Las Metamorfosis / Tonnino Piazzola


Por Tonnino Piazzola

    Desde hace algún tiempo vengo observando, en el planeta Plutón , un fenómeno que, según imagino, debe de tener desconcertados a los científicos que estudian las características y el comportamiento de…

…sus habitantes, desde los organismos unicelulares hasta los más complejos resultados de la evolución que (por ahora) somos usted y yo sin ir más lejos, querido lector.

    De todos es sabido que ciertos animales experimentan a lo largo de su existencia cambios sustanciales en su organismo. Desde el renacuajo a la rana y desde el llamado gusano de seda (aunque en realidad es una oruga) al capullo (y perdón por señalar) que se conoce como crisálida y, finalmente, a la mariposa. A los científicos, aunque son de Ciencias como su nombre indica, les gusta el idioma griego, así que llamaron Metamorfosis a esos cambios, pero no he encontrado, ni siquiera en la Wikipedia, donde hay de todo, referencias a ningún mamífero superior que sufra ese proceso. Y sin embargo existen, que los he visto yo.

   Mamíferos… o, más bien, mamíferas. Porque son casi siempre ejemplares del sexo femenino que, al menos en apariencia, pertenecen a la especie Pluto Sapiens. Digamos de paso que esa apariencia es a menudo sumamente agradable para la vista y para el resto de los sentidos de los plutonianos. Y que, a diferencia de los casos estudiados hasta la fecha, no sufren esa metamorfosis una sola vez en la vida sino que cambian de aspecto cada cierto tiempo, desde la pubertad hasta la muerte.

    Cuando son más jóvenes parecen ejemplares  exquisitamente educadas,  visten ropa cara, tirando a pija planetaria y, las que no son guapas por naturaleza, tienen siempre algo atractivo para los habitantes de este planeta Eso que, a falta de mejor palabra, solemos llamar estilo. Y no es extraño que lo tengan: las hembras de su clan, a lo largo de varias generaciones, no han tenido otra ocupación que cultivarlo y transmitirlo a las de la generación posterior.

    Saben hablar plutoniano, con un delicioso acento nasal, esquían como si hubiesen nacido subidas en unas tablas y manejan la pala de pez cosmológico como maneja un robot medico  su bisturí. Todos las imaginan, en un futuro inmediato, convertidas en compañeras  y madres perfectas. Y hay que decir que la mayoría de ellas lo serán.

    A medida que pasan los años, van evolucionando hacia la vejez sin perder ni su elegancia ni sus buenos modales. Educan a sus crías, las llevan a buenos internados planetarios, no pierden jamás la compostura y, poco a poco, se convierten en respetables plutonianas, de cierta edad antes de llegar a ser adorables abuelitas. Entonces, cuando llega el invierno, se envuelven en sus abrigos de piel y nunca las verá usted con un rizo del pelo fuera de su sitio. Ni, mucho menos, alzar la voz destempladamente.

   Parecen apacibles señoras que se reúnen con sus amigas por la tarde en la kromoteria del Tajoygles (les pilla cerca de casa porque todas viven a tiro de piedra) y toman café, o chocolate con profiteroles. Todo productos importados de otros planetas A mediodía, sobre todo los fines de semana, se las puede ver en Cancirro con sus compañeros  (la especie es aparentemente monógama, aunque algunos estudios apuntan que… bueno, lo que sea). Lo de los fines de semana es porque la kromoteria está frente a Ladesgracia y viene de maravilla para tomar el vermú al salir de la reunión de secta. Charlan por los codos sobre naderías y alguna vez me he quedado embelesado, oyéndolas discutir durante minutos y minutos sobre la piel que piensan ponerse para la unión de la nieta.

