II El marxismo como antídoto y método para superar el capitalismo / Manuel Sogas

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Por Manuel Sogas 

   Los economistas e ideólogos burgueses con sus diferentes etiquetas de denominación de origen y los medios de comunicación a su servicio, se empecinan en proponer soluciones a la crisis, sin considerar en absoluto cual es el origen de la misma ni qué mecanismos la engendran.(Parte del libro en preparación, La crisis de 2007, Apuntes para la Nueva Revolución Social, de Manuel Sogas Cotano)

    En realidad no pretenden solucionar crisis alguna, sino encontrar fórmulas para que los grandes capitales obtengan la tasa de ganancia g´ al nivel necesario que les permita el crecimiento permanente de los mismos.

   Por lo tanto, aquí no se trata de buscarle remedios al capitalismo para prolongar su agonía, sino de sustituirlo por el socialismo mediante la Nueva Revolución Social que se propone.

   La formulación del materialismo dialéctico es, por un lado, fruto de la reelaboración radical de la filosofía hegeliana y de la superación de la unilateralidad del materialismo de Feuerbach y, por otro, resultado de un profundo análisis de los colosales avances de las ciencias naturales durante el siglo XIX.

    Es la consecuencia y producto de más de una década de amplios  e intensos estudios, observaciones, reflexiones, trabajos, etc., acerca del pensamiento de los hombres más prominentes habidos hasta esa época y de los hechos sociales y nuevos descubrimientos de la naturaleza que la ciencia del momento va poniendo antes sus ojos acerca de la naturaleza, todo lo cual someten a una rigurosa crítica que no tiene ningún objetivo establecido previamente, excepto el de conocer profunda y objetivamente las realidades, hechos y acontecimientos que estudian, después de lo cual proceden a establecer sus conclusiones, hipótesis, leyes, teorías que indefectiblemente llevarán a la práctica para verificar su validez o no, de donde a su vez volverán a extraer nuevas teorías, hipótesis, etc.

    La obra clásica del marxismo es el libro El Capital de Marx, el  libro que debe ser leído y, sobre todo entendido, obviamente, por los propios marxistas en primer lugar; por cualquiera que se declare de izquierdas, o que sin declararse como tal proclame la necesidad de presentar una alternativa al sistema capitalista. Y  por supuesto, el primer libro que debería ser leído por cualquiera que se proponga criticar o refutar al marxismo.

    Sin embargo el marxismo no es una teoría política, sino un método universal de conocimiento de la naturaleza que tiene una forma determinada de concebir la sociedad, en la que no considera sus distintas partes independientes unas de otras, sino interrelacionadas, constituyendo  una totalidad, cuya totalidad en absoluto tiene el carácter de totalitarismo político (fascismo) que gratuitamente le otorgan los economistas e ideólogos burgueses, sino que considera al mismo tiempo las tres partes en que se constituye cualquier tipo de sociedad, antigua o moderna, capitalista o no: la economía; la política y la ideología, para cuyo conocimiento y comprensión se fundamenta en la dialéctica moderna basada en la ciencia (materialismo histórico) y en la filosofía (materialismo dialéctico) fundada por Marx y Engels, que es lo que se conoce, muy mal por cierto, como el marxismo.

    Y El Capital no es un libro de economía ni de historia económica tal y como lo han venido presentado y continúan haciéndolo los economistas e ideólogos burgueses al servicio de los grandes capitales, simplificándolo, tergiversándolo, deformándolo y criminalizándolo como si fuera algo perteneciente a la prehistoria de la economía y propio de arcaicos seres diabólicos y sin alma.

    Por su propia naturaleza el marxismo es complejo y difícil de entender, por consiguiente, requiere de fuerzo y trabajo personal. A la propia dificultad que constituye en sí mismo se añaden otros elementos, fundamentalmente ideológicos, que vienen a complicar su comprensión y que nada tienen que ver con el marxismo. En primer lugar, no se enseña en ninguna escuela o cátedra, y en segundo lugar, porque de entrada antes de empezar a estudiarlo hay que comenzar por limpiarlo de toda la ponzoña intelectual que han echado sobre él de forma deliberadamente premeditada y calculada los ideólogos burgueses, valiéndose de los errores cometido por la izquierda política, tanto a nivel teórico como práctico,  cuyos errores los ideólogos burgueses consideraban y atribuían como dogmas indiscutibles de obligado cumplimiento por parte de la izquierda.

   La complejidad que ofrece El Capital para su lectura y comprensión es manifiesta. Tanto es así que en carta de Engels a V. Adler fechada el 16 de marzo de 1895, cuyo texto integro puede verse en el anexo III, le da indicaciones para comprender El Capital: “… Puesto que quieres estudiar a fondo El Capital II y III, voy a proporcionarte algunas pistas para facilitarte las cosas… De esta forma, si estudias a fondo lo esencial que te he señalado…, tendrás una visión general del conjunto y después podrás trabajar con más facilidad los pasajes que has dejado aparte…”

    Otras causas objetivas, como por ejemplo, que las Tesis sobre Feuerbach y la Ideología alemana, obras que resultan imprescindibles para la completa y profunda comprensión de El Capital, no fueron publicadas hasta 1.924, ochenta años después de que la dialéctica marxista fuera instaurada, también han contribuido en muy buena medida a dificultar la comprensión  y difusión del marxismo.

   También dentro del propio campo político de la izquierda, aunque cabría poner más de un reparo a denominarla de esa forma, y todos los reparos pasibles a que fuera denominada marxista, se levantaron barreras ideológicas y políticas para que determinadas obras de Marx no llegaran a manos del minoritario mundo de los “intelectuales, como por ejemplo, en Francia, donde las editoriales “… de filiación comunista han evitado la publicación de ciertas obras del joven Marx (prácticamente todas)…, (o de) de las “depuraciones” de los PP.CC. (partidos comunistas)”.

   Y lógicamente, los ataques llegados directamente del secular campo enemigo, el capitalismo, para hacer incomprensible al marxismo, en aras de lo cual gastaron ingentes cantidades de recursos con la intervención directa de los diferentes Estados y gobiernos, con epicentro en los Estados Unidos de América, poniéndolos a disposición de los economistas e ideólogos burgueses, prensa, editoriales, radio, televisión, etc., para descalificar y calumniar al marxismo (pero que no han logrado refutar el fundamento de ni una sola de sus teorías), aprovechando por un lado las dificultades objetivas propias del marxismo para su comprensión; y por otro, tomando partes del mismo para hacerlas un todo y referirlas a hechos concretos sacados de su contexto y del tiempo en que se produjeron, para extraer conclusiones que no correspondían,  o cambiar el sentido de lo que decían, o simplemente, la sencilla descalificación gratuita que llegando a veces a ser de lo más grotesco y ofensivo, pero no al marxismo, sino al sentido común.

    A pesar de ello, “Se puede leer El Capital de la siguiente manera: como una teoría de la economía política del modo de producción capitalista. Se empezará por la infraestructura, se examinará el proceso de trabajo, se distinguirán las fuerzas productivas y las relaciones de producción, se analizará la mercancía, el dinero, la producción, la renta, la ganancia, el interés, la baja tendencia de la tasa de ganancia, etc. En resumen, se descubrirá tranquilamente en El Capital las leyes de la economía capitalista. Y cuando se haya (habrá en el original) terminado este análisis de los mecanismos económicos se agregará un pequeño suplemento: las clases sociales, la lucha de clases… Una lectura de este tipo, una interpretación de este tipo de El Capital son una deformación grave de la teoría marxista: una deformación económica burguesa. Las clases sociales no están al final de El Capital, están presentes del comienzo  al fin de El Capital…”.

   Todo lo referido de forma sumaria son elementos que han contribuido no sólo al desconocimiento del marxismo a niveles generales, sino que incluso ha llegado a determinados círculos intelectuales, deformándolo, simplificándolo y descalificándolo, hasta convertir el instrumento de conocimiento para la transformación social más valioso conocido (cuando se conozca) y efectivo al servicio de toda la humanidad en algo  inservible, y además, como enemigo del individuo, porque atenta contra la libertad individual, la propiedad privada y la familia, lo cual no puede ser ni más disparatado ni más alejado de la realidad.

    Esta prevalencia de lo ficticio y falsedades con respecto a la verdadera naturaleza del marxismo, se explica a través de la estructura ideológica creada y sustentada por el propio modo de producción capitalista, como el pilar básico de su sustento económico y político, mediante lo que Hans Magnus Enzensberger denomina “la manipulación industrial de las conciencias”.

    Dice este autor que “el pauperismo material es sustituido por uno inmaterial cuya manifestación más patente es la desaparición de las facultades políticas del individuo: frente a una masa de indigentes políticos por encima de los cuales puede incluso ser decidido el suicidio colectivo, esta minoría cada vez más reducida de políticos omnipotentes. Hacer que la mayoría acepte y aguante voluntariamente esta situación constituye el cometido más importante de la manipulación industrial de las conciencias”.10 “Y esta irracionalidad como norma fundamental del sistema, lesiva y contraria a los intereses de toda la sociedad en general, es lo que en definitiva pretenden justificar los ‘nuevos‘ teóricos con toda su sarta de simplezas, para lo cual, mediante su particular punto de vista intenta retrotraernos a primeros del siglo XIX, cuando menos, en nombre de una supuesta ‘modernidad‘, de manera que el método más riguroso, objetivo y científico de análisis y de conocimiento de la sociedad presente y pasada como es el marxismo, en sus manos queda reducido a un eslogan que suena a latón” ..

    Marcusse viene a corroborar las afirmaciones de Hans Magnus Enzensberger,  en su libro “El hombre unidimensional” basado en un estudio de la sociedad americana de principios de los setenta del siglo XX. En dicho libro lo que viene a decir, es que el sistema capitalista ha desarrollado tanto sus valores, y ha des concienciado al ser humano de tal manera respecto a su verdadera dimensión, que incluso la más aguda crítica es capaz de asimilarla y de convertir sus argumentos contra el sistema en elementos positivos de vigorización y consistencia del propio sistema.

    Constituye un hecho incuestionable que la falsedad que los economistas e ideólogos burgueses han logrado establecer como cosa cierta en la sociedad con respecto del marxismo ha tomado cuerpo, y hasta tal punto ha tomado cuerpo, que seguramente una de las mentiras más redondamente construidas en la que más medios y recursos de todo tipo se hayan utilizado en su construcción y, en su mantenimiento, sea la versión dada del marxismo por los mercenarios economistas e ideólogos burgueses en su más variopinta diversidad.

   Algunos reputados intelectuales  burgueses como Mario Augusto Bunge (M. A. B.), físico, filósofo de la ciencia humanista Argentina, al que citamos como uno de los críticos laureados del marxismo, que ni siquiera es el que más disparates dice acerca del mismo, no le podríamos acusar de iletrado, dado el número de títulos universitarios que posee y la cantidad de libros publicados que tiene evidentemente no se le puede acusar de ignorante a palo seco, pero sí como un redomado y completo ignorante perfectamente ilustrado con respecto del marxismo.

