El final del moralista / Max Alonso


Por Max Alonso

     Si quieres sacudirte la propia ignorancia tienes dos caminos, educarte y sensibilizarte o cambiar las fuentes de información que eliges.

    No se puede estar con Dios y con el diablo porque la religiosidad como la realidad son tan paradójicas como demuestra a diario Aidan Mcnamara.

   Trump colocaba su publicidad en donde los telespectadores seguían a los zombis porque en realidad se veían ellos retratados. Trump sigue siendo el mismo y los zombis le siguen hasta la muerte, como aquellos que obedecieron su necio consejo de beberse detergentes para limpiarse del coronavirus. Esto no tiene algo de malo. Es todo malo. El premio nobel Paul Krugman lo ha dicho: EE. UU., siguiendo el camino de Hungría, en un par de años puede convertirse en una dictadura totalitaria.

   Trump basó su campaña en que iba a hacer de EE. UU. un país grande y es cuando EE.UU.  ha perdido el liderazgo mundial. No se puede compaginar lo de que todo es mentira y luego protestar porque las cosas no son como se prometen. Esa es la realidad de Trump, de Bolsonaro, del Kim Jong-un de Corea del Norte, los extremos se juntan, de Johnson  y Nigel Farage, el del  Brexit. Como la de España del aznarismo que ha vuelto y ahora estamos en el peor, que es el que maneja a Casado, como un Chucky, el muñeco diabólico, imponiendo la confrontación cuando anda tan descarriado cormo el autodenominado Jarrón Chino. Ya no son líderes de este tiempo, aunque ellos se lo crean  y sus seguidores.

    Aznar, con sus felonías,  propició la Guerra con Irak contra la voluntad del 95 % de los españoles, por lo que lo pagamos con un atentado de casi doscientos muertos. Es el único de los tres trileros que no ha pedido perdón. Su soberbia manda. Ahora curiosamente es un 95 % similar el que quiere que se pacte y se negocie, luego  este no puede ser su camino porque le rompe sus esquemas de maldad en busca del petróleo para los norteamericanos y el beneficio personal.

   Por eso ha traído de la mano a Vox y a los voxeros, sin importarle que estos traigan el final de los suyos. Siempre es mejor el original que los sucedáneos. A él no le importa morir si es matando. Es la vuelta del neofascismo, como trajeron el neoliberalismo cuando el liberalismo comenzaba a estar caduco. Eso les salvaba y les daba vida como otra vez Trump con lo de que el antifascismo es terrorismo. Aunque el aznarismo lo repita, el fascismo está condenado en los países serios por sus funestas consecuencias. Impuso la Segunda Guerra Mundial con sus millones de muertos, además del holocausto judío. El nazifascifranquismo, y el de sus herederos es mucho peor que el comunismo y  el coronavirus.

  Los salvadores de la patria, que ha habido tantos,  se creen que la han salvado muchas veces y solo salvaron los muebles, los suyos. Solo cuentan con soluciones antidemocráticas y cruentas. ¿Qué hacer? Ese es el dilema. Mientras tanto los del Palmar, seguirán fuera de juego,  oficiando sus misas por el rito romano. Es lo que hay.

   Sumaron a Astorga a sus borregos, en número menor del centenar, para emular a los del Barrio de Salamanca y reclamar la permanencia de sus privilegios. Con todo el derecho a manifestarse que es lo que les permite la democracia que ellos repudian. Lo que no quiere decir que blanquee sus pretensiones. Si necias eran necias se quedan. No es el Gobierno, por mucho que pidan su cabeza, el que mata sino el virus, tan sutil como para que ellos lo vean. Así no ven lo de Madrid, donde más han muerto y tantos ancianos, con un Gobierno suyo, que sí tenía las competencias y tan mal las ha ejercido.

    Bajo los falsos gritos de libertad y libertad de expresión, que se las niegan a los demás. Sin ni siquiera cacerolas, haciendo gala de la pobreza del lugar, aunque ellas sean de las primeras que en el invierno se echan encima sus abrigos de pieles para ir a hacer la caridad, ajenas a la justicia social, que no saben lo que es. En esta ocasión envueltas en la bandera de todos como si fuera suya, percutiendo latas y cencerros. La bandera les tapaba a quienes van de astorganos pero se empadronan fuera para eludir impuestos. De patriotas, aunque la patria sea lo primero que venden. De cristianos aunque ellos sean a quienes primero Jesucristo echara del templo. No estaban todos. Solo los valientes,  a los  que no les importa descubrir el secreto de su voto.

    De las muchas cosas que cambiarán a partir de la pandemia del coronavirus es que antes se decía que hay que devolver lo robado y ahora se dirá que también hay que devolver lo recortado. Pero como sigue sin devolverse lo robado, que los legisladores no han tenido tiempo para legislarlo ¿se legislará lo de devolver lo recortado? Mala solución es meterse a moralista, durante los duros tempos del confinavirus, en una secta de amish. Mejor empeño es renunciar.

Fuente: http://astorgaredaccion.com/

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