Los estrenos en los cines: Farhadi o la necesidad de hallar culpables


Por Don Quiterio

  ¿Se puede investigar la vida? ¿Es científica, empírica, la existencia, sus idas y venidas, sus éxtasis y sus socavones? Con ecos de cine de Antonioni, en las películas de Asghar Farhadi nadie es mejor que nadie.

      Todos somos perfectos en nuestras imperfecciones. O viceversa. No hay blanco ni negro. Todo es grisáceo, todos aciertan, todos se equivocan. Familia, adulterio, legado, soledad, risa, llanto y, sobre todo, el peso del ayer. El pasado. El cineasta iraní narra con minuciosidad, con exactitud, con la misma con la que dirige a los intérpretes, a los que obliga a ensayar durante meses, para examinar unas vidas. Pero la vida no se puede analizar, no es científica. La vida es un examen constante. Pocos directores como Farhadi para saber calcular la distancia perfecta entre sus historias y el corazón del espectador. Cuando esto sucede, el cálculo lo clava por completo.

  Porque Farhadi, a través de sus propios guiones, remueve sentimientos, dona emoción al hablar de los vaivenes, sobresaltos, zonas de luz y de sombra, mezquindades y generosidad, ocultación y sentido de culpa que convive con la naturaleza humana. De las mentiras y verdades que se entremezclan en función de las circunstancias y de situaciones al límite. Farhadi, ya desde sus principios en ‘A propos d´Elly’ (2009), despliega a lo largo de su filmografía su poderío sentimental para hablar, esto es, del pasado, de las huellas imborrables, de las simas de dolor y de pérdida detrás de la aparente normalidad, de la incertidumbre y del miedo, de la necesidad de hallar culpables, de complicidades sórdidas, de que la apariencia y la realidad pueden mantener una guerra ancestral, de secretos difícilmente confesables.

  Es ‘Nader y Simin, una separación’ (2011) un importante drama naturalista con personajes y conflictos cotidianos, una excelente radiografía, como el título indica, de una separación, la de un hombre ejemplar cuya existencia se rompe al recibir la petición de divorcio por parte de su esposa, al tiempo que un complejo retrato de la sociedad iraní. La galería de personajes está dibujada e interpretada con ecuanimidad y respeto humano para trazar el retrato de unos seres al límite –hombres y mujeres-, aferrados por una sociedad atemorizada en la que late una casi inevitable violencia subterránea. Un filme de imágenes apresuradas, pero certeras, con una puesta en escena milimétrica, que encierra a sus personajes en unos asfixiantes encuadres.

  El pasado, decía. Y, en efecto, así titula su película de 2013, otro excelente drama familiar sobre el peso del ayer que, al igual que en ‘Nader y Simin, una separación’, tiene un divorcio como incidente inductor. El protagonista se enfrenta (y nos enfrenta a todos) a un conflicto de culturas y de visión del mundo tanto ideológico como generacional. Un filme de sencilla pero ajustada puesta en escena, con una mirada de empática hacia todos los personajes, hondura de los diálogos, potente carga emocional cocinada a fuego lento y naturales interpretaciones, que trata de mostrar las elecciones que se imponen a cada uno y que cuestionan nuestros valores. Todos los resortes del melodrama funcionan como una hermosa y sensible sinfonía, llena de sutilezas.

  En ‘El viajante’, una producción francoiraní realizada tres años después, Farhadi combina admirablemente drama moral y thriller de venganzas, un filme que sigue la estela de los títulos anteriores en una narración minimalista en clave realista, con el subtema “teatro dentro del cine”, que acaso incurre en alguna simplificación al hablar de las relaciones humanas enmarcadas en una sociedad represiva. Es la historia de una joven pareja que se ve obligada a evacuar su viejo apartamento en Teherán a causa de un inminente derrumbe. Ambos forman parte del reparto de una producción teatral que representa la obra ‘Muerte de un viajante’. Sin duda, comparten una pasión: el teatro. Pero su vida cambia por completo cuando, después de mudarse a una construcción más reciente, la mujer es atacada y humillada en su propia casa.

  Después de su fallida incursión en el cine español con ‘Todos lo saben’ (2018), filme en el que el buen desempeño de los actores (Penélope Cruz, Javier Bardem, Eduard Fernández, Ricardo Darín) no logra salvar una historia demasiado convencional que en sus peores momentos bordea el folletín, Farhadi vuelve a recuperar su pulso en ‘Un héroe’ (2021), el relato de un tipo alelado y pusilánime –una suerte del Dostoievsi de ‘El idiota’- que está en prisión debido a una deuda que no pudo pagar. Durante un permiso, intenta convencer a su acreedor para que retire su denuncia. Y en esto encuentra azarosamente un bolso lleno de monedas de oro que podrá solucionarle la vida o restituir su reputación.

  Esta es la trama, emotiva e intensa, que cuenta Farhadi en ‘Un héroe’, su última película recientemente estrenada en las salas zaragozanas, un viaje narrativo cuya progresión dramática estruja el nudo corredizo de un interesante dilema moral en el que también intervienen cuestiones como las falsas identidades que nos forjamos a través de las redes sociales, que mezclan, tergiversan y convierten en deformado espectáculo lo real con lo falso. O lo decente con lo inmoral.

  Farhadi, apoyado en una elegante fotografía a cargo de Ali Ghazi y Arash Ramezani, sacrifica el misterio para poner el acento en la radiografía de una sociedad tan opresiva como la persa, como hiciera el gran Jafar Panahi en la memorable ‘Sangre y oro’. Lo que la gente piensa o lo que pueda opinar continúa siendo importante en Irán. Y aunque el filme de Farhadi no llega a su altura, porque se le va la mano con las desgracias y lo que nos afectaba acaba por no ser del todo creíble, con esos giros y golpes de efecto que solo consiguen la falta de lógica en los comportamientos y la manipulación melodramática, sigue siendo un orfebre del dilema moral, de la fatalista concepción de la vida.

  El filme, cercano al neorrealismo de ‘Ladrón de bicicletas’, lo protagoniza un soberbio Amir Jadidi, en el papel de un hombre honrado y humilde atrapado en los vericuetos de unas situaciones adversas que lo hacen dudar entre lo ético, lo conveniente, lo justo y las consecuencias y equívocos que ello le ocasiona. Un personaje comparable a Lamberto Maggiorani en la obra maestra de Vittorio de Sica. O al ‘Juan Nadie’ de Frank Capra.

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