo, es otra cosa muy diferente, y por ello el país está teniendo un despegue imparable. ¿Y nosotros, cómo lo llevamos?