El cine antes del cine (Exposición sobre la prehistoria del cinematógrafo) / Don Quiterio


Por Don Quiterio

 

    De todas las aventuras humanas, pocas habrá tan creativas y electrizantes como la del llamado Séptimo Arte. Se inicia en París, en 1895, cuando los hermanos Lumière exhiben su invento: una aparato proyector que, al pasar las distintas partes de una secuencia fotográfica con rapidez, consigue el milagro del movimiento.

    Con “La salida de los obreros de la fábrica Lumière”, en efecto, se hace posible un viejo sueño de la humanidad: narrar historias por medio de imágenes. Son sesiones cinematográficas de apenas un minuto de duración con las que la audiencia queda seducida, subyugada, porque los hermanos Lumière, primero, y después los hermanos Pathé, tienen la intuición de sacar sus cámaras a la calle para mostrar precisamente el espectáculo de la vida: obreros saliendo de las fábricas, niños comiendo, escenas de la playa…



    Los inicios del filme, en el cual el arte y la técnica se hallan relacionados entre sí de una forma única, proceden de los juegos ópticos de tiempos más antiguos. En América es Edison, en Inglaterra Friese Greene, en Alemania Skladanowsky y en Francia Lumière, con cuyos nombres se asocian estos inicios, sobre todo a la aparición de esta revolución artística. Inventos curiosos, luchas de competencias, espíritu de investigación y expectación, casos de suerte y decepciones son los elementos de este drama poco corriente. El general austríaco Uchatius, que produce las primeras imágenes móviles (y, además, inventa también cañones), termina su vida suicidándose. El británico Friese Greene acaba en la cárcel, mientras que el millonario Eastman, que industrializa las bandas de película, se suicida. Otro inventor, Le Prince, desaparece sin dejar huellas con todos sus aparatos en un viaje por Francia –un caso criminal jamás aclarado-. Reynaud, uno de los más importantes pioneros, cae en la melancolía, hunde todos sus aparatos en el Sena y termina en el manicomio.



   ¿Quién es el inventor auténtico del cinematográfo? Ésta parece ser la pregunta de la exposición que hasta finales de abril se puede visitar en el centro Joaquín Roncal de Zaragoza y que quiere explicar los inicios de la diversión antes de que hubiera electricidad. El recorrido por estos ingenios precinematográficos se explican en quince paneles y con réplicas de las máquinas para que el espectador pueda manipularlas. Así, la muestra se detiene en el teatro de sombras, la cámara oscura, la máquina de Lavater del siglo XVIII para dibujar siluetas, la linterna mágica y ese cine de mano a base de librillos con imágenes consecutivas en sus páginas que se animan y cobran vida. Son una treintena de máquinas y piezas originales que pertenecen a la colección particular de Stella Ibáñez y Francisco Boisset.



     La historia primitiva de la cinematografía empieza en 1832 con el “fenaquistoscopio” de Plateau y el “estroboscopio” de Stampfer. Dos años después aparece el “zoótropo” de Horner. En 1877 Reynaud desarrolla el “praxinoscopio”, en sustancia un perfeccionamiento del “zoótropo”. La cinematografía se basa técnicamente en el fenómeno de la inercia de la visión, es decir, en la capacidad de nuestra retina de retener la imagen de un objeto una fracción de segundo después de su desaparición. Estos cuatro aparatos aprovechan dicho fenómeno para rehacer un movimiento a partir de imágenes aisladas en paso contínuo. Todas las formas posteriores y más complicadas del filme tienen su origen en estos inventos.

    En la exposición, que incluye cinco pequeños talleres para escolares, se pueden ver dos proyecciones. La primera es el cortometraje de animación “Buñuel y la linterna mágica” (2010), que recrea una sesión de linterna mágica ejecutada por un gamberro niño Buñuel en su Calanda natal, a la manera de una película antigua de cine mudo con dibujos de José Luis Cano y dirección de Javier Espada. La segunda proyección es un documental sobre la forma de trabajar de la pionera alemana Lotte Reiniger y una de sus películas de animación, “Las aventuras del doctor Dolitte: el viaje a África” (1931).

    Ya Platón nos habla de una caverna en cuyo fondo se proyectaban las sombras de los que se movían en su entrada. También los chinos, algunos milenios antes de Jesucristo, aprovecharon la propiedad de la luz y la sombra y nos legaron aquel juego que todos los muchachos conocen y al que, debido a su origen, se dio el nombre de “sombras chinescas”. Desde aquellas primeras imágenes de los Lumière hasta hoy, el Séptimo Arte ha contado, asumido y explorado absolutamente todo sobre los seres humanos, desde sus gestos más espectaculares hasta sus sentimientos más íntimos, pasando por sus más avanzadas conquistas técnicas. Y es que con el cinematógrafo nace un nuevo arte que, como todas las artes, habrá seguido el mismo camino: empezar siendo intrascendente para convertirse en ejemplo estético de nuestro tiempo.

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