Desde el diván: ‘Mejor que el sexo’ , de Jonathan Teplitzky, 2000


Por José  María Bardavío

     Se exalta aquí la bañera como lugar de culto sexual porque la arquitectura del receptáculo auspicia, patrocina, invita, a la fusión (film dixit) del cuerpo desnudo del hombre y la mujer.

Título original: Better Than Sex
Año: 2000
Duración: 88 min.
País: Australia
Dirección: Jonathan Teplitzky
Guion: Jonathan Teplitzky
Música: David Hirschfelder
Fotografía: Garry Phillips
Reparto: David Wenham, Susie Porter, Kris McQuade, Simon Bossell, Catherine McClements

     La bañera supera a la cama como espacio para el goce. En tan exiguo espacio el agua emite sensaciones placenteras que promociona adhesiones subliminales, como si de Eros emanara una dulcísima miel que mantiene unidos, libados como concibió Platón, a los cuerpos de los amantes.

    La bañera es el espacio del amor original, la prolongación del útero. El lugar de la fusión perpetua antes de la separación andrógina que distanció  las dos partes de la naranja erótica. Y el salir de la bañera supone salir a la realidad de todas las discordias,  a la maldición del dividir el cuerpo andrógino de los orígenes. La bañera es el espacio exacto de la unidad original. La croqueta originaria. Y por lo tanto el laboratorio alquímico para devolverse al origen. La experiencia en la bañera es el néctar de Eros que nos devuelve a la indistinción original de los cuerpos hiperamantes a través de la copulación ad eternitas.

    Sólo después de salir de la bañera se dan ellos cuenta de que están separados, de que cada uno es mitad, es la mitad, y no forman ya parte de esa unidad dual platónica recuperada en la bañera. Pero lo cierto es que si las intenciones intelectuales son comprensibles y correctas, no lo es tanto el desarrollo formal de esta película inspirada en esa clase de revistas en donde el cuerpo lo es todo y el cerebro apenas existe.

    Un hombre y una mujer que acaban de conocerse deciden pasar la noche juntos. Ella, diseñadora de moda, tiene ubicado su estudio en un estupendo loft  en donde cocina, dormitorio, área de diseño, cuarto de baño, conviven sin tabique alguno. Un bello y sorprendente equilibrio entre espacio y sentido. Las cosas y sus sitios están ampliamente juntas. Probablemente, y en el mejor de los casos, una escenificación fabulada, objetal,  sobre la desaparición de los muros y tabiques de las inhibiciones que veremos corporalmente practicar a continuación. Y es que no debe de haber tabiques ni paredes para el deseo ni para el fluir de las pulsiones eróticas. Que cualquier deseo es válido, vale. Que todo es libidinalmente viable, que puede construirse una vida cotidiana erotizada a tope, y que ¡abajo las mamparas de las restricciones!

   Un par de días más tarde. Atención, repito: cuarenta y ocho horas más tarde, aparecen los primeros síntomas de agotamiento. Que dan paso a las confidencias. Y las emiten ellos dos  sin salir de la bañera, uno frente a la otra; las piernas  entrelazadas bajo el agua o sobre el agua, un  murmullo de roces corporales musicales tecleando sin cesar la superficie del líquido elemento, y sus burbujas. Pero  la convivencia se hace insoportable cuando el pie de ella se posa en el pecho de él mientras le cuenta que se ha  acostado (exactamente) con veintiocho hombres y tres mujeres. El relato apologético se prolonga un rato convirtiendo lo que parecía prometer algo, no sé el qué, en horterada monumental.

  Cuarto de baño y bañera suplen al cuarto de estar con sofá de toda la vida. Que la película sea australiana subraya esa disconformidad con los perímetros tradicionales, esa apertura hacia el infinito, las vastas extensiones sin fronteras espaciales de un continente que no deja de ser una isla descomunal. Bañera y desierto central sin sensación de discontinuidad. Él, por cierto, replica que se ha acostado <<con más de cincuenta; todo mujeres>>.

   <<¡Mira, mira, mira lo que tenemos aquí!…>> Cin (Susie Porter) inclina la cabeza por entre las piernas de Josh (David Wenham) y su boca desaparece bajo el agua. Al cabo de unos instantes vuelve a la superficie: <<Levanta las caderas>> – dice sonriendo- <<no soy un pez>>. Y así va pasando la tarde, del tercer día de autos, del segundo milenio, de la era eroticocristiana, en las antípodas.

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com/

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