Baba de caracol / Dionisio Sánchez


Por  Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano

elpollo@elpollourbano.net 

   Tanto tiempo de pandemia, tanto perímetro, tanto confinamiento ahora poco, mañana mucho, pasado toque de queda a las ocho…

…  aunque tal vez si nos portamos bien nos dejarán hasta las doce, tanta mascaruta y tanta insistencia en el rankin diario de muertos, de contagiados de aplicaciones para conocer la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), la insistente difusión de las tasas de mortalidad (que no es lo mismo que la de letalidad) nos están volviendo tarumbas y, cada día, un poco más escépticos de modo y manera que hasta se  nos olvida   ponernos el barbijo azulete o la mascarilla quirúrgica.

    En un bar del barrio de la Magdalena, una artista que se nombra Maskedivina ha organizado una exposición de  estos objetos, debidamente decorados. (https://www.elpollourbano.es/exposiciones/2020/10/exposicion-inapropiada-de-maskedivina-en-el-vinagres-rock/ 

       Amén de que no hay escaparte que se precie que no  nos sorprenda con una variopinta muestra de las habilidades, colores y diseños con los que se ha inundado el mercado de los tapabocas, hasta hace cuatro días, de uso solamente médico. Ahora, hasta el más tonto puede entablar conversación recordándonos que las hay higiénicas y son, por tanto, solidarias, aunque pueden ser, a su vez, reutilizables o no según cumplan las normas UNE 0065-2020 o UNE 0064-2020, respectivamente.

      Otras que fueron diseñadas inicialmente para que, durante una operación quirúrgica, el médico no contaminara al enfermo y se protegiera de salpicaduras o sangre. Por tanto, son una protección de dentro hacia afuera (como las higiénicas), pero de fuera hacia adentro solo ofrecen una protección parcial, no total. Lo normal es que no se usen más de 4 horas. El listo de la tabarra de barra de bar (si es que nos dejan estar ocodados en ella) puede, además, asegurar que estas, llamadas por el común “quirúrgicas”, no son recicables.

    Si en la conversación se introduce algún experto (que los hay y a patadas) nos puede ampliar que  las mascarillas quirúrgicas, habitualmente de color azul celeste, están hechas de un material llamado “tejido no tejido”, una especie de  fieltro formado por fibras enmarañadas fabricadas con polímeros de polipropileno, de muy poco peso específico. Éstas dejan pasar el aire, pero no ciertas partículas, por lo que son excelentes filtros. Esta explicación merecerá que el grupo se meta otra ronda de cervezas para seguir ahondando en la vida y milagros de las mascarillas ya que –seguro- aparece otro sabio que nos expondrá  las virtudes de las “Epis” o mascarillas autofiltrantes (FFP2 y FFP3) y que son las recomendadas para el personal sanitario o aquellas personas que que vaya a entrar en contacto estrecho con la respiración del contagiado de Covid-19. Estos bozales actúan de barrera de protección en ambos sentidos. Si lo indica con una “R” son reutilizables. Si pone “NR”, no lo son.

    Pero no podemos terminar esta charrada de vermú dominguero sin prestar atención a las grandes olvidadas: las antipolvo o caseras de toda la vida que no tienen la eficacia de protección exigida para obtener el certificado de protección bacteriana (superior al 90%) o de respirabilidad. Aunque las hábiles amas de casa suelen colocarle un  filtro renovable en el interior, con lo que la mascarilla se convierte en la funda que recubre el filtro homologado que sí actúa como barrera.

   Pueden, así mismo, emplearse para confeccionarlas diversos tipos de tejidos: poliéster/algodón, algodón 100% o poliamida. Y si se quiere rizar el rizo y  obtener el certificado de cumplimiento de la norma UNE 0065, deben tener una eficacia de protección bacteriana superior al 90% y una respirabilidad inferior a 60 Pa/cm2 (Presión de superficie). Estas mascarillas se pueden lavar con detergente normal y agua a temperatura entre 60º y 90º (en un ciclo normal de lavadora)

-Anda chaval, que ya te vale ¡La chapa que nos has dado con las mascarutas de los cojones….! ¡Pon otra ronda, camarada, menos al chapero que, a este paso, nos a volver tarumba con tanto rollo mascarillero!

-¡Lo siento, chavales….! Pero es que esto de la pandemia me está dejando el cerebro convertido en baba de caracol….Por cierto, chavales ¿Sabéis que la baba de caracol es un componente procedente de los caracoles rico en proteínas, ácido hialurónico y antioxidantes y que esta  secreción fluida permite preservar la vida del animal, por lo que se puede  trasladar las funciones de reparación y regeneración a la piel de las personas?

-Tira a cascala, que ya te vale!

       ¡A caballo! ¡Yihiiiiiiii! ¡Salud!

Artículos relacionados :