    Hay que suponer, cuya suposición se hace por concederle de entrada algo a favor, que M.A.B. no se ha leído absolutamente nada de Marx, puesto que de haberlo hecho y no haber entendido ni una sola letra, la gravedad de ello sería mayúscula, imposible de calificar, puesto que M.A.B., no se puede pasar por alto, es filosofo. O al menos cobra por ello.

  1. A. B. fue entrevistado por José Gabriel Chuecadel diario Perú 21. “En sus declaraciones (M.A.B.) se refirió en duros términos contra Carlos Marx, mencionando algunos datos que muchos no conocíamos: “Marx no fue a ninguna universidad”, afirma”.

    Que Marx fuera o no a la universidad es un dato absolutamente irrelevante que nada dice ni a favor ni en contra del marxismo, no obstante, M. A. B. toma este dato como una de sus bases argumentales contra el marxismo, lo cual no es óbice para que ello constituya una monumental y grosera afirmación, luego esta tesis de partida queda refutada antes incluso de empezar a razonar sobre ella:

   “El examen atento –escriben los editores de Cartas sobre El Capital de Marx y Engels– del esbozo autobiográfico que constituye esta correspondencia seleccionada, no nos presenta a un turbulento activista, sino más bien un escrupulosos erudito: Marx era efectivamente doctor en filosofía en Alemania, experto reconocido tanto en filosofía económica como en historia contemporánea, abocado siempre a aprender cosas nuevas con una curiosidad de enciclopédico: estudia agronomía, sigue cursos de tecnología, quiere conocer las nuevas técnicas de agroquímica o el último código celta descifrado por los arqueólogos. Además de alemán lee directamente latín, griego, francés, inglés y ruso, que comenzó a estudiar a los cincuenta años”. De seguir este razonamiento tendríamos que advertir con prontitud a los estudiantes de Filosofía, Historia o Química que dejen de estudiar tales materias, porque  Platón o Epicuro, Cicerón o Lavoisier,  jamás pisaron, ciertamente, el suelo de ninguna Universidad, y  a continuación descalificar inmediatamente todas las obras de Engels, porque este pudiendo haber ido a la Universidad ni siquiera terminó sus estudios en el Liceo. Todo lo cual viene a demostrar la solemne majadería utilizada por M. A. B. como uno de sus argumentos contra Marx, que como es manifiesto, no consiste en crítica filosófica alguna, sino en un intento de descalificarlo personalmente, que por otra parte, es el método que generalmente suelen utilizar los intelectuales de pega burgueses contra Marx, el marxismo, los marxistas y todos aquellos, sean o no marxistas, que osen criticar o poner en cuestión el sistema capitalista.

    Los que sí han ido a la universidad, y algunos con magníficos expedientes académicos e incluso obtenido algún Premios Novel, han sido muchos de los economistas burgueses, filósofos, sociólogos, etc., que fueron incapaces de prevenir y evitar la I Guerra Mundial; la II Guerra Mundial; los millones de personas refugiadas que han tenido que abandonar sus pueblos; los millones de personas que pasan frío en los inviernos; las decenas de miles de niños que en España, por ejemplo, no tienen una alimentación adecuada; que hoy estamos bastante más cerca de una III Guerra Mundial que del disfrute generalizado de las riquezas que producen los trabajadores, que son los únicos que la pueden producir. Incluso el propio M. A. B. ha ido a la Universidad y se muestra incapaz de ejercer su oficio, que como filósofo es criticar filosóficamente a otros filósofos, y no acudiendo chabacanamente a la unilateralidad y a la simpleza mental para justificar las descalificaciones personales a Marx, que como es bien sabido (y M.A.B. debería saber), la unilateralidad y la simpleza mental, según Ortega y Gasset, que nada tiene de marxista, constituye la esencia filosófica del fascismo. Claro que de esto no dice nada el ignorante ilustrado M.A.B. con respecto del marxismo.

   Tonterías de este calibre no faltan en la crítica de M.A.B a Marx, aunque bien es verdad que también existen otras con cierto barnicillo filosófico superficial, como por ejemplo, cuando afirma en la entrevista mencionada que: “Otro (de los inconvenientes de Marx) fue su acercamiento a la filosofía de Hegel, abstrusa y absurda”. Negarle el mérito a Hegel de haber llevado la filosofía burguesa a la cima de su completa madurez, haciendo que alcanzara  límite de todo lo que podía dar de sí la filosofía idealista, por ser propio de un completo ignorante, también a este respecto, ni siquiera merece el menor comentario para no perder el tiempo absurdamente.

    Efectivamente, Marx se acerca a Hegel, lo mismo que a Feuerbach, y lo mismo que a otros filósofos y economistas anteriores él para aprender de ellos y entender y poder explicar las cuestiones que estudia, lo cual no puede sino informar positivamente de la seriedad y rigurosidad del científico que así se comporta (ver lo que ya se sabía antes de uno para no empezar a descubrir lo que ya estaba descubierto). Por lo tanto no constituye demérito ni para Marx ni para el marxismo, con independencia después de que las teorías y leyes descubiertas por él puedan o no ser criticadas, que desde luego pueden y deben  serlo. Y esto es tan así, que algunos supuestos que ya había dado por verdaderos el propio Marx, este lo reconoce y corrige, como por ejemplo, la teoría de la dictadura de proletariado, uno de los ejes fundamentales del marxismo, que no estaba esbozado ni siquiera en el manifiesto del Partido Comunista, y que posteriormente hubo de ser elaborada e introducida como una herramienta imprescindible en la revolución socialista, y claro es que, este reconocimiento de errores y establecimiento de nuevas teorías no son algo que por pura ocurrencia se saque Marx de la chistera o de la manga (como hace M. A. B.) sino que surgen como consecuencia de los nuevos datos que van siendo extraídos de la realidad, en este caso concreto, del estudio de la Comuna de París, para determinar las causas que llevaron a la derrota al primer acto revolucionario llevado por sí mismo y en su propio nombre el proletariado.

   Error de Marx, afirma M.A.B., para no conseguir sus propósitos es la falta de preparación en matemáticas, de las que sabía poco por lo visto: “Él estudió matemáticas pero por su cuenta y escogió textos anticuados”. Aunque se le concedería veracidad absoluta a semejante afirmación, hay que reconocer con absoluta justicia y reconocerle ciertos méritos a Pitágoras, que 500 años antes de Cristo, aprendió matemáticas y filosofía por su cuenta, sin ir a ninguna Universidad.  Sin embargo Marx sabía sumar, restar, multiplicar y dividir, que son las sencillas operaciones con las que se puede desarrollar la formula elemental del funcionamiento del capitalismo: D – M … P … M´- D´ y de cuyo desarrollo, que es lo que hace Marx, se deduce la inviabilidad material histórica del modo de producción capitalista, a partir de un determinado momento histórico, que es donde nos encontramos actualmente, y que es lo que haremos en otra parte de este trabajo cuando se trate el origen de las crisis capitalistas. 

   “No hay que adoptar –dice M. A. B. – como Marx, la idea de que todo nace de la economía. Hay que darse cuenta de que a veces en una sociedad toman la iniciativa la economía, otras veces la política o la cultura”.

   ¿Sabría decirnos Mario Augusto Bunge al menos un solo hecho político que no tenga que ver nada con la economía, o un sólo hecho cultural que no tenga que ver con la política, y por tanto con la economía? Marx no dice en ningún sitio que todo se reduzca a la economía (esto no es más que una simplificación parcial y tendenciosa que hacen los críticos burgueses del marxismo), sino que la economía es, en última instancia, la que explica la sociedad.

   Otro de los supuestos básicos en que M. A. B. asienta su crítica a Marx, manifestando así una vez más su completo desconocimiento del marxismo, y por lo tanto, volviéndonos a demostrar su ridiculez y falta de rigor, con lo que desprestigia grosera y gratuitamente el oficio del filósofo, que no es el de justificar nada, sino la búsqueda de la verdad, al afirmar que: Otra cosa que le faltó a Marx fue sociología”. Tal afirmación vendría a significar lo mismo que si en términos futbolísticos se dijera que a Messi y Ronaldo lo que les falta es capacidad para meter goles en su propia portería. La función y capacidad de estos dos jugadores de futbol consiste precisamente en meter goles en la portería contraria. El marxismo no es un compuesto vitamínico complejo para fortalecer la salud del capitalismo, sino un método para el conocimiento de la sociedad, por tanto, del capitalismo, y una guía (no mecánica, ni espontánea ni voluntarista) para transformar sus relaciones de producción basadas en la fuerza y en la explotación de unos individuos por otros, y establecer en su lugar una nuevas relaciones de producción basadas en la igualdad real y efectiva,  y en la colaboración de unos individuos con otros para satisfacer las necesidades de toda la sociedad y no las de algunos particulares.

 

  1. Bensaïd opina que exigirle a Marx sociología en el sentido académico del término es un contrasentido. La investigación sociológica puede generar informaciones útiles, pero la información no hace pensamiento y las informaciones factuales no constituyen un saber, y H. Lefebvre mantiene que el marxismo no es una sociología, aunque sí hay en su interior componentes sociológicos subalternos.

 

    La función de la sociología es conocer la sociedad, pero el marxismo además de eso, pretende transformarla. Esta es la diferencia insalvable entre la sociología y el marxismo, que por supuesto, Mario Augusto Bunge no ve a pesar de todo su golpe de filósofo.

 

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    Para que la filosofía surja y se desarrolle es necesario que existan las ciencias. “Existe una correlación manifiesta entre las grandes revoluciones científicas y las grandes revoluciones filosóficas. Basta comparar los hechos mayores  de la historia de las ciencias, por una parte, y los hechos mayores de la historia de la filosofía, por otra. Las grandes revoluciones filosóficas siguen siempre a las grandes revoluciones científicas. A las matemáticas griegas sigue la filosofía de Platón; la constitución de la física de Galileo, la filosofía cartesiana; a la física newtoniana, la filosofía kantiana; a la lógica matemática, la filosofía de Husserl, y a la ciencia de la historia fundada por Marx, una nueva filosofía: el materialismo dialéctico”[1].

   La formulación e instauración del materialismo histórico (ciencia) y del materialismo dialéctico (filosofía) instaurados por Carlos Marx y Federico Engels, como método universal de conocimiento de la naturaleza, no es producto de la casualidad ni se debe a ninguna idea luminosa y trascendental que  de pronto, misteriosamente y procedente del más allá apareciera en sus cabezas para ser traspasada a los libros que escribieron por inspiración divina.

   Es la consecuencia y producto de más de una década de amplios  e intensos estudios, observaciones, reflexiones, trabajos, etc., acerca del pensamiento de los hombres más prominente habidos hasta su época y de los hechos sociales y nuevos descubrimientos de la naturaleza que la ciencia del momento va poniendo antes sus ojos acerca de la naturaleza, todo lo cual someten a una rigurosa crítica que no tiene ningún fin establecido previamente, excepto el de conocer profunda y objetivamente las realidades, hechos y acontecimientos que estudian, después de lo cual proceden a establecer sus conclusiones, hipótesis, leyes, teorías que indefectiblemente llevarán a la práctica para verificar su validez o no, de donde a su vez volverán a extraer nuevas teorías, hipótesis, etc.