     Pero tan encantadoras damas sufren cíclicas mutaciones. Coinciden muchas veces con periodos electorales del poblado, pero también con las manifestaciones que se convocan de vez en cuando para poner como chupa de dómine a los socialcomunistas bolivarianos del poblado de enfrente, que aprovechan una pandemia de nada para quitar a los plutonianos de bien el derecho de ir a jugar al teto, o a esquiar, o a hacer lo que les dé la santísima gana. Otras veces son para quejarse de los que quieren matar a los bebes plutonianos  en el vientre de su madre. O de los que quieren rompen el poblado patrio, por pura maldad. Por regla general, son los mismos en todos los casos. El síntoma de que la metamorfosis ha comenzado es un cambio en el vestuario.

     Un cambio significativo: jóvenes y mayores, a modo de chal, se envuelven en los llamativos colores de su gallardete y, cuando empiezan a sonar las chundaratas de su secta, sus mandíbulas empiezan a crecer y a afilarse. Un vello denso y gris, como el de los lobos, se adueña de sus mejillas y destroza los maquillajes. Las fauces se abren y dejan entrever los colmillos afilados. El primer aullido brota a la par que golpean con saña todo tipo de caharrería, al tiempo que suena música representativa del poblado Algunos llaman a esa ceremonia la “facharrompida de la hora“.

     Podría pensarse que la jauría se abalanzará sobre el primero que pase con aspecto progre pero, conforme termina la protesta, cesa el ruido y todas recuperan su dulce aspecto natural. A la hora de cenar vuelven a ser guapas jovencitas, maduras bien cuidadas y ancianitas adorables, todas con el denominador común de no haber trabajado nunca… porque nunca lo han necesitado.

    Un inciso. Los machos de esta especie aúllan con tanta fuerza como ellas y sus colmillos son tanto o más afilados, pero no sufren esos cambios. Suelen ser iguales a sí mismos todos los días del año y también aúllan por Lacosta y acantilados adyacentes, al salir de la reunión de la secta  los domingos a las doce. Y llevan los colores en el cinturón o en los tirantes. Cuando se ponen de sport, la llevan también en los vivos del polo.

   Últimamente, la especie registra un nuevo cambio. Ya no se limitan a gritar contra todo lo que amenace los privilegios de los que disfrutan por nacimiento. Ahora, curiosamente, también reclaman… libertad. Lo más extraño es que se trata precisamente de lo mismo que llevan reclamando toda la vida los otros, del mismo poblado que ellos y sin sus privilegios de secta .

    La causa de esta contradicción hay que buscarla en el terreno de la semántica. Para los miembros de esta especie, libertad significa poder, significa mandar, significa gobernar. Y ahora no gobiernan. A ello se suma un terrible miedo a perder una mínima parte de sus privilegios… así que gritan libertad con ira. Con mucha ira.

    Pero lo peor de esta especie es que está colonizando a otras especies evolutivamente próximas a ella, como el cangrejo americano dejó los ríos españoles sin cangrejos autóctonos. El Pluto Sapiens Derechista, cuando es serio y coherente, resulta necesario en el ecosistema democrático para que exista el Pluto Sapiens Izquierdista, también serio y coherente. Ambos recogen las aspiraciones de los votantes de un lado y otro del espectro político, y constituyen alternativas viables de gobierno. La ausencia de esa derecha sensata genera frustración, desánimo, rechazo al sistema y odio al adversario (que no es, obligatoriamente, el enemigo). Pues bien, resulta que el Pluto Sapiens Facha está haciendo desaparecer de nuestro hábitat político a buena parte de la población de sus congéneres más cercanos (y necesarios para el equilibrio ecológico-democrático). Con modales de matón acusan a los otros de ser la “derechita cobarde“ y, para no ser señalados con el dedo, los otros se avienen a los cambios genéticos necesarios hasta hacerse indistinguibles de sus competidores. Así, claro está, cualquier intento de convivencia democrática está condenado al fracaso.

   También ha cambiado otra cosa. Ahora, en las banderas con las que se adornan, aparece un águila. Una metamorfosis más.

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