‘Rockdelux’ en el corazón» / Javier Melero


Por  Javier Melero

      Durante la pandemia ha muerto Rockdelux –un referente del periodismo musical español de los últimos 35 años– y ahora sólo queda enterrarla.

     Como dice Marco Antonio en el monólogo de Julio César de Shakespeare: “El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos”, a lo que habría que añadir: ¡que no sea así con Rockdelux ! La revista ha muerto del triste mal de que mueren los productos culturales refinados en los últimos tiempos: de la competencia desoladora de la red y, consecuentemente, del desinterés de nuevas generaciones de lectores. La red es una maravilla, pero favorece el amateurismo y la irresponsabilidad y margina la figura del crítico profesional, el especialista que actúa como prescriptor y que es el enlace entre un mundo de oferta prácticamente inabarcable y el aficionado, que se dedica a otras cosas, pero desea acceder a las creaciones de mayor calidad según el criterio responsable de un equipo de especialistas cultos y dedicados.

     Ahora, en el momento de las exequias, es recurrente criticar mordazmente a la revista y justificar el deceso: que le dio la espalda a mitos nacionales como Aute o Sabina; que fue elitista y pretenciosamente cool y gafapasta; que se decantó por los Yo la Tengo o Lambchop e ignoró olímpicamente la música de la ruta del bacalao o el reguetón (que parece tan del gusto estético de los despiadadamente jóvenes); que mucha PJ Harvey pero muy poca Pantoja y, en fin, que tanta afición por el indie era más propia de unos pijos de Seattle que de unos pobres gacetilleros catalanes. Posiblemente todo eso sea cierto (otra cosa es que sea reprobable), pero el epitafio debe completarse con una hoja de servicios impecable desde el año 84, cuando apareció en los quioscos y recogió –con su director Santi Carrillo al frente hasta el final– la antorcha de la también barcelonesa y no menos difunta Vibraciones , liderada desde 1974 por el gran Àngel Casas.

    Sus páginas aproximaban al lector a las obras más destacadas e inconformistas de cada género

   Su cuaderno de reseñas de las páginas centrales era el más amplio y abierto, y el que abarcaba más géneros, de todas las publicaciones musicales españolas. Allí no sólo estaban los éxitos del Primavera Sound (que tuvo una participación destacada de Rockdelux , que además fue la primera, antes de su apoteosis pública, en intuir el fenómeno Rosalía). Estaba el material que permitía a gentes de mi generación –los que por definición sólo escuchan lo que ya habían escuchado muchos años antes, repetitiva y cansinamente, hasta que acaban abandonando el interés por la música– descubrir a Benjamin Biolay y a Estrella Morente e Israel Fernández ( Rockdelux nunca descuidó ni el flamenco ni el jazz, ni el pop y el folk catalán de los Manel o de El Petit de Cal Eril, o a Sílvia Pérez Cruz), a Nacho Vegas cuya deslumbrante canción El hombre que casi conoció a Michi Panero se elevó con toda la razón a la mejor del año 2005, y a The Handsome Family, cuya Far from any road sirvió de banda sonora a la primera e inolvidable temporada de la serie True detective .

   Sin olvidar a Cat Power, Walter Wolfman Washington y al también catalán Joe Crepúsculo, a Father John Misty y a los Delines… A la revitalización de clásicos del blues y del jazz como Velma Powell, la música vintage y alternativa de la bella y misteriosa Lana del Rey, los apropiados y literales Cigarettes After Sex y tantas cosas más: el panorama extramuros del mainstream anglo, la canción portuguesa, cubana, el blues africano o las nuevas aportaciones de clásicos como Gregg Allman o John Prine. Más que suficiente para justificar una trayectoria que merece un homenaje agradecido y la desolación, cada vez más frecuente, por la pérdida.

    Rockdelux no era sólo música, identificaba más bien un estilo de vida: sus páginas de crítica de libros, cómics, películas y series de televisión aproximaban al lector a las obras más destacadas e inconformistas de cada género e, incluso en materia de crítica política, habrá que reconocer que en las muy contadas ocasiones en que la revista se posicionó lo hizo con pleno acierto, como cuando censuró la impresentable aventura iraquí del Gobierno Aznar. El maldito virus le ha dado la puntilla (desengáñense, esta crisis no nos traerá nada bueno, ni siquiera esos supuestos valores éticos y solidarios que también aparecen en los terremotos y los incendios y duran lo que duran estos), no por elitista o pija sino por adulta: por defender unas premisas que, se tenga la edad que se tenga, de 16 a 99, forman parte de la cultura de la responsabilidad. Son pocas y simples, pero duras. Es como cuando Napoleón decía que la palabra más difícil de pronunciar sólo tiene dos letras: no. No a no pagar a los colaboradores, no al amateurismo, no a rebajar los estándares de compromiso y calidad para atraer a más gente, no a dejarse imponer una deshonestidad coactiva. Adiós, Rockdelux , testimonio de una madurez que mantiene el tipo, pero está desahuciada. Como diría Marco Antonio: “Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres”.

Fuente: http://www.radical.es/info/10963/rockdelux-en-el-corazon-javier-melero

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