   En el proceso de formación del marxismo hay que distinguir dos fases fundamentales. Una, en la que Marx y Engels pasan del idealismo y del democratismo revolucionario al materialismo dialéctico y al comunismo científico a primeros de 1.844. Otra, la elaboración de las proposiciones fundamentales del materialismo histórico que concluye con las primeras obras del marxismo ya elaborado, maduro: Miseria de la filosofía (1.847) y el Manifiesto del Partido Comunista (1.848), subyaciendo en todo ello la firmeza y vehemencia de ambos en su lucha contra los partidos declarados y ocultos de la opresión y la explotación del hombre por el hombre.

   La formulación del materialismo dialectico es, por un lado, fruto de la reelaboración radical de la filosofía hegeliana y de la superación de la unilateralidad del materialismo de Feuerbach y, por otro lado, resultado de un profundo análisis de los colosales avances de las ciencias naturales durante el siglo XIX.

 

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   La primera obra científica del joven Marx (1.841), Diferencias entre la filosofía natural de Demócrito y la filosofía natural de Epicuro sustenta todavía el punto de vista hegeliano (idealismo) de que la fuerza propulsora de la historia de la humanidad es el desarrollo de la autoconciencia del hombre. Pero el mismo contenido de su primera obra, los materialistas de la antigüedad, y especialmente por el epicureísmo, ya apunta sus discrepancias con Hegel.

   La religión afirma Marx, está en pugna con una visión racional del mundo y, por ello, la crítica epicúrea de la conciencia religiosa constituye la primera premisa necesaria de la filosofía, y por eso, a su juicio, debe combatir a todos los dioses del cielo y de la tierra, y, como Prometeo, no inclinar la cabeza ante ellos. Prometeo, afirma Marx, es el más noble de los santos y mártires del calendario filosófico.

    Para Marx la filosofía es  filosofía de la acción y está llamada no sólo a satisfacer la curiosidad humana, sino también a realizar una transformación racional del mundo. En eto consiste el concepto marxista de la realización de la filosofía. Desde esta perspectiva llega Marx a la conclusión de que la trayectoria de la filosofía conduce ineluctablemente a la transformación del pensamiento en obra, en praxis.

    Para Hegel el periodo de la historia alemana del momento que está viviendo  por considerarlo representativo de la culminación del desarrollo histórico mundial, y lo que  considera el nivel más alto a que puede llegar el devenir del espíritu absoluto, se logra el autoconocimiento o autoconciencia, con lo que la conciliación entre el individuo y una realidad que supuestamente se ha hecho racional queda restablecida. Con esto lo que logra Hegel es elevar la filosofía burguesa en particular (pero sólo a la filosofía burguesa, y no a la filosofía en general) a su máxima madurez, a su pleno desarrollo, tras lo cual no puede existir más filosofía. Pero no puede existir más filosofía que sea burguesa, porque precisamente el logro filosófico de Hegel, sin igual en la historia de toda la filosofía anterior hasta ese momento, fue el de elevar la filosofía burguesa a su plena madurez,  con lo que no hizo sino firmar su certificado oficial de defunción, que posteriormente confirmarían y demostrarían Marx y Engels.

   Marx rechaza categóricamente esta hipótesis hegeliana de la conciliación entre el individuo  y esa supuesta realidad racional. Sostiene, por el contrario, que la lucha contra la realidad irracional es ante todo lucha contra las instituciones sociales existentes y, especialmente, contra las estatales.

   Consciente y convencido Marx de la lucha política, renuncia al  proyecto de dar clases en la universidad de Bonn, y en 1.842 decide dedicarse al periodismo pasando a dirigir la Gaceta Renana de carácter liberal, a la que convierte en órgano de la democracia revolucionaria, al dedicarse a la defensa de los intereses políticos y económicos del pueblo trabajador.

   Marx denuncia al Estado prusiano, al considera custodio de los intereses de los latifundistas, con lo que rechaza la concepción hegeliana del Estado y del  derecho en general como plasmaciones de la moralidad y la libertad.

    Desde el punto de vista de Marx en ese momento, el Estado es la encarnación de la moralidad y de la libertad cuando representa, no los intereses particulares, sino los de las grandes masas populares, puesto que todavía no ha llegado a la conclusión de que, por naturaleza, todo Estado significa la dominación política de una clase determinada, lo cual le mantiene todavía en el terreno del idealismo, a pesar de que ya manifiesta su oposición a un Estado que ampara y protege los intereses de una minoría poseedora en contraposición de los intereses de la mayoría desposeída.

    Las ideas revolucionarias de Marx publicadas en la Gaceta Renana levantan las iras de la prensa liberal, la que le acusa de predicar el comunismo, cosa que en absoluto está realizando en ésa época, puesto que Marx no ha concebido todavía en esas fechas el socialismo científico. Lo que sí hace es criticar la concepción del comunismo utópico, que mantiene que  la propiedad privada era el resultado de un extravío humano, punto de vista ahistórico, con el que Marx no está de acuerdo, por lo cual lo rechaza, si bien señala ya que el desarrollo de la gran industria habría conferido significación europea al problema del comunismo y que ya era imposible ignorarlo.

   En 1843 el gobierno prusiano cierra la Gaceta Renana, y en otoño de ese mismo año Marx se traslada a París para publicar los Anales Franco-Alemanes sin temor a la cesura en colaboración con Arnold Ruge y otros.

   En París interviene en la política activamente, al tiempo que estudia el movimiento obrero, el socialismo utópico francés e inglés, la historia de la revolución francesa y la filosofía de los materialistas franceses del siglo XVIII y de sus precursores.

   De este periodo le proviene la influencia del materialismo antropológico de Ludwig Feuerbach, del que señala determinados defectos de su filosofía, aunque a pesar de ello, le tiene una gran consideración por sus tesis contra la religión y la filosofía especulativa.

   Para Feuerbach la religión es el reflejo falso, alienado, de una esencia antropológica inalterable del hombre, por tanto, desde esta óptica la alienación religiosa del individuo no se puede erradicar, puesto que forma parte “esencial” del ser humano. Marx por el contrario, ve en la religión el reflejo de unas relaciones “deformadas” entre los hombres, y a partir de ahí plantea el problema de la conexión entre la conciencia religiosa y el sojuzgamiento y la explotación del hombre por el hombre, señalando que “por sí misma, la religión carece de contenido; su manantial no se halla en el cielo, sino en la tierra y una vez destruida la realidad falseada de la que es teoría, perecerá de consunción.”

   “Los aforismos de Feuerbach –escribe Marx- no me satisfacen simplemente porque hace demasiado hincapié en la naturaleza y presta muy poco atención a la política. Y, sin embargo, ésta es la única alianza en virtud de la cual la filosofía actual puede convertirse en verdad.”

   En vísperas de la publicación de los Anales franco-alemanes en París, en 1.843, Marx escribe a Arnold Ruge, el que por su posición económica posibilitaría aquel proyecto, para decirle: «Estoy convencido de que nuestro plan responde a una necesidad real…, las necesidades reales deben poder satisfacerse en la realidad. Por otro lado, es precisamente una ventaja de la nueva tendencia la de no anticipar dogmáticamente el mundo sino sólo querer encontrar el nuevo mundo a través del que nos precede… Pero si construir el futuro y asentar todo definitivamente no es nuestro asunto, es más claro aún lo que, al presente, debemos llevar a cabo: me refiero a la crítica despiadada de todo lo presente, despiadada tanto en el sentido de no temer los resultados a los que conduzca como el de no temerle al conflicto con aquellos que detentan el poder. Por tanto, nos toca favor de levantar ningún estandarte dogmático. Por el contrario, debemos ayudar a los dogmáticos a ver claro sus propias proposiciones… La razón ha existido siempre, pero no siempre bajo una forma razonable. El crítico puede, por tanto, comenzar por cualquier forma de conciencia teórica y práctica y por las formas peculiares de la realidad existente para desarrollar la verdadera realidad como obligación y fin último… Por lo tanto, nada nos impide convertir el punto de partida de nuestra crítica a la crítica de la política, la participación en la política y, por ende, a las luchas reales, e identificar nuestra crítica con ellas. En ese caso no nos enfrentamos al mundo  en actitud doctrinaria con un nuevo principio:   Esta es la verdad, arrodillaos ante ella! Desarrollamos nuevos principios para el  mundo sobre la base de los propios principios del mundo… Entonces, nuestro lema debe ser: la reforma de la conciencia, no por medio de dogmas, sino a través del análisis de la conciencia mística…, ya sea que se manifieste de forma religiosa o política…, no se trata de trazar una línea mental divisoria entre el pasado y el futuro, sino de concretar los pensamientos del pasado y de futuro. Finamente, será evidente que la humanidad no está comenzando una nueva etapa, sino que está llevando a cabo de manera consciente su antigua tarea… En resumen, podemos formular la tendencia de nuestra publicación de la siguiente manera: el auto esclarecimiento (filosofía crítica) por parte del presente de sus luchas y deseos. Esta es la tarea para el mundo y para nosotros…”

    La filosofía, dice Marx, no puede ser una ciencia absoluta, ajena a la vida práctica y a la lucha; la misión de la filosofía y la teoría social no consiste en especular sobre el futuro ni en elaborar unas esperanzas que valgan para cualquier tiempo venidero, sino una “crítica implacable de lo existente, implacable en dos sentidos: esta crítica no se arredra de sus propias conclusiones y no retrocede ante el choque con los poderes institucionales.”

    De esta manera, ya en 1843 Marx plantea resueltamente la negación de la filosofía en el viejo sentido de la palabra, lo que implica contraponer el sentido clásico de la filosofía como “ciencia de las ciencias” a las llamadas ciencias positivas, con lo que combate también la noción de separación de la filosofía respecto de la política.

   Consecuencia de los estudios que realiza de la historia y del movimiento emancipador de los trabajadores es lo que le lleva a comprender la esencia de la filosofía de un nuevo modo, por lo que ve la imperiosa necesidad de la transformación radicalmente.

   A comienzos de 1.844, Marx y Engels comienzan en lo esencial y dan el primer paso resueltamente que les lleva del idealismo y el democratismo revolucionario al materialismo dialéctico y al comunismo, formulando por primera vez la proposición relativa a la misión histórica mundial del proletariado y a exponer por primera vez también, las tesis de partida del materialismo dialéctico y del materialismo histórico.

 

Las transformaciones sociales, dice Marx, no pueden llevarse a cabo sólo modificando la conciencia de la gente, sólo criticando las relaciones sociales caducas, la forma que determina una transformación radical de al vida social no es la crítica, no es la teoría: es la revolución, sin minimizar el papel que desempeña la teoría.

