«Collages» de Mayayo en Los Morlanes


Del 7 de Febrero al 31 de Mayo, el inconmensurable maestro, amigo y fundador del Pollo Urbano, Mayayo, expone sus extraordinarios «collages» en el Palacio de Los Morlanes de Zaragoza (Pza. de San Carlos nº 4)

LA REALIDAD SEDUCIDA POR LO ABSURDO

Manuel Pérez-Lizano Forns

Un inquietante hueco natural en permanente movimiento, extraviado en pleno cerebro de Ignacio Mayayo, determinó su volátil e íntimo juego de figuras acoplándose sin descanso, siempre desde aquella testaruda fuerza interior que provocará una especie de fugacidad dispuesta a salir para transformarse en Arte. Así comenzaron, de pura ansiedad espontánea vía urgencia, aquellos extraordinarios dibujos surrealistas con apabullante dominio de la línea que desarrolló entre los años 1975 y1983. Luego vendrán sus cuadros realistas, al principio con irisaciones surreales, que abarcaron desde 1983 hasta 2008. Pero el hueco natural permanecerá latente, engañoso, como si avisara sobre acontecimientos artísticos que la racionalidad del pintor y dibujante captaba, sentía, muy lejanos, perdidos entre brumas. A partir de un vómito inesperado que lanza ideas, comienza a bruñir y coser treinta y dos espléndidos cuadros collages entre 2007 y 2012, sin duda bajo la premisa de su condición surrealista y una especie de retorno enlazado con su juventud. Vive y respira la subyugante sensación de una perpetua libertad, con el juego de las formas uniéndose indolentes, precisas, capaces de atraer y domesticar la mirada ajena, que sale gratificada mediante una imaginación, la del artista, que incorpora para siempre como si fuera propia.



Estos cuadros collages habitan en paisajes urbanos y rurales, en interiores, con el mar como peligrosa fuerza latente si el tema lo requiere, sin duda contemplados desde una suerte de variados panoramas para acoger las múltiples danzas de personajes fuera de su lógica pero enlazados de manera verosímil. Personajes, muchos famosos, de dispares épocas con impensable capacidad evocadora pues une el pasado, más o menos inmediato, para transformarlo en realidad actual desde sus marcados contrastes. Guerra, paz, aparente suicidio, cabezas con diminutos cuerpos, pobreza, desbordantes e incontroladas pasiones entre un hombre y una mujer, extraños objetos en lugares anómalos. Todo inmerso y potenciado por un impecable color que estalla en el lugar idóneo, de manera que ejerce como reclamo conducente a sorprender para fijar la atención en la totalidad de cada obra.



El hueco natural en pleno cerebro vuelve a respirar seducido de felicidad, ahora más íntima pero exteriorizada como antaño, sabedor de que su intocable condición jamás será alterada por muy dispares que sean los siguientes planteamientos artísticos. Ignacio Mayayo exprime su pensamiento, lo racionaliza con imaginación, como una urgente necesidad para masticar la vida de otros, ahora nuestra, que estructura y abre con indolencia para posar la realidad actual.


«Del mismo modo que obra y artista resultan conceptos indisociables en el arte pues el uno no puede ser sin el otro y ninguno de los dos soporta al otro aisladamente, la primera tampoco puede entenderse sino integrada por otros dos conceptos que la justifican y son en esencia, tan inseparables como los primeros: Qué y cómo.



Cualquiera de estos dos elementos sometidos a análisis en esta muestra resultarán sorprendentes, pues, si atiende al modo de expresar los contenidos, se advertirá que la evolución de las técnicas, de los soportes y de los medios ha sido tan vertiginosa que las posibilidades de manipulación de una imagen son ya infinitas y las fronteras territoriales establecidas tradicionalmente para lo fotográfico, lo pictórico y lo digital son tan fluctuantes que resulta imposible cualquier tipo de acotación. Los medios informáticos actuales facilitan de tal modo las posibilidades de ejecución y de experimentación con imágenes que su incursión en la formulación del collage actual resulta ineludible y aunque éste, en la concepción tradicional, no se haya desligado de la pintura y de la escultura pues al fin y al cabo compartieron orígenes, la imagen digitalizada le ha conferido importantes dosis de autonomía, aunque los resultados no tengan, todavía hoy, ni el reconocimiento ni la valoración que merecen, pese a las lecciones ofrecidas por el arte contemporáneo a partir de los montajes fotográficos duchampianos, precedentes del feraz y exitoso desarrollo surrealista posterior. Queda por comprobar si la modificaron de los medios, puestos a su servicio, es capaz también de modificar conceptos.



