Cultura del malestar


Por José Joaquín Beeme
 
      Por qué nos domina el descontento, la angustia, el miedo a la guerra… Hace casi 60 años Pasolini y Guareschi, desde posiciones encontradas, trataron de dar su respuesta, precisamente, a esas tres laceraciones, y lo hicieron escribiendo para la pantalla en un buscado de tour de force entre intelectuales diversamente subversivos.

   En un momento, apenas suturada la crisis de los misiles, en que el mundo temía ya el conflicto atómico.
 
   La Rabbia que Pasolini montó en 1963 a partir de los noticiarios Mondo Libero, unos 90.000 metros de película rodados en Italia, Checoslovaquia, Unión Soviética e Inglaterra, desde la guerra fría al milagro económico, da cuenta de ese Pasolini polemista pero de verbo siempre dulce y extrañamente profético cuyo centenario ahora celebramos. Y lo hace confiriendo a sus palabras una «voz de poesía», la de Giorgio Bassani, y una «voz de prosa», al micrófono Renato Guttuso. Cuando el productor Ferranti, un poco por estrategia comercial y otro poco por escrúpulo, confía en pleno montaje otra parte a Giovanni Guareschi («visión desde la izquierda y desde la derecha», como quería el agón político del momento), Pasolini inicialmente monta en cólera aunque más tarde acepta el envite. Una pelea, pregonará la publicidad, entre el diablo y el agua bendita. Sin embargo, oscurecida la contribución guareschiana durante décadas, ambas mitades han terminado independizándose y sólo hace unos años, para el festival de Venecia, Giuseppe Bertolucci probará a reconstruir el gajo hurtado al previsto largo de Pasolini.

    Rabia regresiva la suya, apostrofa Pierpaolo a Giovannino: los reaccionarios son enfermos que temen a la historia y a los que el mundo se les escapa, mientras eligen la mediocridad, siquiera sea áurea; puede respetarle como humorista, jamás como escritor. Por su lado el padre de Don Camillo, portavoz del hombre ordinario y del sentido común, no se avergüenza de sentirse monárquico y burgués y blanco, y abomina del mundo otro que su oponente marxista defiende.

    Entre metrajes de Sophia Loren, Castro, Juan XXIII, Eisenhower y Stalin, irrumpe el cuerpo lírico de Marilyn Monroe, la «hermanita más pequeña», que se había llevado consigo la belleza: polvo de oro suspendido entre el pavoroso mundo antiguo y el feroz mundo futuro. Ausculta Pasolini, en ese convulso found footage, el imparable choque de clases, la homologación cultural, la muerte del alma a manos de la insinceridad y la mentira televisivas, cómo la sociedad opulenta no distingue naturaleza de riqueza, y el coro griego (así vio John Berger el dúo Bassani-Guttuso, como una sola voz ancestral) alertando del general «eticidio» que aniquila cualquier atisbo de historia y de justicia: «el mal de la vida anda libre». Cierra La rabia un imaginario monólogo del cosmonauta Gagarin contemplando, allá abajo, la hermandad humana ensangrentada.

    Y yo pienso en la rabia de raíz resistencial, y por tanto revolucionaria, de Pasolini mientras sale de prensas nuestro libro-documento Pasolini raccontato, que reconstruye la maraña de su vida y de su muerte por boca de uno de sus «chicos del arroyo», hoy vigoroso anciano, que defiende su memoria viva desde su trinchera romana.

Fundación del Garabato

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