 

Esta afirmación de Marx constituye la formulación de uno de los principios básicos de la concepción materialista de la historia.

 

Para Marx “la única fuerzas social capaz de derogar las relaciones sociales caducas y liberar al hombre en todos los aspectos (material y espiritual) es el proletariado, que por su situación en la sociedad burguesa es a la par producto y negación de ella… (para cuya) misión histórica necesita una filosofía nueva en sus principios, una filosofía coherentemente revolucionaria que revele en profundidad la esencia de la realidad circundante.”

 

De esta manera la “filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía sus armas espirituales.”

 

En los Anales Franco-Alemanes critica a los jóvenes hegelianos y denuncia la ilusión liberal de que la “emancipación política”, es decir, las transformaciones democrático-burguesas, es la liberación definitiva del hombre”. Reconoce que la emancipación política tiene una significación histórica progresista, pero le opones la “emancipación humana”, la revolución socialista que pone fin a la propiedad privada y a toda esclavización y explotación del hombre.

 

Estas ideas las desarrollará a partir de 1.844 en sus Manuscritos económicos filosóficos, en los que va valorando las proposiciones de partida del materialismo dialéctico y de materialismo histórico, en esencia de carácter comunista, a pesar de que en esas fechas todavía no se ha declarado comunista. A su doctrina en esos momentos la define como de “humanismo real” para diferenciarlos  del humanismo burgués abstracto.

 

La terminología empleada denota todavía la influencia del materialismo abstracto de Feuerbach, al tiempo que evidencia la superación, en lo fundamental, de la filosofía de éste.

 

La idea principal de los manuscritos de 1.844 es la del papel determinante del trabajo, de la producción material, en el devenir antropológico y en la trayectoria posterior de la humanidad. El trabajo crea y desarrolla al individuo, pero a la vez consume todas sus fuerzas, todo su tiempo, lo esclaviza, conduce al surgimiento de la propiedad privada, de la explotación, de las clases, de donde surge el concepto de “trabajo enajenado”, fuera de sí, o sea, una actividad que aun siendo la actividad más importante de la esencia humana, es al mismo tiempo una fuerza exterior que le esclaviza y que se manifiesta en la dominación del producto del trabajo sobre el productor.

 

A juicio de Marx, el desarrollo de la producción en las condiciones del capitalismo crea esencialmente las premisas materiales para la supresión del “trabajo enajenado.” El supuesto básico para superar la enajenación es la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción. Al ser eliminada la enajenación de los productos del trabajo y de la propia actividad laboral del hombre, se instalan las bases para suprimir la enajenación de la vida política y espiritual de la sociedad.

 

Los críticos burgueses invocan los Manuscritos económicos-filosóficos de 1.844 para demostrar que Marx infiere sus deducciones de un análisis especulativo de los conceptos especulativos de “enajenación” y “auto enajenación” tomados de Hegel y Feuerbach, cuando en realidad Marx parte de hechos económicos concretos. El concepto de enajenación de Marx adquiere un contenido nuevo, ante todo económico, que no tiene ni en Hegel ni en Feuerbach.

 

Federico Engels, hijo de un comerciante y autodidacta, por su parte y sin conocer todavía a Marx, va siguiendo el mismo camino de este en cuanto a su evolución ideológica e intelectual, y coincidiendo con él en sus propias conclusiones, superando su idealismo y democratismo revolucionario y en la elaboración del materialismo dialéctico.

 

Desde 1.841 en Berlín, todavía desde posiciones idealistas combate a Schelling, al que acusa de abjurar de los principios de la razón y la ciencia, de anti intelectual, de predicar el misticismo, la relación y la fe, de colocarse servilmente ante el Estado monárquico. Sus trabajos contra Schelling ponen al descubierto las contradicciones existentes en la filosofía hegeliana entre su método dialéctico y el sistema conservador dogmático. Acerca de Hegel escribe: “los principios siempre ostentan el sello de la independencia y del libre pensamiento; las conclusiones, en cambio –esto nadie lo niega-, son a menudo cautelosas y hasta no liberales”.

 

En 1.842 trasladado a Manchester (Inglaterra) comienza a pasar del idealismo y del democratismo revolucionario al materialismo y al comunismo.

 

Comienza a estudiar economía política, escribiendo una notable obra de investigación: Esbozo de una crítica de la economía política, que vería la luz en 1.844 en los Anales Franco-Alemanes, donde crítica a los economistas burgueses el convencimiento que tienen acerca de la eternidad de la propiedad privada, que para Engels no es otra cosa que un dogma infundado, poniendo al descubierto el carácter burgués de las doctrinas económicas de Adam Smith y David Ricardo, formulando los principios de una economía política del proletariado.

 

De la mano de esta crítica llega Engels a la conclusión de que se impone la negación revolucionaria del capitalismo y su ideología.

 

En un segundo artículo en las Anales franco-Alemanes, Engels analiza la doctrina del sociólogo inglés Thomas Carlyle, quien hace una crítica a la sociedad burguesa que le conduce al rechazo del capitalismo por las múltiples calamidades sociales que crea, proponiendo el retorno a un feudalismo que él idealizaba. Frente a estas tesis Engels propone las proposiciones científicas del desarrollo progresivo de la sociedad y el papel desempeñado por las masas trabajadoras en ese desarrollo.

 

Entre 1.844 y 1.845 Engels escribe La Situación de la Clase Obrera en Inglaterra, en cuya investigación establece “la necesidad de que el proletariado se agrupe en una clase independiente con sus propios intereses y principios que son opuestos a la ideología burguesa”. Fue el primero en decir que el proletariado no sólo constituye una clase, sino que además la situación de miseria que padecía le impulsaba inconteniblemente hacia delante y le obligaba a luchar por su emancipación definitiva, cuyo objetivo último era el socialismo.

 

De esta manera, trabajando cada uno por su lado, estudiando la situación socioeconómica y profundizando en fuentes diversas, Marx y Engels llegaron en 1.844 a conclusiones coincidentes en lo fundamental respecto de la vida social y de las tareas del proletariado. En este año comienza la gran amistad de ambos y su lucha común contra la ideología y la elaboración científica del proletariado.

 

Los nuevos procesos sociales que van tomando cuerpo como consecuencia del desarrollo del capitalismo en Francia e Inglaterra, con la consiguiente aparición de grandes masas de personas empobrecidas sin trabajo que abandonan el campo, el proletariado, como consecuencia de ese desarrollo capitalista, abre un nuevo periodo histórico, especialmente a partir de la Comuna de París, junto a los nuevos descubrimientos que se van conociendo dentro del campo de las ciencias de la naturaleza como la física, la química, la biología, la fisiología, etc., requieren de una explicación filosófica  que las filosofías burguesas de ese momento no pueden dar, como la del idealismo de Schopenhauer, Hartmann,  la de Eugenio Dühring, que era una mezcla ecléctica de materialismo vulgar e idealismo, los neokantianos y otras.

 

El problema de la relación entre el ser y el pensar ha sido un problema secular entre los filósofos de todos los tiempos, al igual que el problema de saber qué es lo primero si el espíritu o la materia, y en base a estos presupuestos los filósofos se han dividido en dos grupos fundamentales. Por una parte los idealistas, quienes sostenían que lo primero es el espíritu, y por otra, los materialistas, quienes mantienen que lo primero es la naturaleza sobre al que vive el individuo.

 

Marx (y el marxismo) se inscribe en el segundo grupo, en el de los materialistas. Aquí nos atenemos (al igual que el marxismo) a este sentido filosófico del término materialista y a ningún otro.

 

La esencia supersticiosa y por ello ni filosófica ni científica, de que el idealismo filosófico gira en torno a la fe en ideales éticos, es decir, sociales, nació al margen de la filosofía. No tiene absolutamente nada que ver como la antítesis del materialismo.

 

En palabras de Federico Engels se debe al tradicional prejuicio de filisteos, establecido por largos años de calumnias clericales, contra el nombre del materialismo. El filisteo entiende por materialismo el comer y el beber sin tasa, la codicia, el placer de la carne, la vida regalona, el ansia de dinero, la avaricia, el afán de lucro y las estafas bursátiles; en una palabra, todos esos vicios infames a los que él rinde culto secreto; y por idealismo, la fe en la virtud, en el amor al prójima y, en general, en un mundo mejor, de la que balondrea ante los demás y en la que él mismo no cree, a lo sumo, mientras atraviesa por ese estado de desazón o de bancarrota que sigue a sus excesos materialistas.

 

La filosofía materialista, pues, consiste en una concepción del mundo basada en una interpretación determinada de las relaciones entre el espíritu y la materia. No excluye ni niega ni critica el materialismo marxista el amor,  ni la existencia de relaciones amistosas y fraternales entre personas, etc., como algunos pigmeos mentales ignorantes, en el mejor de los casos, intentan atribuirle falsamente.

 

Por el contrario, las respuestas que no pueden dar dichas filosofías burguesas, son resueltas por Marx con la Crítica del programa de Gotha y otros escritos, y por Federico Engels con el Anti-Dühring, el Ludwig Feuerbach y el Fin de la filosofía clásica alemana, con El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, con la Dialéctica de la naturaleza y otras obras, resolviendo así un problema histórico de singular importancia con la aplicación del nuevo materialismo a las ciencias naturales y a la lucha de clases.

 

Treinta y cinco años después (1878) de la declaración de intenciones realizada por Marx en la anterior carta citada, Federico Engels expone y argumenta en el Anti-Dühring los principios fundamentales del materialismo moderno para mostrar y superar con ello definitivamente la precariedad de la filosofía burguesa que es incapaz de explicar la realidad social, a la vez que explica el carácter dialéctico del materialismo marxista, estableciendo a su vez, la diferencia fundamental con respecto del materialismo precedente, el metafísico.

 

Critica a Dühring el objeto de la filosofía, el método y los principios de la misma, la unidad del mundo, el espacio y el tiempo, el movimiento y sus formas, la teoría del conocimiento, a la vez que analiza los problemas teóricos de las ciencias naturales. Marx escribió para esta obra el capítulo décimo de la II sección, donde aborda cuestiones económicas.

 

Engels explica el carácter dialéctico del materialismo marxista, subrayando su diferencia fundamental con respecto del materialismo anterior, el materialismo vulgar metafísico.

 

3

 

 Entre 1.844 y 1.846 Marx y  Engels publicarán dos notables obras: La Sagrada Familia y La ideología alemana, en las que critican la filosofía de idealista de Hegel y sus seguidores, oponiéndoles la nueva concepción materialista del mundo, que gira en torno a los conceptos ya casi completamente elaborados sobre el papel revolucionario del proletariado, la teoría del trabajo como creador del valor, y lo que constituye la idea fundamental del marxismo, el concepto de las relaciones de producción.

 

Marx y Engels muestran por un lado que la lucha de clases dimana de leyes objetivas y por otro explicitan la ley fundamental de la dialéctica materialista, la ley de la unidad y la lucha de los contrarios, estudiando también el aspecto conservador y el revolucionario de esta contradicción principal de la sociedad burguesa, concluyendo que el desarrollo de la sociedad burguesa conduce a la revolución socialista.

