No dejan ni el chocolate del loro / Dionisio Sánchez

PDionisio8

Por Dionisio Sánchez R.
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

      Hay determinadas personas  que una vez que  se ponen a gestionar dinero público caen en una tremenda adicción.  Y la verdad es que son muy pocos los que terminan dando con sus huesos en la trena.

   Parece que la sociedad tiene una extraordinaria manga ancha al respecto y cuando se ponen a legislar –los que lo han de hacer- se sorprenden de que  las penas por el mangoneo son propias del siglo XIX y, entonces, deciden dejar las cosas tal como están, más o menos,  porque el sarpullido de la mano aceitosa es universal  y su corrección prácticamente imposible.

   Y lo malo, aunque nos sorprenda, es que  siempre ha sido así. César no conquistaba las Galias por hacer un favor a la humanidad sino para trincar lo que había. Y lo que había se trasteaba a través de  un banquero que adelantaba los denarios  para la empresa y luego se cobraba el crédito  con buenos intereses, un ejército  mercenario  que cobraba en efectivo para poner ardor guerrero en la conquista y  que a su paso  de tierra quemada  iban floreciendo sucursales en los lugares de conquista  para que los gobernadores trincaran los impuestos correspondientes, pagaran al banquero y trincaran el diezmo para el  engrandecimiento del peculio del augusto de turno. Y se hacían templos y carreteras, y había arquitectos, curas y senadores y  mármol de carrara y poetas  a sueldo…Es decir, igual que ahora.

    Prácticamente la Humanidad responde a los mismos arrebatos por la pasta desde que los homínidos descubrieron que había otros imberbes que tenían conchitas y  les amenazaban con  la cachiporra de piedra  para que les soltasen  la guita en forma de valvas de colores.

   Ahora, con la llegada de la democracia, en España nos hemos vuelto más puretas que la virgen y, de repente, nos hemos olvidado de que no habido ni un segundo en nuestra reciente historia sin que el choriceo haya abierto día sí, día no, primeras páginas en los periódicos. ¿Ya nos hemos olvidado de la Expo Sevilla o de la nuestra, más humilde, donde algunos que ahora se quieren ir se pusieron las botas mirando al norte mientras silbaban la Internacional o la macarena, que todo valía para alegrar el paso de   la pasta de mano en mano como en  la copla castiza.

   En Aragón, pues, tenemos un recuerdo bien cercano del choriceo institucional que ahora, por desgracia para todos los mangantes, se ha atemperado no por mor de la acción política o judicial sino porque los manantiales de la panoja, andan quebrados de liquidez. De todas formas, lo que se puede esperar de la acción política para controlar el mangoneo queda iluminada con focos de circo  cuando leemos las listas “limpias” de algún concejal que apenas si tiene y nos pretende enseñar,  una miserable nómina y un pisito alquilado a un emigrante (por lo que podemos deducir que sus principios solidarios y de izquierda le impedirán cobrarle mensualidad alguna).

   Todo esto viene a cuento de que la adicción a la pasta ya ha llegado a límites increíbles en esta ribera del Ebro y hay personas  -que viven entre nosotros, que tienen nombres y apellidos y algunas, hasta nóminas de vértigo- que intentan y lo consiguen, llevarse hasta las miserables subvenciones que el ayuntamiento de Zaragoza guarda como cañamón para gorriocillo. Hasta los vergonzos óbolos que han de aceptar los artistas de la penuria, se lo reparten estos prohombres que otrora fueron pincelados por el  marxismo cultural y que ahora, a punto de su jubilación, no pueden soportar que ni un solo  euro de los que tienen en sus cajones para administrar  la indigencia artística urbana llegue a otro lugar que no sea su propio bolsillo…o el de su señora  ¡Qué vergüenza y qué mierda de personas!

   Amigos y camaradas: ¡A caballo! ¡Yihiii! ¡Salud!

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