Ignacio Mayayo, depositario de sobrados y reconocidos méritos como pintor, dibujante y consagrado ilustrador, oculta facetas propias de un inquieto y polifacético artista. Experto en el uso de softwar informático, aborda proyectos que hace unos años hubieran sido impensables, entre otros, esta colección de collages, resumen de cinco años trabajo, de investigación y también de disfrute personal con y a partir de imágenes digitalizadas, en cuya obtención ha jugado papel decisivo el azar, en el sentido que Bacon habla de “azar manipulado”, una especie de derecho del artista para optimizar lo que el azar le va presentando y un derecho a provocarlo cuando no aparece. Los resultados finales, al aplicar técnicas informáticas, son muy llamativos pero corren peligro de tener que pagar los peajes que de su uso se derivan, por esta razón, el autor, amante y defensor del “oficio” y experto en recetarios pictóricos, pone extremo cuidado en evitar que sus recortes y adiciones fotográficas no tengan un “loock” informatizado, convirtiendo de este modo el uso del ordenador en un mero agilizador de procesos y explorador de opciones porque, como se verá más adelante, esta obra posee un predominio aplastante del discurso intelectual.



Los elementos que integran y conforman la composición, donde nada es casual y todo responde a una doble intencionalidad, mayoritariamente, están elegidos por su significado pero otros, en cambio, interesan, por su singularidad compositiva o estética, pues la apropiación de una imagen reconocible es la primera exigencia del proceso resemantizador del que formará parte. Más tarde, tras un acertado mestizaje y su consecuente descontextualización, servirá para ofrecer apoyo icónico a nuevas ideas, a nuevos mensajes. Así, la manipulación de los significantes, en este proceso, resulta tan inevitable como imprescindible, si se desea dar cabida a nuevos significados. Y nada más reconocible para un pintor que imágenes extraídas de la Historia del Arte, de los artistas y muy especialmente de la pintura. Abundan las referencias clásicas, es decir aquellas que están firmemente asentadas en la retina del espectador y fijadas en el tiempo, iconos integrados en el imaginario colectivo. En este sentido, tan clásico es Rothko como Picasso, Turner o Miguel Ángel a quienes se reconoce explícitamente o se intuye en fondos paisajísticos y/o arquitectónicos. Pero son clásicas, en la misma medida, las diversas efigies de Napoleón, Lenin o Hitler a quienes se permite situar en plano de igualdad, pues presentan comportamientos paralelos, para simultaneados en el tiempo, configurar su particular “Balcon de la Historia”.


A partir de aquí hay que prestar mucha atención a la intencionalidad que subyace en los resultados pues cuestionar lo establecido, ridiculizar situaciones, es un intento de subvertir valores y en cualquier caso, este discurso cargado de metáforas, sugerencias, juegos de jerarquizaciones y resemantizaciones donde lo grotesco, lo lúdico, lo absurdo y lo satírico hacen acto de presencia para dar pie a la crítica social y a la política, entre otros muchos cuestionamientos, es un aire fresco que aporta pedazos de rebeldía.


Al compás de este “carro de heno” tan particular desfilan, distorsionada la realidad, todos los estamentos sociales y hacen su aparición las pasiones individuales y colectivas para configurar un “jardín de las delicias” tan memorable, hilarante y apasionante como el homónimo.



Se equivocará profundamente quien se aproxime a estas imágenes, presididas por un agudo y brillante sentido del humor y las interprete como un mero entretenimiento y quien confunda una intensa reflexión, a partir de la pasión del artista por la pintura, con un divertimento intelectual y culto pues se trata de pintura y semántica en el más profundo sentido de las palabras y como ocurre en los procesos artísticos contemporáneos donde se utiliza la apropiación, la intertextualidad y la deconstrucción, los nuevos significados se convierten en intensos modos de reflexión sobre las cosas que atañen directamente a la colectividad».

Jaime Ángel Cañellas

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