 

Los economistas burgueses no ven en las contradicciones burguesas más que infracciones transitorias del estado normal en equilibrio, mientras que Marx y  Engels mantienen que ésas contradicciones se asientan en la interconexión de contrariedades que se excluyen y condicionan mutuamente  al mismo tiempo, por ejemplo: “la anarquía en la producción y el ordenamiento jurídico burgués son inseparables”.

 

Denuncian la esencia antirrevolucionaria de la concepción que tienen los jóvenes hegelianos de los héroes y las multitudes en base a las siguientes hipótesis: 1) por sí mismas, desvinculadas de las necesidades sociales. Materiales, las ideas son impotentes; 2) la fuerza decisiva del progreso social son las masas populares, cuyo papel en la dinámica de la sociedad se incrementan por fuerza de ley; 3) las grandes figuras históricas expresan necesidades, intereses concretos de cases determinadas y por ello son realmente grandes personalidades.

 

La Sagrada Familia es una obra que todavía se encuentra bajo una fuerte influencia del materialismo antropológico de Feuerbach, y ello explica que sus autores caractericen las relaciones sociales capitalistas como deformación de la naturaleza humana, si bien ya queda señalado que la sociedad burguesa es una fase histórica necesaria de la evolución de la humanidad.

 

En las Tesis sobre Feuerbach Marx critica el carácter contemplativo del materialismo de Feuerbach, oponiéndole las proposiciones de partida de la gnoseología materialista dialéctica.

 

La ideología alemana (1.845-1,846) marca una nueva fase en la elaboración de las proposiciones básicas del materialismo dialéctico y del materialismo histórico por parte de Marx y Engels. En esta obra se culmina la crítica a los jóvenes hegelianos y analizan profundamente sus raíces clasistas, llevándose a cabo por primera vez un análisis específico de la limitación burguesa de Kant y Hegel.

 

Se incluye también a Feuerbach, de quien se dice por primera vez que es “materialista sólo en la comprensión de la naturaleza, pero  no en la sociedad”, Rechazan la pretensión de Feuerbach de considerar la doctrina comunista basada en su teoría ética humanista por considerarla burguesa en su basamento.

 

A partir de aquí Marx y Engels pasan a denominarse comunistas materiales, con lo que renuncian al término difuso de “humanista reales” con el que se habían autodefinido hasta la fecha.

 

En la Ideología alemana se da un nuevo paso hacia la comprensión del principio materialista del reflejo. Los materialistas pre marxistas habían identificado de hecho el reflejo y la verdad. Para estos un error no puede ser reflejo de la realidad objetiva. Marx y Engels interpretan el principio del reflejo como un proceso dialéctico contradictorio que tiene siempre un contenido objetivo, aunque no siempre se adquiera conciencia de él y se le comprenda acertadamente, con lo que sientan las bases de la teoría materialista dialéctica del conocimiento, lo que permitía resolver en el plano materialista el problema de la relación entre la conciencia social y el ser social, y en este contexto formulan la proposición fundamental del materialismo histórico: “en todas las formas, la conciencia social refleja siempre y por doquier el ser social y en consecuencia, es éste el que la condiciona objetivamente”.

 

Estudian también en la Ideología alemana el papel de la producción en el desarrollo de la sociedad, formulando los conceptos de fuerzas productivas y relaciones de producción (“formas de comunicación”, decían entonces sus autores), consideran la lucha de clases como un fenómeno sujeto a leyes y condicionado por las relaciones de producción dimanantes de la propiedad privada, y señalando que las revoluciones sociales obedecen a leyes objetivas y que nadie puede  evitar la transición hacia una sociedad sin clases.

 

Las ideas preponderantes en una sociedad, dicen, son las ideas de la clase dominante; El Estado, cualquiera que sea su forma, es siempre la dictadura política de la clase poseedora de los medios de producción. Este planteamiento es el que les conduce al establecimiento de la teoría de la dictadura del proletariado.

 

Partiendo de una concepción materialista de la historia combaten las ideas socialistas pequeño burguesas alemanas, cuyos representantes más destacados son Moisés Hess, Carlos Grün y otros. Estos se auto denominan “verdaderos socialistas”, los cuales oponían sus concepciones al socialismo utópico francés e inglés, pero lejos de sobrepasar las doctrinas de Saint-Simon, Fourier y Owen, las empeoraban, porque las despojaban del germen materialista que contenían para la comprensión de la vida social e intentaban inferir teóricamente los principios socialistas de Hegel y Feuerbach. Para estos “verdaderos socialistas” el socialismo era el reino de los pequeños propietarios, los campesinos y los artesanos, porque sentían verdadero horror ante la perspectiva de la proletarización del pequeño productor, y soñaban con impedir el desarrollo del capitalismo.

 

Sometieron a una rigurosa crítica las lucubraciones abstractas, especulativas, del “verdadero socialismo”, mostrando que como crítica del capitalismo desde la derecha esta corriente no era ningún desarrollo de ninguna teoría socialista. El ideal socialista dicen Marx y Engels, no tiene un carácter al margen de la lucha de clases: “en su forma científica y revolucionaria está indisolublemente vinculado con el proletariado como reflejo de su situación y sus intereses”.

 

De esta manera, al crear el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, Marx y Engels combaten no sólo la ideología burguesa, sino también la pequeñoburguesa, especialmente el socialismo utópico pequeñoburgués.

 

En la Miseria de la filosofía, Marx critica en todos sus aspectos el libro Sistema de las contradicciones económicas o Filosofía de la miseria, del socialista pequeñoburgués francés, Pedro Proudhon, autor de la célebre frase “La propiedad es un robo”, entiende por tal únicamente la gran propiedad capitalista, a la que opone por entenderlo justo y en plena coincidencia con la naturaleza humana, la del pequeño productor, a la que denomina “posesión”.

 

A este planteamiento pequeñoburgués de Proudhon con respecto la propiedad, absolutamente idealista, se opone Marx demostrando que las relaciones capitalistas no nacen en el vacío, sino que son consecuencia del desarrollo de la pequeña producción mercantil.

 

Proudhon afirmaba que la propiedad capitalista era el resultado de una infracción, de una desatinada y falseada de la ley del valor, que a su vez era la única base posible y racional del trueque de mercancías entre los productores, cuyos intereses naturales (esto es, independientemente del desarrollo histórico) condicionaba la existencia de la división del trabajo.

 

Marx explica que la existencia del capitalismo no contradice la ley del valor y, en consecuencia, un intercambio equivalente. Por lo tanto, “no es perfeccionando y corrigiendo las leyes que le son propias como puede abolirse el capitalismo, sino mediante la transición revolucionaria a un nuevo sistema de relaciones de producción con las nuevas leyes internas que le son inherentes”.

 

Así, pues, Marx demuestra que Proudhon, que se autodenomina dialéctico y pretendía haber elaborado científicamente el método de Hegel, permanecía en el terreno de la metafísica, ya que para él las categorías económicas del capitalismo eran principios de la razón humana que existían desde siempre y, si bien podían ser aplicadas de modo diverso, no podían verse reemplazadas por nuevos principios económicos.

 

Con la crítica a Proudhon, Marx elabora la comprensión dialéctica de las categorías económicas y establece que reflejan relaciones de producción históricamente transitorias, y por tanto son tan transitorias como éstas.

 

Proudhon hablaba prolijamente de las contradicciones dialécticas del capitalismo, pero las entendía sumamente simplificadas. Por ejemplo, la contradicción básica del capitalismo para Proudhon consistía en dos aspectos opuestos: un lado bueno y otro lado malo. No comprendía que en el capitalismo lo malo y lo bueno no son dos aspectos del mismo, sino que forman una unidad inseparable: la riqueza, en su forma capitalista, engendra la pobreza. Lo que se debe destruir no es un lado u otro del capitalismo, sino su modo de producción considerado globalmente, conclusión revolucionaria a la que llega Marx merced a su comprensión científica, dialéctica, de las contradicciones internas del régimen capitalista.

 

A la par que iban elaborando el materialismo dialéctico y el materialismo histórico como cosmovisión proletaria radicalmente nuevo, trabajan para formar un partido político comunista que fuera la vanguardia del movimiento obrero, partido que fue constituido en 1.847: la Liga Comunista, cuyo programa es el famoso Manifiesto del Partido Comunista, elaborado por Marx y Engels entre diciembre de 1.847 y enero de 1.848, donde figura como idea central la “dictadura del proletariado”, como necesidad de poner al descubierto mediante el análisis de la esencia y el desarrollo del sistema capitalista, la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Con el Manifiesto del Partido Comunista culmina la formación del marxismo y de su base filosófica, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico.

 

“El estudios de las circunstancias históricas, de las fuentes teórica y de las premisas científico-naturales del surgimientos del marxismo, el examen de los elementos básicos del proceso de formación de la filosofía del marxismo permiten definir someramente en qué consiste la revolución en filosofía realizada por los fundadores del marxismo”.

 

Marx y Engels elaboraron una concepción científica del mundo, la filosofía de la clase obrera y de su partido, que difiere cualitativamente de todas las precedentes, incluidas las doctrinas filosóficas progresistas. Unieron en un todo inescindible la dialéctica y el materialismo, elaboraron la dialéctica materialista, opuesta a la dialéctica idealista de Hegel, crearon la teoría materialista del proceso histórico social. Y fue precisamente esta teoría materialista del proceso histórico social la expresión directa e inmediata de la revolución filosófica llevada a cabo por Marx y Engels.

 

Negaban a la filosofía la separación entre teoría filosófica y actividad práctica, entre la teoría filosófica y las ciencias positivas de la naturaleza y de la sociedad, las cuales eran consideradas como de conocimiento de rango inferior, que era como se concebía a las distintas filosofías habidas hasta Marx y Engels.

 

Algunos de los filósofos más destacados pre marxistas ya habían intentado acabar con la idea de que la filosofía no tenía nada que ver con los intereses prácticos y se limitaba a estudiar de un modo imparcial la realidad, pero ninguno de ellos supo fundamentar en el terreno materialista la unidad de la filosofía y la práctica social.

 

Los más destacados precursores de Marx y Engels platearon la necesidad de crear una filosofía científica, entendiéndola como un sistema de verdades absolutas instauradas de una vez y para siempre, pero solamente Marx y Engels demostraron que el saber filosófico, como cualquier otro saber, evoluciona sin cesar y nunca llega a una culminación definitiva y última.

 

La filosofía no puede ni debe ser “una ciencia absoluta” que pretenda “resolver todos los problemas”, por lo que no hay ninguna razón para contraponer la “filosofía de la naturaleza” a las ciencias naturales; la “filosofía de la historia” a la historia como ciencia; la “filosofía del derecho” a la jurisprudencia, etc.

 

La filosofía marxista, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico, es una concepción científica del mundo que estudia las leyes comunes a todas las formas –física, biológica, social- del movimiento de la materia.

