Argentina: “Maldad y violencia sin fin”

Por Gloria Cohen

      Lamentables noticias se sucedieron en un verano violento.

   En la mañana del 18 de enero se conoció la noticia que el joven Fernando Báez Soza, estudiante de abogacía, murió tras ser atacado por una “manada”de 10 jóvenes a la salida de un local bailable en la ciudad costera de Villa Gesell.

   Los detalles del crimen pudieron documentarse pues, fue grabado por numerosas cámaras de seguridad e incluso filmado por los teléfonos celulares de los propios atacantes.

   Fernando no pudo sobrevivir a las patadas recibidas en todas partes del cuerpo, incluso en la cabeza, mientras estaba tirado en el suelo.

  El violento crimen demostró el desprecio por la vida de los jóvenes atacantes, miembros de un equipo de rugby de la localidad bonaerense de Zárate que,  además, involucraron en el crimen a otro vecino del pueblo que no formaba parte de su círculo de amigos y al que solían culpar de todo, quien finalmente pudo demostrar que no estuvo allí en el momento del brutal asesinato y fue sobreseído.

    Fernando Báez Soza era un muchacho, hijo único, cuyos padres inmigrantes procedentes de Paraguay, se habían esforzado por darle una educación basada en los principios de solidaridad y ayuda al prójimo.

   El proceso contra los jóvenes rugbiers está ahora en manos de la justicia, que intenta determinar el grado de implicancia de los acusados, si hubo algún participante más entre los atacantes (se habla de un número 11), la figura legal del crimen (se tuvo en cuenta, entre otras alternativas, la figura de “crimen por placer”), las penas a cada uno de los integrantes de la “manada”, entre otras cuestiones.

   La opinión pública sigue indignada y conmocionada y ya se realizaron dos movilizaciones para pedir justicia por Fernando.

     Otro hecho de extrema violencia ocurrió en febrero en la localidad patagónica de Puerto Deseado. Una mujer, procedente de la provincia de Salta – localidad de Rosario de la Frontera- se había desplazado al sur del país para visitar a su hijo mayor. Fue en compañía de su pequeño hijo de 4 años y, mientras paseaba por una playa a plena luz del día, fue abordada por dos atacantes, golpeada y violada y mataron a su pequeño niño; huyeron creyendo que habían matado a ambos, pero ella sobrevivió.

    El luto y el dolor y unieron los extremos norte y sur del país, donde hubo manifestaciones de repudio e indignación.

     Otro caso luctuoso ocurrió en Rosario, otra vez a la salida de una discoteca: un joven de 23 años fue echado de un local bailable por los hombres de seguridad (“patovicas”, que en general echan a quienes no les gusta su cara o su forma de vestir) y, al parecer fue arrinconado contra una baranda y luego cayó al río Paraná, donde días después fue encontrado ahogado. Este crimen no fue documentado mediante filmaciones, por lo que se desconoce lo que verdaderamente ocurrió, por el momento se trata de suposiciones.

    Cabe aclarar, que ni este caso, ni el de Fernando son los primeros en suceder a la salida de las discotecas argentinas, ya hubo otros casos que nunca llegaron a los medios masivos de comunicación, pero sí tuvieron difusión entre amigos y conocidos de las víctimas.

    También Rosario es un lugar sumamente violento; siempre fue conocida como “la Chicago argentina” y ahora más que nunca hace triste honor a este apelativo. En los primeros dos meses del año 2020 ya se han contabilizado más de 40 crímenes producto de las luchas entre narcotraficantes por el territorio. Aunque el Ministro de Seguridad de la Provincia de Santa Fe minimizó el tema, señalando que se trata de una cuestión estacional, también reconoció que “la pelea comercial es feroz. Es una pelea por el control del territorio, por las bocas de expendio, y es una pelea por una enorme rentabilidad que genera la venta de cocaína y de marihuana en Rosario.”

   Por supuesto que situaciones similares vinculadas al narcotráfico se replican anónimamente en otros lugares del territorio argentino, la prensa resalta actualmente la situación en Rosario.

   Y para completar la crónica, en un país donde las vidas humanas parecen no tener valor, hay que lamentar la muerte del atleta olímpico Braian Toledo, debido a un accidente de tránsito ocasionado por un “lomo de burro” demasiado elevado que lo hizo perder el control de su motocicleta.

    Braian era lanzador de jabalina, representó a Argentina en los Juegos Olímpicos en 2012 en Londres y en 2016 en Rio de Janeiro y se preparaba para participar de Tokio 2020. Además, obtuvo una medalla de oro en los Juegos de la Juventud en 2010 en Singapur y una de plata en el Mundial Junior en 2012 en Barcelona.

    Estaba radicado en Finlandia y se encontraba de visita en la localidad bonaerense de Marcos Paz, donde se topó con ese “lomo de burro” mal construido y murió incrustado en el pavimento.

   En un país donde todavía no se contabilizaron casos de Corona Virus en los dos primeros meses del 2020 lamentablemente, existen muchas otras formas de morir.

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