Cuerpo fragmentado

Por José Joaquín Beeme
www.fundaciondelgarabato.eu

    ¿Quiénes siguen esos reportajes escabrosos que se gozan en reconstruir el troceamiento de una prostituta a manos del empresario intachable? ¿Qué periodistas lo perpetran? Morbo es palabra corta, comodín;

    un alimento con este nivel de podre y bajeza sólo habla de una enfermedad del espíritu que se arrastra entre muchos, y que infecta exponencialmente según las televisiones andan a la rebatiña para lograr el espectador más monstruoso. De siempre han fascinado los cuerpos a pedazos: Méliès en su birlibirloque de cabezas y brazos y otras desapariciones anatómicas no hacía sino reeditar los trabajos de Isis-Isolda juntando los miembros de su amado Osiris para devolverles el vigor perdido. Un temor ancestral a la desintegración, a multiplicaciones incontrolables, explotado por todos los poderes que han recurrido y recurren a la tortura y muerte de sus detenidos: ¡cuánta negra imaginación en la práctica del descuartizamiento, desde caballos hasta naves océanas tirando para los cuatro puntos cardinales! Como si quitar la vida no bastase, necesita el verdugo desmembrar, separar, desordenar el precioso puzzle, conjurando la menor posibilidad de que el sujeto así roto vuelva nunca a recomponerse, a vivir como una entidad autónoma. Ésta es la oscura obra, también, del asesino de mujeres: no sólo ocultar la prueba flagrante de un crimen que sistemáticamente se borra de su memoria, sino, con fría consciencia, vejar aún y apartar lejos las carnes muertas de su delirio.

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