 

Solamente la interpretación materialista de la historia de la naturaleza y la sociedad y la concepción dialéctica del desarrollo permite comprender cuál es la verdadera situación de la filosofía en el sistema de conocimiento científico de la naturaleza y de la sociedad. Marx y Engels resolvieron este magno problema y gracias a ello, convirtieron la filosofía que había agotado las posibilidades de progreso en el ámbito burgués, se tornó una gran fuerza del desarrollo social.

 

5

 

El periodo del marxismo posterior al de su nacimiento se inicia con las revoluciones democrático-burguesas de 1.848 y termina en la Comuna de París, donde por primera vez el proletariado asesta un duro golpe al capitalismo.

 

En este periodo culminan las transformaciones democrático-burguesas en Europa Occidental. En el transcurso de estas transformaciones la burguesía se convierte en una fuerza contrarrevolucionaria que pasa a oponerse a la democratización de la vida social. A partir de ese momento, sólo el proletariado y las masas no proletarias que ayudaron a la burguesía en sus revoluciones, pasarán ellas solas a luchar por mejorar sus propias condiciones de vida y democratizar la vida social.

 

A comienzos de los 70 Alemania logra su unificación nacional tras la guerra franco-prusiana. Por esa misma época Italia logra crear su Estado nacional único. A partir de 1.861 comienza en Rusia la moderna industrialización y de esa forma el capitalismo se convierte en el sistema dominante de las relaciones de producción en los países de Europa Occidental. En estados Unidos la producción capitalista se ha extendido ampliándose más tras la derrota infringida a los estados esclavista del Sur en la guerra de Secesión (1.861-1.865).

 

Las cada vez más fuertes crisis que se originan de superproducción, el desempleo que les sigue, la progresiva polarización de al riqueza de la burguesía y la miseria de los obreros, consecuencia todo ello del cumplimiento de la ley universal de la acumulación y concentración de capitales, contribuye a disipar las ilusiones democrático-burguesas en el seno de las clases trabajadoras que son empujadas a forjar la conciencia proletaria. En este proceso de alejamiento de las clases trabajadoras de la ideología burguesa y a la toma de conciencia de cuál es su papel en la sociedad de las mismas contribuye de manera especial la cosmovisión marxista.

 

En los países más importantes de Europa Occidental, y en parte, más allá de sus límites, el marxismo se convierte por fuerza de ley en la ideología científica reconocida del movimiento obrero. Nacen los partidos obreros independientes, La Primera Internacional (1.864-1.872) y la socialdemocracia alemana.

 

La Primera Internacional agrupaba partidos de Alemania, Francia, Inglaterra, España y otros países, realizando una perseverante labor de educación ideológica de las clases trabajadoras, en la que Marx, Engels y sus seguidores llevaron a cabo una gran lucha contra los reformistas sindicatos ingleses, contra el anarquismo de Proudhon y Bakunin y contra el oportunismo político de Fernando Lassall y sus adeptos en e movimiento obrero alemán. Gracias a esta lucha fue posible la constitución de partidos obreros revolucionarios en varios países de Europa.

 

Al generalizar teóricamente la experiencia histórico-social y especialmente la experiencia del movimiento obrero en particular, Marx y Engels concretaron y enriquecieron su doctrina con nuevas proposiciones.

 

Entre 1.848 y 1.852 publicaron Revolución y contrarrevolución en Alemania, La Lucha de Clases en Francia de 1.848 a 1.850 y el Dieciocho brumario de Luis Bonaparte, en cuyas obras resumen la experiencia de las revoluciones de 1.848 y desarrollan sobre todo la teoría de la dictadura del proletariado.

 

Del análisis de la revolución francesa de 1.848 y de las causas de su derrota, Marx extrae conclusiones que no estaban ni siquiera esbozadas en el Manifiesto del Partido Comunista: “la clase obrera, al llevar a cabo la revolución socialista, no puede limitarse a tomar el  poder para utilizar el viejo aparato estatal en interés de las transformaciones socialistas; este aparato estatal burocrático-militar debe ser desmantelarlo, destruirlo”. Y más en concreto y a mismo respecto, escribe Marx: “Todas las revoluciones perfeccionan esta máquina –el Estado-, en vez de destrozarla. Los partidos que luchaban alternativamente por la dominación, consideraban la toma de posesión de este inmenso edificio del Estado como botín principal del vencedor”.

 

A la pregunta de qué debía reemplazar a este aparato estatal burocrático-militar burgués, responderán Marx y Engels algo más tarde al resumir la experiencia de la Comuna de París.

 

Partiendo de la experiencia de las revoluciones de 1.848 expusieron la idea de la “revolución permanente”; bocetaron la teoría marxista de la hegemonía del proletariado en las revoluciones democrático-burguesas y de cómo esas en determinadas condiciones pueden convertirse en revoluciones socialistas.

 

En el periodo de las revoluciones de 1.948 emergieron a primer plano las ideas políticas del marxismo; en los decenios posteriores se acometió como tarea fundamental la investigación de las leyes objetivas del surgimiento, el desarrollo y desaparición del modo de producción capitalista. Marx y Engels ya había propuesto con anterioridad las proposiciones básicas de la economía política del proletariado, pero no fue hasta la década de los 50 y 60 cuando llevaron a cabo la elaboración integral de la teoría de la plusvalía y el estudio de los procesos que condicionan la ineluctabilidad económica del socialismo.

 

Las ideas de Marx y Engels en vísperas de 1.848 de que las revoluciones proletarias estaban al caer se mostraron erróneas, precisamente porque en los años 40 todavía no se había configurado plenamente la doctrina económica del marxismo, y de aquí surgió la necesidad de completarlas. Esta labor fue llevada a cabo por Marx en una serie de investigaciones económicas y, ante todo, en El Capital, cuyo primer tomo apareció en 1.867.

 

La elaboración del socialismo científico y de la economía política marxista exigía indefectiblemente el desarrollo del materialismo dialéctico y del materialismo histórico para demostrar la inevitabilidad histórica del socialismo. En particular, era imprescindible elaborar perfectamente un método de investigación nuevo, dialéctico, que por principio fuera opuesto a la dialéctica idealista hegeliana, lo que fue resuelto con los estudios que fueron llevados a cabo en las obras Contribución a la crítica de la economía política y El Capital de Marx.

 

 

6

 

Para Marx, según el economista ruso Kaufman, “lo único importante es hallar la ley de los fenómenos de cuya investigación se ocupa”.

 

La actividad del pensamiento consiste, según Marx “en que el pensamiento no es un reflejo pasivo de la realidad exterior, sino transformación de lo material, esto es, su modelo ideal, que no coincide con el objeto material tal como se nos aparece superficialmente y se refleja en la percepción sensorial”.

 

La dialéctica es incompatible con los intereses clasistas de a burguesía. La burguesía se ve irremisiblemente impelida a la apología de lo existente. El cambio de lo existente no lo puede admitir porque si lo hiciera estaría admitiendo su propia extinción.

 

La dialéctica marxista supones: a) una comprensión más profunda de la realidad material como poseedora de leyes internas de desarrollo inherentes a ella; b) una comprensión más profunda que en Hegel del proceso cognoscitivo como reflejo complejo, contradictorio, mediatizado, de los objetos materiales en la conciencia del hombre social cognoscente y transformador de la realidad a través de la práctica.

 

Lo más importante es la investigación de la ley de la alteración de los fenómenos, de su desarrollo, de la transición de una forma en otra. Las leyes tienen óptica histórica (se piensa según la época en que se piense). Existen leyes específicas propias de cada época histórica. Esta comprensión materialista dialéctica de la categoría de ley, como las demás categorías filosóficas, fue la que hizo posible la investigación del capitalismo como formación social histórica transitoria.

 

La dialéctica científica, la materialista, incluye en la inteligencia positiva de lo que existe la necesidad de su negación de forma “crítica y revolucionaria por esencia… y sin dejarse asustar por nada”, afirma Marx.

 

7

 

Marx estudia en El capital la dinámica de la ley del valor, la ley fundamental en la producción mercantil y muestra como la acción de esta ley conduce al desarrollo de la producción capitalista mercantil y a la transformación de la fuerza de trabajo en mercancía, en virtud de lo cual aparece, sobre la ley del valor, la ley de la plusvalía.

 

La plusvalía (obtención de una mayor cantidad de dinero al final del proceso productivo que el invertido inicialmente en el mismo) era para Adam Smith y David Ricardo una infracción de la ley del valor, que presupone un trueque equivalente entre mercancías de acuerdo con la cantidad de trabajo contenida en la misma.

 

Marx demostró que la plusvalía no derogaba la acción del valor, sino que por el contrario suponía el ulterior desarrollo de la misma.

 

El capitalista compra la fuerza de trabajo por su valor, es decir, por el valor de los medios para poderla reproducir, cuya compra está dentro del trueque equivalente entre mercancías.

 

Pero el trabajador mediante su fuerza de trabajo en el proceso productivo siempre crea para el capitalista un valor superior del que recibe de este como contraprestación a la fuerza de trabajo que consume en el proceso productivo. Esta diferencia entre el valor que produce el trabajador para el capitalista y el valor que recibe el obrero a cambio de su trabajo constituye la plusvalía.

 

Así, la fuerza de trabajo a la que se le asigna un valor como a cualquier otra mercancía, adquiere un valor de uso puesto que es consumida en el proceso de trabajo como cualquier otra mercancía, pero con la característica particular que no tiene ninguna otra mercancía: que es la de crear siempre más valor que el valor pagado inicialmente por ella.

 

Al detectar Marx la ley de la plusvalía le permite explicar la base científica que explica a su vez la explotación económica del trabajador como proceso histórico sujeto a leyes, independientemente de  la bondad o maldad del capitalista para explotar al trabajador, que inexorablemente tiene que cumplir el capitalismo, y que aparece con el desarrollo de la producción mercantil que llevada a su límite (cuyo límite depende y está en función del desarrollo de las fuerzas productivas que imperativamente promueve el capitalismo como esencia de su dinámica de funcionamiento) explica y justifica, a) la aparición de las crisis sistemáticas del capitalismo como algo inherente que contiene en sus entrañas; b) la inviabilidad histórica del modo de producción capitalista, y por tanto, de su extinción objetiva, una vez alcanzado un determinado grado de desarrollo de las fuerzas productivas y c) que todas las hipotéticas soluciones que se puedan proponer para salir de la crisis, salvo la extinción de las relaciones de producción capitalistas, que en la práctica nadie está proponiendo, ni el PP ni el PSOE ni Podemos ni ninguno de los demás partidos políticos recientemente aparecidos, están condenadas al más estrepitoso de los fracasos como vamos a ver a continuación.

 

8

 

La ganancia del capitalista es por término medio, proporcional a la cuantía del capital invertido en la producción de mercancías. Pero desde el punto de vista de la ley del valor, la plusvalía (de la que proviene la ganancia) sólo es proporcional a la cuantía de la parte de capital gastada en la retribución de la fuerza de trabajado, pues justamente esta quien crea la plusvalía, y no los edificios, la materia prima, las máquinas, etc.

