Retrospectiva de Sergio Abraín en Bantierra


Por E. Mateo Otto

La sala de exposiciones de Bantierra en Zaragoza acoge una retrospectiva del pintor zaragozano Sergio Abraín, uno de los máximos valores del panorama artístico aragonés, en la que se presentan obras realizadas desde 1994 hasta 2010. Estas mismas pinturas han sido expuestas en las salas de Bantierra en Huesca y Calatayud en una programación itinerante.

Como dice Cristina Gimenez Navarro en el folleto editado para la ocasión, Sergio Abraín trasciende su corpus artístico en el desarrollo creativo más allá de la intimidad de su estudio para participar como agente activo en eventos, actividades editoriales o gestión de galerías de arte. La versatilidad del artista se aplica en una decidida postura con la sociedad de la que nace un profundo compromiso ideológico que lo empuja a una reflexión permanente sobre la vigencia de conceptos y experimentaciones. La autoafirmación del testimonio tiempo/evolución como testigo activo. Apasionado actor que traslada a sus obras el riego fértil de la literatura que fluye en sus manos en el momento mismo del trazo.

En la Gran Enciclopedia Aragonesa se le define como pintor, decorador y diseñador. Su formación la inicia desde 1968. Miembro fundador del Colectivo Plástico de Zaragoza, 1975. Funda las zaragozanas galerias de arte Pata Gallo, 1978, y Caligrama-Pata Gallo, 1983, caracterizadas por su espíritu rompedor. En 1977 funda, edita, dirige y diseña la revista de poesía visual Zoo-Tropo, publicando cuatro números. Realiza decoraciones para teatro, montajes en diversos espacios y decora el templete diseñado por el arquitecto Ricardo Usón para el Ayuntamiento de Zaragoza. Concluye 14 libros en ejemplares únicos que regala a sus amigos, buscando una línea estética y formal afín a la personalidad del futuro propietario. Diseña muebles. Como pintor, su constante profesión, entiende el arte cual un todo equívoco y nómada, electrizante y ecléctico. En 1987 realiza un mural para el Centro Cultural Delicias de Zaragoza.

Su línea pictórica transcurre mediante las siguientes etapas. Desde 1973 desarrolla un surrealismo con una visión metafísica y con la crítica daliniana paranoica sin automatismo. Evoluciona hacia una crítica social y política de marcado expresionismo. De 1975 a 1977 trata similares temas pero dando paso a lo que su autor define como «estética de lo horrible». A partir de 1978 cuadricula un fondo que tiene un color blanco agrisado, sobre el cual añade unas figuras expresionistas que representan la represión sexual y política. Desde 1983 combina la pasta y el rabioso trazo gestual, la composición geométrica y el ritmo, a través de sucias tonalidades que se alteran mediante destellos de diversos colores. Mundo de opresores y oprimidos tan ocultos que se emparentan con la abstracción. Desde 1985 evoluciona hasta incorporar una serie de formas, como conos, relojes de arena, clavos con gran cabeza, sin abandono de otras, como el triángulo, espirales, penes, provenientes de su época surrealista.

Poco a poco la figura humana, a veces deforme y angustiante, y otros elementos, como los arquitectónicos, sufren una transformación mediante unas formas abstractas, en grises, blancos sucios y negros, que tienen una impensable capacidad de alterar el entorno. Formas que introduce en un espacio urbano, el cual adquiere un elemento mágico desde su implícita realidad. Una rigurosa geometría que exhibe como verdaderas abstracciones en 1993.

La exposición presenta obras desde este periodo hasta nuestros días, ofreciendo una secuencia de planteamientos eclécticos que se distorsionan en cada veladura, difuminadas realidades en las que aparecen los signos. Los permanentes símbolos de su intencionada andadura de artista a pecho descubierto.

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