Arte tribal africano


Por Don Quiterio
Fotos de Vicente Almazán

Tallas rituales, esquemáticas, geométricas. Tallas para el culto a los gemelos fallecidos. Tallas que representan los pechos, los ombligos, los genitales.

Esculturas de pequeño, mediano, gran tamaño. Esculturas protectoras del hogar. Esculturas como símbolos de maternidad. Esculturas de culto a los espíritus del bosque, a los antepasados. Esculturas sedentes para la protección de la familia. Esculturas que propician la felicidad.


Máscaras que se bailan en pareja. Máscaras que propician una buena temporada agrícola. Máscaras frontales en formas ovaladas. Máscaras como cascos. Figuras antropomorfas. Accesorios con púas. Taburetes soportados por cariátidas en posición erguida. Representaciones del mundo animal. Juguetes educativos. Muñecas para las niñas.

Cabezas coronadas por penachos puntiagudos. Cabezas con peinados que dividen el cabello en dos crestas simétricas. Cabezas realistas, inusuales, que incluyen fuertes rasgos parecidos a un retrato. Extraños postes de frentes prominentes, abultadas. Fetiches, al fin y al cabo, que proporcionan bienestar al poblado y éxito en la cosecha y la caza.

Hacía tiempo que no veía una exposición tan bien planteada, tan bien colocada, tan cercana a unos planteamientos rigurosos, estudiados, con unas placas informativas repletas de conocimiento y cariño. Unas esculturas variadas en sus formas y tamaños, algunas imponentes, otras minimalistas, que recogen tradiciones, mitos y costumbres de unas sociedades primitivas, paganas o religiosas, que hacen de sus artesanías verdaderas obras artísticas. Son piezas provinientes de Mali, de Burkina Faso, de Costa de Marfil, de Togo, de Ghana, de Nigeria, de Camerún, de Guinea Ecuatorial, de Mozambique, de Tanzania, de la república democrática del Congo, que proponen imágenes en defensa de la integridad del hombre y su afirmación de libertad, realizadas a lo largo y ancho de todo un siglo: el siglo XX.

Y en ellas apreciamos figuras femeninas, masculinas, andróginas, asexuadas, de pareja, de niños, de bebés, de antílopes, de jinetes, talladas en diferentes texturas: madera, hierro, piedra, barro, excrementos, fibras, elementos orgánicos, adornos corporales, bronce, cauríes, piel, latón, cuentas de vidrio, conchas, cuernos, pelo humano…

Organizada por dos especialistas en arte africano, los profesores David Almazán Tomás y Alfonso Revilla Carrasco, el centro Joaquín Roncal de Zaragoza ofrece esta extraordinaria exposición hasta el veintitrés de febrero, una cincuentena de piezas de gran belleza que muestra al público la riqueza y variedad de la talla en madera de varias tribus africanas y presenta las claves para orientar nuestra mirada hacia el arte tribal de un continente diversificado en numerosas culturas: dogón, bamana, mossi, lobi, marka, bozo, senufo, moba, ashanti akan, atyé, tikar, ife, yoruba, mumuye, kirdi, fali, bamileke, fang, kongo, mambila, luba, songye, makonde, zaramo y tantas otras etnias cuyas sorprendentes esculturas han enriquecido la historia universal del arte.

El arte tribal está al servicio de las ceremonias de las tribus. Muchas de estas ceremonias son ritos de paso o ritos de iniciación, que sirven para establecer la evolución de un individuo dentro de la tribu y el cambio de estatus, esto es, el paso de niño a adulto o el reconocimiento en algún tipo de sabiduría religiosa o técnica. En estas circunstancias se descubre la dimensión del arte africano por parte de las vanguardias artísticas. Es el caso de Paul Gauguin, que mezcla su pintura con el arte de los Mares del Sur, revalorizando nuestra percepción de lo primitivo. La influencia primitiva llega, con el tiempo, a los cubistas, los expresionistas, los surrealistas y muchos otros. “Picasso”, afirma David Almazán, “no hubiera sido Picasso sin el arte negro como modelo: ‘Las señoritas de Avignon’ son la prueba”.

Una gran exposición sobre la escultura tribal africana y el humanismo, sobre la vida y la muerte. No se la pierdan.

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