No hay mal que dure 100 años / Jorge Álvarez

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Por Jorge Álvarez Pieroni

     El 22 de noviembre pasado los argentinos teníamos una cita: elegir al Presidente en un ballotage. De un lado, un ex vicepresidente del fallecido presidente Néstor Kirchner puesto a dedo por la viuda de este señor y por el otro Mauricio Macri, candidato de Cambiemos una coalición de su partido, el PRO con la Unión Cívica Radical y el apoyo de una luchadora de mil batallas como lo es la dirigente Lilita Carrió.

    La confianza que se olía, que se palpaba entre los ciudadanos se vio reflejada en las urnas que consagraron al líder de Cambiemos como el nuevo Jefe de Gobierno.

  Hartos de estar hartos de un gobierno con signos fascistas y con ansias de perpetuarse en el poder como otros impresentables mamarrachos de la región y del Caribe esta opción fue creciendo conforme se acercó el momento crucial. En un escenario hostil y surrealista, por momentos, plagado de intrigas y fraude a tal punto que en las ciudades fronterizas con el Paraguay votaban, con documento argentino, miles de ciudadanos de esa nacionalidad en favor del candidato que aseguraba la continuidad y por el “servicio” se hacían de unos 20 euros.

     Piense un momento en la gravedad de la situación: portugueses inclinando la votación en Extremadura o cientos o miles de personas que por unos 15 euros cambiaban su domicilio para sufragar en otra ciudad donde el candidato estaba abajo en las encuestas. De ese tenor podría contarles cientos de fraudes.

     Pero lo importante es que, usando una figura del fútbol para ponerlo más claro, aun a sabiendas de que perdíamos el partido desde el vestuario la necesidad de aferrarnos a la ilusión de un mañana mejor dio vuelta el resultado. Hay motivos para celebrar.

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