Chile: Sabores de Chile

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Por Klaus Dillemberger

       ¡Otra vez! En el tren de Santiago a Chillán el camarero pasa el carrito vendiendo chuches y refrescos y le pido un botellín de agua. Me enseña amablemente las botellas y pregunta: “¿Con gas, sabor a manzana, frutilla o cereza?”  “¡con sabor a agua, si puede ser!”  le gruño yo como respuesta. Pues no podía ser, tocaba agua con sabor a manzana.

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Klaus Dillemberger
http://notas-de-un-emigrante.blogspot.com.es/

Corresponsal del Pollo Urbano en Chile

    No es que sea yo gruñón por defecto, pero esa manía de dar a un producto el sabor de otro me desquicia. Con el agua anda que va, está muy rica con un toque de fresa, frambuesa o incluso de pepino. Eso está bien, pero el otro día entro en un cafetería, pido un café y me pregunta la mesera: “¿lo quiere con sabor a vainilla, caramelo o chocolate?” y se me escapa un: “¡joder, con sabor a café, por el amor de dios!” En fin, a veces cuesta un poco amoldarse a las costumbres de otros países, y a veces cuesta un poco más, como cuando entré en una tabaquería para comprar eso, tabaco. Se lo pido a la vendedora y me pregunta amablemente… bueno, ya os lo podéis imaginar: a elegir entre sabor a chocolate, vainilla, anís, guiski… “¡quiero tabaco con sabor a tabaco!!” le grito yo a la pobre mujer, pero luego le pido disculpas por mi desliz y consigo que me venda un paquete de tabaco con sabor a tabaco. Ya me veo que algún día comprando tomates en el mercado, la vendedora me preguntará: “¿Los quiere con sabor a pepino o a plátano? ” Y no exagero- la compañía Starbucks Café acaba de sacar para el deleite de sus clientes un café con sabor a ¡cerveza!!

     Cumplido la tarea en Chillán (a un agricultor ecológico le ponemos un sistema de secado solar para secar arándanos, menta y manzanilla), cojo el autobús nocturno (¡ojo! Aquí  no se coge, se toma el autobús, coger es otra cosa) rumbo a Villarrica, 800 km más al sur para otra visita de oficio. Los autobuses en Chile son cómodos, en la categoría ‘salón-cama’ tienes una butaca reclinable hasta casi horizontal, se duerme bastante bien y se llega al destino más o menos descansado. Dormitando me achaca una vez más mi pesadilla chilena: en el sueño entro en un local y pido una cerveza. La minifalda que atiende me pregunta con su voz de campanitas: “¿el zeñó  quiere la cerveza con sabor a vino, a café o a puré de patatas?” Me abalanzo sobre ella con el grito “¡con sabor a cervezaaaa!” y la estrangulo con una servilleta perfumada con olor a coco con lima para acabar mis días en un manicomio de mala muerte en el desierto de Atacama chupando una piedra de sal ecológica de la región con sabor a yogur de mango de la mañana a la noche. Con cara de lelo y la mirada vacía miro a través de los barrotes  a la cordillera hecho de pastel de choclo sin verla y me da igual que el Cóndor vaya pasando las veces que quiera con toda su familia.

    Me despierta del trance una película que ponen en las pantallas del autobús: ‘Mundos lejanos’, producido por el Cirque du Soleil. Una maravilla, una especie de Alicia en el país de las maravillas de las artes circenses, un despliegue de color, arte, vestuario y escenografía como no se ha visto desde ‘Ran’ de Kurosawa en el siglo pasado. Mientras acompaño a la protagonista en busca de su príncipe trapecista en los escenarios más fantásticos, se me olvida hasta el café con sabor a cerveza.

    Llegado a Villarrica busco la pensión donde me reservaron alojamiento (en el oficio de energía solar no da para alojarse en hoteles de primera), me instalo y abro la ventana de la habitación. Me quedo boquiabierto ante el panorama que se me presenta: 

     Un lago inmenso quieto como un espejo con un cacho de volcán al fondo, un cono casi perfecto de un blanco impoluto, poderoso y bellísimo, no sé cómo describirlo- Penélope Cruz hecho montaña, Ariadna Gil vestida de blanca nieves, impactante, ahí está, echando humo o no, según como le dé. Domina todo el paisaje con su presencia como diciendo: ‘Aquí mando yo’. No me extraña que esto sea tierra sagrada para los pueblos mapuche. No hay que ser indio para sentir respeto ante semejante poderío.  Pero no quedan ahí las bellezas de la zona. El dueño de la pensión me insta que vaya a ver las pozas geométricas, unos baños termales a 80 km de distancia y tenía razón. Son espectaculares. En la excursión me acompaña una pareja suiza, treintañeros.

    Me cuentan que están de viaje por Chile, luego el hombre se va a Tailandia para entrenarse tres meses para un campeonato de artes marciales en algún sitio de la Asia. Vamos, una especie de Jean- Claude van Damme versión suiza con su hembra de relax. Nos lo pasamos pipa en los baños termales de piscina en piscina en un cañón de montaña de vegetación casi tropical. Como mi acento llama la atención, otros bañistas me preguntan de dónde vengo y que hago en Chile y cuento que trabajo en aplicaciones de energía solar. ‘¡que interesante!’ me dicen y acabo echando todo una ponencia sobre el asunto de energía solar metido hasta los pezones en una piscina de 40° de temperatura ante una veintena de desconocidos en bañador pegados a mis labios. Cosas divertidas del oficio, no siempre se sufre trabajando.

    Un 2015 estupendo para todos

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