Crónicas delicuescentes: ¡Destruir!

Por Hildebrindo

     Agosto, el mes elegido por la gran mayoría doliente durante todo el año, como idóneo para saciar su carencia de ocio y, utópicamente, descansar, se puede tomar como objetivo a destruir, empezando a cambiar su preferencia lúdica por meses como octubre o abril, obviamente habiendo antes estudiado en profundidad la trascendencia que pudiera tener el Agosto. Veamos…

     El clima se queda como está. Destruimos las vacaciones masivas, los vuelos internacionales (sobre todo con siglas V.I.P.), trenes, autobuses, coches particulares ( el Jaguar, no, que lo usan los judíos, imprescindibles en la banca), valijas, todas las valijas, tablas de surf, patines, piolines, raquetas y pelotas…incluso las abrumadoras vestimentas del estío, de colores hirientes y hechuras imposibles, que conforman un peso inútil y falaz. Es conveniente llevar bañadores porque preservan la hombría. Destruir los tópicos inherentes a dicho mes como las palabras calor, gente, aburrimiento, soledad, y expresiones que contengan “por fin me voy”, “pronto hay que volver”, “ lo bueno se termina”…

    Destruir programas de televisión de contenido cultural, artístico, musicales, alegres, optimistas por el futuro, de pensamiento filosófico clásico, ¡ojo con Platón y Aristóteles!, de temas sociales tipo “La clave” de José Luis Balvin, (¿do están secuestrados?)

     Destruir el cine desde los Lumierére y Mélièr a los años 60, 70: a partir de ahí el glamour irrepetible se humedece, se resquebraja, y empieza el tiroteo, la balizada y los Ninja, que no saben hablar,..¡Pero cuidado!, porque, de vez en cuando, surgen filmes que valen el capitalismo entero, esto es, oro: y el oro, como el dinero, es insano, tipo “enfermedad nueva”, desconocida y peligrosa.

     Siguiendo con la televisión, ¡que no sirve para nada!, destruir anuncios dónde salgan mujeres, sea como anunciadoras de ropa exterior o como cocineras: el mundo es de los hombres ataviados con camisas blancas, peinados con pretendida sencillez, que no llamen la atención y aporten el estilo angelical requerido por el personaje, si existiera personaje. Las mujeres enviadas, también vestidas de blanco, se comieron a Heidi y se convirtieron en la mujer barbuda. ¡Feministas! (pronúnciese esta palabra con bastante desprecio). ¡Destruir a esas! Van a crear niños con defecto de forma intelectual, y si no, ya se encargaran ellas de deformarlos, para que juntos puedan destruir bancos, jardines floridos, libros escritos a la orden, carentes de impurezas y sin contenido, el sistema métrico decimal, y la “tercera parte de la humanidad”. La televisión es para que los hombres hablen de sus cosas nítidamente si les conviene. O de manera ladinamente críptica, si va a dañar su imagen de incorruptos, mientras ellas vapulean las mantas levantando en la arena de las plazas de toros polvo en abundancia, para ocultarle al buen aficionado que ha pagado su entrada, el toro ibérico. Afortunadamente hay gentes haciendo cola en espera de destruir y alguna cosa más Esto no es esplín, señores. Esto es la “madera más madera” que pedían los hermanos Marx en el oeste.

     Pero un Agosto, por aburrido y solo que te hayan dejado los incombustibles ansiosos de vacaciones, no te da tiempo suficiente para analizar los errores, ¿horrores?, de la provincia del destierro. No tienes ganas de filosofar mirando el agua marrón del río caudaloso, ni de proponer críticas ciudadanas o disertar acerca de la patria apátrida. Únicamente le gratificaría a uno, ¡destruir¡ Y uno sin moverse de la rivera del río, donde se ha puesto a refrescar, divisa desde aquí idóneos reductos, lugares donde se conservan costumbres o tradiciones pasadas (R.A.E.), material suficiente para el propósito, tal que el Palacio Arzobispal, la Casa Consistorial, la Lonja, la Seo, la Basílica del Pilar( buen cambio de Agosto a Octubre para destruir) y frente al Pilar, viene a la mente el Pasaje, sus nuevos pequeños empresarios (serán laicos?) y, sobre todo, sus tiendas de artículos religiosos de plata de ley, burguesas, de connotaciones mitómanas, que se apelotonan como objetivos a destruir. En fin, un apoteosis ideológico sustanciosamente destruible, sin tener que moverse para expropiar más lejos, en tierras regadas por tantas sangres mezcladas, ¡pues vaya usted a saber qué ocurriría! El lema es: destruir sin riesgo de ser descubierto; destruir limpia y ortodoxamente.

     Pero si aprendes a pensar por tu cuenta, a mirar los cuadros sin guía, visionar películas sin leer antes a los críticos de cine, cuando escuchas que casi todo está hecho trizas o a punto de pulverizarse, sin haber movido un dedo, no te queda para destruir más que a tu querido ego. Y eso es sagrado, intocable, genial, sensual. El ego es lo único que te da poder, y como lo sabes, cuidas tu ego con la transcendencia que da paso a la satisfacción, Pero entonces ya no cabe la sensación de destruir, se ha agotado en la palabra huera del mensaje sin destinatario.

     A pesar de la elucubración, el pensamiento no encuentra una deliberación contundente, lógica ni fiable. Tu continuas libando el alimento que por añadidura tienes delante y sacias el apetito de la verdad, mirando hacia atrás sin ira, porque la opción presentada como firme, se te antoja copia mala del desastroso comienzo catastrófico del génesis: fuego, mareas, terremotos… que aunque solo y olvidado en Agosto te hace renunciar a ser proclive a destruir.

Colofón Lírico:

Tienes que disponer

la praxis de tus ideas

alrededor de la gente

con palabras hermosas

como los poemas

alrededor de nada.

No tiene importancia

que estén hueras sus mentes

es nuestra primera excelencia

y la última.

Artículos relacionados :