Poesía y Universidad

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Por Alfredo Saldaña
Profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Zaragoza

Quienes gestionan la actividad cultural en nuestra Universidad han decidido acabar con el ciclo ‘Este jueves, poesía’, que venía desarrollándose desde hace más de diez años con un presupuesto exiguo y una gran generosidad por parte de su coordinador, Nacho Escuín, y por el que ha pasado una parte representativa de la poesía española actual.

Con esta lamentable decisión, la Universidad de Zaragoza da muestra de una extraordinaria falta de sensibilidad hacia el lenguaje en libertad, la poesía, expulsándola más allá de los límites de su república ideal. En mi opinión, esa decisión –junto a otras adoptadas últimamente que manifiestan un desafecto estólido y supino hacia lo literario- ha de verse a la luz de algunos fenómenos relacionados con la deriva universitaria de estos tiempos sombríos. ¿Qué papel debería desempeñar en el escenario social actual una Universidad comprometida con el pensamiento? ¿Qué lugar podría ocupar la poesía en dicho espacio?

 

Son significativas las voces que alertan sobre el destierro al que hoy está siendo sometido el pensamiento crítico en la Universidad (comprobar esto es fácil: basta con echar un vistazo a los planes de estudios filológicos que se han implantado a la luz de Bolonia y ver la presencia de materias con un perfil teórico o con unos contenidos poéticos). Este modelo se está extendiendo en muchos centros de educación superior con fundaciones que entienden el trabajo universitario como una actividad al servicio de intereses empresariales y valoran la educación únicamente como una mercancía capaz de producir un conocimiento que genera plusvalías económicas. En esta fase, la Universidad produce conocimientos (filosóficos, literarios, artísticos) que no son rentables para el sistema económico y que llevan todas las de perder en un proceso que persigue el estrangulamiento de una educación crítica. Vamos hacia una Universidad desentendida de cualquier responsabilidad social y en la que podremos contemplar cada vez mayores fracturas sociales. La cuestión podría presentarse así: en una Universidad que ha renunciado a enseñar a pensar para enseñar a interiorizar las reglas, en la que la reflexión y la teoría crítica ocupan espacios cada vez más angostos, ¿qué papel puede desempeñar el pensamiento literario para que esos lugares ganen en amplitud? Creo que la poesía –al dialogar con otros saberes en territorios fronterizos o incluso en campo contrario y poniendo en tela de juicio la autoridad de su propio lenguaje- puede ofrecer respuestas que estén a la altura de la complejidad de nuestro tiempo.

Se trataría de activar una resistencia universitaria creadora, aliada con otras fuerzas que operan al margen de la academia y que hacen más habitable la vida en el campo social, organizada como un contrapoder frente a esas otras ‘figuras de la soberanía’ que no dejan de construir mundos que respondan a sus intereses. Ante un panorama como el que ya está aquí, una Universidad comprometida con la crítica y la cultura debería rebelarse contra el papel de formación de masas que desde el poder se le ha asignado y, al hilo de aquellas consignas más o menos libertarias de mayo del 68, luchar para que lo utópico y lo irrealizable designen espacios prohibidos y no horizontes inconquistables. ‘Este jueves, poesía’ ha funcionado como una isla de crítica, libertad y celebración de la palabra. Su eliminación representa una batalla perdida en este proceso transformador.

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