Desde el diván: ‘Gary Cooper que estás en los cielos’ de Pilar Miró


Por José María Bardavío

       Andrea (Mercedes Sampietro) abre los grifos de la bañera y a continuación, al dirigirse al armario del dormitorio para elegir el vestido que se pondrá después del baño, suena el teléfono.

Gary Cooper que estás en los cielos   Pilar Miró, 1980

Lírica del grifo y el goteo
Título original: Gary Cooper, que estás en los cielos…

Año: 1981

Duración: 106 min.
País: España
Dirección: Pilar Miró
Guion:Pilar Miró, Antonio Larreta

Música: Antón García Abril

Fotografía: Carlos Suárez

Intérpretes: Mercedes Sampietro, Jon Finch, Carmen Maura, Agustín González, Víctor Valverde,Amparo Soler Leal, Alicia Hermida, Mary Carrillo, 

Es Mario (John Finch), su novio, que le reprocha algo mientras Andrea da unos pasos hacia la mesa del despacho:

<<¿Podías haberte despedido, ¿no crees?>> Andrea juguetea con el soldadito de plomo, y  luego con la cadena de oro que contempla mientras Mario decide por su cuenta la próxima cita:

<<Esta noche en el Ayuntamiento>>.

La cadena que unas horas más tarde Andrea dará a Bernardo (Fernando Delgado), y Bernardo la dejará sobre la mesilla (en  lugar de quedársela), cuando se lleven a Andrea en una camilla para una difícil operación ginecológica. 

    Al volver al dormitorio para elegir el vestido, se descubre desnuda en el espejo y se cubre con el traje como si la estuviera espiando una desconocida. Retira luego el vestido y sopesa con una  profunda mirada la incierta impresión de que su cuerpo le está engañando, le está jugando una mala pasada, que algo de ella se aleja de sí misma, como si su cuerpo no fuera ella, del todo suyo, un desconocido, dejando al descubierto una silenciosa e incierta conspiración.

     En esta excelente película, Pilar Miró reflexiona sobre ese cuerpo nuestro que conspira a nuestras espaldas, ese animal desconocido que surge desde dentro y que se llama enfermedad. Ese trastorno presentido es el sombrío atajo que emprende la perturbación, el mal desconocido, para llegar antes que nadie hasta la muerte. El cuerpo que se ennovia con la muerte para terminar en boda trágica total. El cuerpo de Andrea aparece en el espejo y le parece a ella la representación del misterio de la existencia atravesado de muerte por la flecha de la enfermedad. Un San Sebastián que el espejo barrunta tétricamente. Un reflejo que no es presente sino futuro, construido desde una premonición habitada en el presente. Lo que Andrea ve no es lo que está pasando, es lo que sin haber pasado todavía, sucederá. Por lo tanto, un fantasma que se perfila  estando desnuda mientras su mirada, como las flechas del santo, se clavan en la carne y llegan hasta la enfermedad agazapada y oculta.

    Contemplando su cuerpo ante  el espejo, lo palpa, lo toca, lo siente, lo indaga, lo acaricia. Y es la sensualidad la que marca ahora la diferencia entre el reflejo y lo reflejado. La sensualidad y el placer reinan por un instante. Pero la posibilidad de tratarse de un cuerpo enfermo, devuelve  la angustia que había desaparecido unos  instantes antes. Un cuerpo en quiebra interna que huye hacia la vida por el camino erótico mientras insinúa una cierta disponibilidad tanática, un ensimismado forcejeo amoroso con la muerte. Andrea se mira absorta, asombrada, reconociendo a duras penas lo irreconocible. Lo que siendo yo empieza a dejar de serlo. Permanece en superficie la belleza y la sensualidad  también esa leve promesa de maternidad en la ligera hinchazón del vientre, el bebé que –según dictamen médico irrevocable – traerá la muerte suya y la de su madre. Un bebé suicida y,  además, asesino de su madre.

   ¿Te vas a morir? ¿Me vas a hacer esa cabronada? Se pregunta a la sí misma escondida en sí misma.

   La secuencia termina en un plano que muestra la bañera casi llena, y el grifo  goteando  constituyendo un espléndido cierre de secuencia, un correlato simbólico verdaderamente espléndido:

    Al principio de la secuencia, Andrea abre los grifos de la bañera con la intención de darse un baño. Luego, interrumpe el bañarse a causa de los incidentes descritos: la llamada de Mario, el juguetear con el soldadito, la cadena de oro, la exploración del cuerpo, el regresar al cuarto de baño para bañarse. Pues bien, el agua que ha llenado la bañera, representa el tiempo transcurrido, la propia  vida de Andrea. El receptáculo vital se ha ido llenando imperceptiblemente y ahora está lleno. Y el gotear del grifo muestra la escasa cantidad de agua , de vida, que le queda a Andrea por vivir.

  Este final simbólico de secuencia, ratifica de manera muy eficaz y brillante  la proximidad de la muerte que Andrea acaba de barruntar al verse desnuda. Es decir, al verse de verdad, como si el espejo la revelara por fuera y misteriosamente también por dentro. El otro por dentro, es el reflejo contemplado por la Andrea real, la que está afuera. Esa percepción del agotamiento vital percibido extrañamente ante el espejo, lo resuelve a nivel de correlato objetivo y también a nivel de relato simbólico, la aparición final de la bañera llena y los grifos goteando pausadamente cerrando una secuencia magistralmente resuelta.

 

El blog del autor: http://bathtubsinfilms.blogspot.com

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