Por Rafael Gabás Arcos
Si hay en el siglo XXI un director que analiza pormenorizadamente las sociedades actuales haciendo hincapié en sus aspectos más impúdicos y psicoanalizando sus patios traseros ese director…
…no es otro que Ulrich Seidl, quien además nació a 200 kilómetros de la localidad de nacimiento de Sigmund Freud.
Import/Export, su trilogía Paraíso (Fe, Amor y Esperanza) y ahora este díptico, Sparta y Rimini serían lo más destacable de su áspera, incómoda y truculenta filmografía. Sparta y Rimini se estrenaron conjuntamente hace un par de meses.
Richie Bravo es un decadente cantante sesentón de schlager (género musical de baladas pegadizas con ritmos facilones y letras de telenovela) que además de cantar, para sobrevivir debe hacer de gigoló para mujeres septuagenarias. El director complementa esta sórdida presentación con su hermano (que como sabemos tras ver Sparta es un pederasta que trabaja en un colegio) y su padre octogenario con demencia senil que vive en una residencia y es nazi. Tras enterrar a su madre en un pueblo de Austria vuelve a la ciudad de Rimini, sórdida y gris y en un momento dado aparece una treintañera que resulta ser su hija; A partir de ahí la vida de Richie Bravo, complicada de por sí, se complica un poco más.
Seidl viene a decirnos que nuestras sociedades tienen una primavera y un verano, plenos de vida, color, actividad y diversión como la ciudad de Rimini, pero también un otoño y un invierno decadentes, sórdidos y claustrofóbicos. Nos presenta a Bravo como una persona con fuertes antagonismos freudianos: Tiene una enfermiza y patológica necesidad de ser admirado, de ser deseado, de seguir siendo una gran estrella, pero por otro lado es un tipo fuera de lugar, con su outlook trasnochado, su alcoholismo irrefrenable y su patético instinto de supervivencia a costa de quien sea y lo que sea.
A Seidl no le interesan demasiado los sentimientos y las emociones, se limita a plasmar, a incomodar al espectador, algo que viene haciendo desde hace más de 20 años. Tampoco le interesa el cine con trasfondo social o la crítica simple y llana. Seidl va más allá con una ironía ácida y de difícil digestión. A lo largo de estos 114 minutos olvidémonos de la dulzura, la ternura o el amor: Excelente el antagonismo entre los sentimientos que manifiestan las canciones y los sentimientos muertos del presente. A lo largo de estos 114 minutos psicoanaliza con dureza nuestras autocomplacientes sociedades.
Percibimos a lo largo del film una magistral composición de planos (los largos planos fijos sin música hacen que el espectador “comparta” los momentos del protagonista) y manejo de cámara, tanto en interiores como en exteriores, así como a un extraordinario trabajo de fotografía de Wolfgang Thaler; magistral también la contraposición entre las hordas de jubilados con posibilidades y dinero que llegan desde el norte para divertirse y las hordas de inmigrantes sin posibilidades y sin dinero que están presentes por las grises, frías y desangeladas calles de Rimini.
Desde mi primer film mis películas generan controversias y siempre ha habido personas empeñadas en que dejase de hacer cine… Si hiciese películas que todo el mundo elogiase me preguntaría qué estoy haciendo mal. (Seidl)
Rimini es Seidl en estado puro, una mezcla entre Kaurismaki, Passolini y el propio Seidl en Paraíso Amor, sin perder ni un ápice de su propia identidad, cine entendido como posibilidad de cambio, fresco, dinámico y provocador y entendido también como un psicoanálisis de nuestras sociedades contemporáneas.