 

Los economistas burgueses no podían explicar por qué capitales iguales proporcionaban ganancias iguales aunque las partes gastadas en retribuir la fuerza de trabajo (capital variable V) no tuvieran nada de iguales. La respuesta a esta cuestión dada por Marx, se debe a que la competencia entre capitalistas y, en consecuencia, la fluctuación de los capitales de una rama a  otra rama de la producción es la que comporta la igualación de las ganancias.

 

Al no tener en cuenta la redistribución espontánea de la plusvalía, los economistas burgueses llegaban  a la conclusión de que los precios de las mercancías no se formaban partiendo del valor, sino del precio de producción, que es igual a la suma de los costes de producción más la ganancia media sobre el capital.

 

Marx demostró: “Que la ley del precio de la producción representa un desarrollo ulterior de la ley del valor (en consecuencia, de la ley de la plusvalía) en las condiciones de la división capitalista desarrollada del trabajo social. En consecuencia, la universalidad de la ley del valor (y, por lo demás, la universalidad de cualquier ley) se expresa en la diversidad de sus formas de existencia y manifestación. La unidad de la diversidad: tal es la naturaleza dialéctica de la ley, sin cuya inteligencia tampoco pueden explicarse las leyes generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el conocimiento estudiadas por el materialismo dialéctico” .

 

El estudio del nexo de unión que enlaza los fenómenos y formas de unidad interiormente contradictoria de la diversidad hace ver a Marx la contradicción dialéctica éntrelas leyes, de una parte, y sus modificaciones de otra.

 

Con respecto de la ley del valor, el precio de la mercancía es la expresión monetaria del valor, pero el precio de una mercancía representa la expresión monetaria del precio de producción, que dista mucho de ser igual al valor.

 

En estas tesis marxistas ven los economistas burgueses una contradicción irresolubles pues interpretándolas de forma mecánica, reduccionista y simple, afirmaban que una misma mercancía tenía dos preciso distintos: el uno que lo determinaba el valor (intercambio de mercancías equivalentes en función del trabajo social contenido), y el otro, el precio de producción.

 

Marx hizo ver que dentro del universo del capitalismo la suma de los precios de todas las mercancías es igual a la suma de todos los valores de la misma, en tanto que en virtud de la distribución de la plusvalía, el precio de una mercancía no puede coincidir con su valor, de modo que el precio inmediato de una mercancía lo determina el precio de producción, pero en última instancia, lo determina su valor, con lo que quedaba demostrado que al contradicción entre la ley y la forma particular con que se manifiesta no representa de ninguna manera su negación, sino que, por el contrario, constituye la manifestación dialéctica de su universalidad, lo que a su vez, no es propio y específico de las ciencias sociales, sino también al resto de las leyes de la naturaleza, según atestiguan los datos aportados por ésta última.

 

9

 

Los críticos burgueses del marxismo de los que solamente a título de ejemplo hemos visto a los señores Piketty y Bunge, el primero sin saber de lo que estaba hablando y el segundo porque le da exactamente igual decir ocho que ochenta, le acusan de que Marx deduce la necesidad de tales o cuales fenómenos económicos partiendo de leyes dialécticas más generales.

 

Habría que preguntarles previamente a estos supuestos críticos, si lo que les preocupa en verdad es el punto de partida o las conclusiones a las que llega Marx, aunque en realidad no llega a ninguna conclusión que pueda darse por concluida de forma definitiva, puesto que después de una conclusión  obtenida siempre hay otra que está a la espera de  ser descubierta o interpretada de otra manera.

 

Marx parte para sus análisis y conclusiones de hechos concretos como eje central de toda su filosofía. Parte de toda diversidad de hechos económicos, de los que no extrae conclusiones ni siempre ni necesariamente de tipo estrictamente económicas. A pesar de que muchos de sus críticos se empeñen en reducir y restringir al marxismo de una forma reduccionista y simplona, a una mera teoría económica y mecánicamente determinista.

 

Marx estudia los hechos económicos en su devenir histórico, en movimiento, y no de forma estática, como si fueran simples formas terminadas definitivamente y aislados unos de otros sin ninguna conexión entre sí, que van apareciendo a los ojos del investigador de forma lineal para que este los pueda ir estudiando cómoda y plácidamente. Y de los hechos económicos así estudiados Marx extrae sus conclusiones y leyes específicas del capitalismo a partir de las cuales asienta la intelección científica de leyes más generales.

 

Un ejemplo de la investigación concreta de las leyes generales de todo desarrollo de la ley universal de la acumulación capitalista, según la cual en el seno del capitalismo se produce una repetición permanente de la interdependencia entre la riqueza y la miseria: la acumulación creciente de la riqueza en un polo de la sociedad conduce a la creciente miseria del otro.

 

Al tiempo que investiga esta ley específica del capitalismo, investiga las diferentes contradicciones, la diversidad de formas que adquieren las transformaciones recíprocas de los opuestos, la unidad contradictoria de esencia y fenómeno, de necesidad y casualidad, de posibilidad y realidad, de lo general, lo particular y lo único.

La ley de la unidad y la lucha de los contrarios la deduce Marx de una investigación concreta, y su alcance estriba en que sirve de principio metodológico para un estudio concreto.

 

A la par que pone al descubierto leyes específica del desarrollo económico del capitalismo, enriquece al mismo tiempo el concepto general de la ley y asimismo la comprensión científica de las leyes más generales de al dinámica de la naturaleza, la sociedad y el conocimiento, por lo que las críticas que la burguesía mantiene contra el marxismo acusándolo de “economicismo mecánico y determinista” o que Marx deduce la necesidad de tales o cuales fenómenos económicos partiendo de leyes dialécticas más generales, desdeñando el análisis concreto de toda diversidad de hechos económicos, no tiene pies ni cabeza, o en todo caso, tiene pies pero no tiene cabeza.

 

El desarrollo consiste en la transición de lo simple a lo complejo, de lo inferior a lo superior, en el devenir de lo nuevo, de los que antes existía sólo como posibilidad, en la formación de ese nuevo a lo largo de fases determinadas, en el desdoblamiento de lo único en contraposiciones que se excluyen recíprocamente.

 

Toda investigación lógica de un desarrollo debe ser el compendio de un proceso histórico y debe comenzar por el elemento que surgiera históricamente, ya que ese elemento conserva su significación en la estructura del total investigado.

 

La “célula” fundamental del capitalismo es la mercancía, la que por una parte es la categoría más simple, y por otra, constituye la premisa histórica de la aparición de las relaciones capitalistas. Por esta razón Marx comienza en El Capital estudiando la relación más encilla, corriente, fundamental, masiva y común que se encuentra miles de millones de veces en la sociedad mercantil (capitalista): el intercambio de mercancía. En este fenómeno simplísimo en sí mismo, mediante su observación, estudio y análisis descubre Marx el germen de todas las contradicciones de la sociedad contemporánea. En la exposición que sigue muestra el desarrollo de principio a fin de todas las contradicciones del capitalismo y de esta sociedad.

 

Marx estudia todos los procesos en su forma histórica concreta para llegar a las más complejas y desarrolladas. Y precisamente por ello alcanza nivel universal el método de investigación empleado por Marx en el capital.

 

Analizando el desarrollo histórico de las formas del cambio de valor establece el modo en que la ampliación de la esfera del intercambio mercantil, y en consecuencia, de la masa de mercancías, comporta un cambio cualitativo: la forma causal del valor se va convirtiendo en forma ampliada o desplegada hasta convertirse en universal, y en este proceso se manifiesta la ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cualitativos.

 

Investigando el proceso histórico que convierte el dinero en capital le permite concluir también que el aumento de dinero en manos del poseedor de la mercancía (aumento cuantitativo), tarde o temprano engendra una nueva relación social cualitativamente nueva. El desarrollo de las fuerzas productivas se rige por esta ley.

 

Al producirse la transición de los cambios cuantitativos en cualitativos queda al descubierto la contradicción entre el contenido y la forma de desarrollo de la producción social.

 

Así pues, la ley de la transformación de los cambios cuantitativos en cambio cualitativo es la expresión específica necesaria del cambio dialécticamente contradictorio del desarrollo, cuya ley más importante es la unidad y lucha de los contrarios.

 

Un lugar preeminente en El Capital lo ocupa el análisis de la ley de la negación de la negación. Como consecuencia del estudio del largo proceso histórico que había transformado en propiedad capitalista la fragmentada propiedad particular de los trabajadores basada en el trabajo propio, Marx caracteriza este proceso expropiador de los pequeños agricultores como negación, es decir, como derogación de la vieja forma de propiedad y conversión de la misma en su contario, la gran propiedad capitalista, para lo que  hace falta la pérdida de control de os medios de producción. La concentración y centralización del capital es el ulterior desarrollo de esta negación, en el transcurso del cual maduran las premisas para que esta negación sea superada, es decir, sea a su vez negada. La revolución socialista destruye la propiedad capitalista, y esta expropiación de los explotadores es una manifestación de la ley dialéctica universal de la negación de la negación. “La producción capitalista –escribe Marx- engendra, con la fuerza inexorable de un proceso natural, su propia negación. Es la negación de la negación”.

 

Se ve así, excepto para el que no lo quiera ver, que la desaparición del modo de producción capitalista no responde a una malévola y diabólica ocurrencia  perfectamente maquinada en la cabeza de Marx contra la propiedad privada del capitalismo (que no tiene absolutamente nada que ver con los bienes particulares de cualquier persona que viva de su trabajo y para perturbar la paz y la armonía social reinante en el sistema capitalista, sembrando así la cizaña entre las personas y sembrar de esa forma la cizaña entre las personas), de los que dominan en su favor y en contra de la inmensa mayoría de a sociedad la economía, y en consecuencia, la política, sino el enunciado del resultado de sus estudios e investigaciones científicas, lo que objetivamente le lleva a concluir que el modo de producción no es nada natural, sino producto del desarrollo histórico, y que este mismo desarrollo histórico le conduce a la extinción, del mismo modo y por las mismas razones que se extinguió el sistema de producción esclavista para alumbrar un nuevo modo de producción más desarrollado con respecto del mismo: el feudalismo, también desaparecido y de cuyas cenizas nació el modo de producción capitalista que, igualmente desaparecerá para que aparezca en su lugar el socialismo. 

 

10

 

El concepto de práctica social, que resulta fundamental lo descubre Marx siguiendo el desarrollo de las categorías económicas, mostrando, por ejemplo, que el concepto de trabajo abstracto, entronca históricamente con determinado nivel de práctica social, que es válido también para las categorías de cualquier ciencia, para el desarrollo histórico del conocimiento general.

 

En su teoría del conocimiento parte como cualquier materialista anterior a él de las proposiciones sensualistas (vista, oído, tacto, gusto y olfato), según las cuales constituyen las fuentes primarias de conocimiento. La diferencia con los viejos materialistas consiste en poner al descubierto la relación contradictoria entre pensamiento abstracto y el reflejo sensorial de la realidad. “Toda ciencia estaría de más -afirma Marx- si la forma de manifestarse las cosas y la esencia de éstas coincidiesen directamente…”.

