Un mal día / Andrés Sierra


Por Andrés Sierra

 Andaba paseando tranquilamente por la calle San Miguel. En la acera, delante de mí estaba una paloma, picoteando en el suelo.

   Yo tengo la costumbre en el caso de ver una paloma, de dar un pisotón fuerte para que la paloma se asuste y eche a volar.

   Es una cuestión de rememorar mi niñez, tal vez una fuerte carga de nostalgia. Cuando me llevaban a la plaza del Pilar y había decenas de palomas, todas juntas, picoteando en el suelo comida para palomas que la gente compraba.

   Yo (y otros niños también) nos lanzábamos a correr hacia el grupo de palomas y al llegar cerca, las palomas emprendían el vuelo, todas a la vez, cada una en diferente dirección. Eso era para nosotros un espectáculo impresionante. De ahí mi costumbre de dar un pisotón sonoro cada vez que a mis pies hay una paloma, recordando mi niñez.

   Ese día, en la calle San Miguel, a partir de ese momento empezó a ir mal, la paloma emprendió el vuelo pero hacia la calzada, y casi a ras del suelo, con tan mala suerte para ella justo cuando pasaba un coche y la atropelló. Por supuesto no era mi deseo ni por asomo. Pensé que era una paloma torpe, o sin reflejos o que no se enteraba de que estaba en una ciudad, al fin y al cabo era una paloma urbanita.

    A partir de ahí aún fue peor para mí, detrás, a unos pasos, una persona se había fijado en la actitud del pisotón y por supuesto el desenlace siguiente. Por casualidad –mala casualidad-  pasó un coche de policía, y la persona observadora hace parar a los agentes del orden y les indica todo lo sucedido.

     A continuación me llaman los agentes y me dicen que me ha puesto una denuncia la persona que iba detrás de mí. Maldita suerte la mía, resulta que esa persona era una animalista radical. La denuncia era por haber inducido a la paloma a un suicidio involuntario.

     Y aquí estoy yo ahora pendiente de un juicio y evidentemente de una multa. Espero que no haya cárcel por lo menos.

    De cualquier forma yo seguiré dando pisotones cuando vea una paloma delante de mí, no dejaré de recordar mi niñez. Eso sí, estaré precavido y antes de dar el pisotón para que la paloma vuele, miraré bien alrededor por si hay alguien, no vaya a ser que tenga mala suerte de que haya una persona animalista radical.

    Ciertamente fue un mal día para mí.

   ¡Por supuesto para la paloma también!.                                                        

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