 

La no coincidencia, la contradicción entre esencia y fenómeno se reflejan en el conocimiento como contradicción entre los datos sensoriales de partida y las consecuencias teóricas finales, que no pueden coincidir directamente con esos datos aunque se asienten en ellos. Por esta razón toda tarea histórica consiste en “… reducir el movimiento visible al movimiento real interior…”.

 

La observación empírica directa de las relaciones capitalistas genera de forma mecánica la idea de que el capital engendra la ganancia; la tierra, la renta; el trabajo, el salario. Los economistas vulgares elevan esta apariencia sensorial a dogma teórico, que es el que utilizan para la apología del capitalismo.

 

Marx revela la esencia que hay detrás de lo aparente, desenmascara así la economía política vulgar, estableciendo que es el trabajo del obrero el que crea todo el valor y, en consecuencia, la plusvalía, de la que forma parte tanto la ganancia como la renta, haciendo patente a la vez el mecanismo de la distribución de la plusvalía merced a la cual se crea esa apariencia reflejada por la conciencia empírica corriente.

 

La observación empírica no nos engaña al señalarnos que la ganancia y la renta son proporcionales al capital anticipado y el precio de la tierra. Pero eso no es más que un hecho que existe objetivamente y está condicionado por la ley del valor. Este análisis de la dialéctica es uno de los puntos de partida del análisis teórico-cognoscitivo de la relación entre lo sensorial y lo racional. Una de las deducciones principales de este análisis es la proposición relativa al importantísimo papel del pensamiento abstracto, el cual no es sencillamente la suma y significación por medio de la palabra de los datos sensoriales, sino un grado de conocimiento cualitativamente nuevo, más elevado.

 

“Para analizar las formas económicas, no se pueden utilizar ni el microscopio ni los reactivos químicos –señala Marx en el prefacio al primer tomo de El Capital-. La capacidad de abstracción ha de suplir a ambos”, con lo que da cuenta de la complejidad y la dificultad del conocimiento de los fenómenos sociales y señala el papel esencial de la capacidad de abstracción en el proceso del conocimiento científico, observaciones que no sólo guardan relación con las ciencias sociales, sino también con las ciencias naturales.

 

Marx enseña que la abstracción científica es un potente instrumento para el análisis del proceso de desarrollo, pero que no se reduce a la abstracción de lo esencial, lo único, lo causal, sino que exige la parcelación de un proceso complejo y global, para pasar luego al estudio particular de cada uno de sus aspectos esenciales.

 

Cuando hablamos de producción se trata siempre de una producción a un nivel dado de desarrollo de al sociedad, de una producción de individuos que viven en sociedad. Podría parecer que, para hablar de producción, es necesario seguir las diferentes fases del desarrollo histórico, o específico desde el primer momento que hablamos de tal o cual época histórica claramente definida, por ejemplo, de la producción burguesa moderna, que constituye en realidad nuestro tema. [.] Pero sucede que en todas las épocas de la producción poseen ciertos elementos y rasgos comunes. Si admitimos que la producción en general constituye una abstracción, es preciso reconocer, con todo, que se trata de una abstracción razonada, porque subraya y precisa efectivamente los elementos comunes, y nos ahorra por tanto repeticiones. Sin embargo, estas característica generales o elementos comunes, despejados por la comparación, se articulan en la realidad de manera muy diversa y se despliega en haces originales.  Ciertos elementos se encuentran a la vez en la época más moderna y en la más antigua; de lo contrario no sería concebible ninguna producción. Ciertas leyes rigen a la vez las lenguas más desarrolladas y otras menso desarrolladas; pero si se desarrollan es a causa de elementos que no son generales y comunes. Es pues indispensable separar claramente las características comunes a toda producción, no sea que a fin de evitar la unidad resultante del simple hecho de la identidad del tema –la humanidad-  y del objeto –la naturaleza se olviden las diferencias fundamentales.[.] Toda la sabiduría de los economistas modernos que aseguran  que todas as relaciones sociales existentes son eternas y armoniosas, no es más que una forma de este olvido”.

 

Congruentemente con este planteamiento, “Marx examina en el primer tomo de El Capital la duda; en el segundo tomo investiga el proceso de circulación capitalista dejando de lado el proceso de producción; en el tercer tomo estudia el modo capitalista de producción en su conjunto, esto es, la unidad de la producción y la circulación. En este ejemplo no sólo ilustra la inteligencia materialista dialéctica de la abstracción, sino que muestra la esencia de la doctrina marxista relativa a la unidad de análisis y la síntesis”.

 

Para estudiar un aspecto del todo es menester separar, abstraerlo de las demás partes. Pero cada aspecto debe ser examinado en su concatenación con las restantes, sin lo cual resulta imposible tanto su conocimiento como el del todo como unidad de las partes. En este punto el análisis se trueca en síntesis y se logra a la postre la inteligencia concreta o multilateral del fenómeno en su determinación interna.

 

Un desarrollo posterior de estas ideas es la proposición marxista relativa al ascenso de lo abstracto a lo concreto.

 

Marx establece en contraposición a Hegel, que lo abstracto y lo concreto en el pensamiento de hombre representan formas determinadas del reflejo de la realidad objetiva, por cual, “el método de ascenso de lo abstracto a lo concreto no es más que el modo mediante el cual el pensamiento asimila lo concreto, lo reproduce como espiritualmente concreto. Sin embargo esto no es en ningún caso un proceso de aparición de lo concreto mismo”.

 

El reflejo abstracto de un proceso determinado es una fase necesaria de su conocimiento, que no refleja la esencia que se esconde bajo lo aparente, que no puede descubrir las contradicciones y concatenaciones de los elementos internos que lo componen, pero que es necesario porque fija el punto de mira en la realidad que quiere comprender. El conocimiento estriba en avanzar a partir  del reflejo abstracto hasta aprehender los elementos internos de esa realidad, incluidos los contradictorios que muestran su desarrolla, su cambio, etc. “Lo concreto es concreto –afirma Marx- porque es la síntesis de muchas determinaciones, y por tanto, la unidad de lo diverso. En el pensamiento se presenta, por ello, como un proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, aunque en realidad es el punto de partida efectivo, y, por  consiguiente, lo es también en cuanto a la contemplación y la representación”.

 

En el mundo objetivo, lo concreto, con toda su diversidad de aspectos, conexiones y relaciones a él inherentes, precede al conocimiento, es su punto de arranque.

 

De aquí dimana la proposición del materialismo dialéctico según la cual no existe la verdad abstracta, la verdad es concreta.

 

Eminente modelo de concreción de la verdad concreta es la comprensión científica del capitalismo plasmada por Marx en El Capital.

 

Un nuevo progreso con respecto de lo abstracto y lo concreto es la proposición marxista concerniente a la relación de la investigación lógica con el proceso histórico objetivo que transcurre con independencia de la conciencia del investigador.

 

No es fortuito que Marx comience por la exposición lógica de la mercancía en El Capital. La producción mercantil precede históricamente a capitalismo y constituye su premisa objetiva necesaria. Más adelante analiza el valor de cambio de la mercancía, para lo cual tiene que estudiar la forma simple o causal del valor, históricamente correspondiente al periodo de desarrollo de la sociedad en que la producción era en esencia de carácter natral y únicamente una mínima parte de los productos se tornaban mercancía, es decir, que se intercambiaban por otros. El valor de cambio se desarrolla hasta alcanzar la forma universal de valor monetario con el capitalismo, que es la forma de producción más desarrollada y conocida por la humanidad hasta hoy.

 

En el capitalismo no sólo los bienes materiales de consumo, sino también la fuerza de trabajo se torna mercancía.

 

Consecuentemente Marx pasa del análisis del cambio de mercancías y dinero al análisis del capital y, luego, al de la producción de la plusvalía, que constituye el objetivo principal de los capitalistas.

 

Sin embargo Marx pone “en guardia contra una representación simplificada de la correlación entre lo lógico y lo histórico. Lo lógico y lo histórico coinciden únicamente en conjunto, en la tendencia, pero no en cada caso concreto, donde son posibles las desviaciones de esa tendencia. Para que lo lógico refleje acertadamente el proceso histórico objetivo, este proceso debe ser investigado en su necesidad interna y siempre teniendo en cuanta las peculiaridades cualitativas de cada una de esas fases. Marx señala que el capital mercantil, así como el capital a préstamo, precede al capital industrial, pero ello no significa que el capital industrial deba ser reducido lógicamente de estas formas de capital. Bajo el capitalismo la forma básica de capital es capital industrial.

 

En la sociedad burguesa tanto el capital mercantil como el capital a préstamo constituyen formas derivadas cualitativamente diferentes de las correspondientes formas de capital que existieron en las épocas pre capitalistas

 

La investigación lógica refleja el proceso histórico no como se nos  aparece en su forma superficial, y cómo lo percibimos directamente, sino en consonancia con las leyes objetivas internas del nacimiento y la dinámica de la formación económica-social respectiva.

 

La nueva aportación del marxismo sobre el papel decisivo que desempeña el trabajo tanto en el proceso de formación antropológica del hombre como en su desarrollo posterior es la proposición relativa al rol determinante en el devenir de todos los aspectos de la vida social.

 

En el primer tomo de El Capital estudia los elementos básicos del trabajo como actividad específicamente humana que distingue al hombre de los demás animales. El hombre se distingue de ellos porque es capaz de construir instrumentos de trabajo. Esto ya era conocido por la sociología premarxista, como supuesto necesario para la vida social. Marx concibe la producción no como supuesto necesario para la existencia de la vida humana, sino como base determinante de todas las formas de vida social, y desde esta perspectiva cobra especial relevancia el concepto de “relaciones de producción”,  importantísima categoría del materialismo histórico.

 

La producción es por naturaleza un proceso social, en el que lo más importante no es qué se produce sino cómo se produce.

 

Para producir los hombres contraen determinadas relaciones sociales de producción que son independientes de sus voluntades. Y lo mismo que las fuerzas productivas, resultado del trabajo de las generaciones precedentes son independientes de cada generación dada, por lo que no las puede elegir cada hombre a su capricho, sino que se muestran objetivamente necesarias. Las fuerzas productivas son el contenido del proceso de producción social; las relaciones de producción, su forma necesaria.

 

Al explicar el concepto de relaciones de producción señala que éstas incluyen las relaciones de los hombres con los medios de producción (formas de producción), las relaciones que rigen el trueque de los bienes materiales (el intercambio mercantil) y las relaciones de distribución de productos, vinculados directamente con una distribución dada de los medios de producción. Desde este punto de vista somete a una profunda crítica los dogmas burgueses acerca del carácter eterno y natural de al propiedad privada, y establece que en fases remotas de desarrollo social no había nada parecido a la propiedad privada. Entonces primaba la forma de propiedad de la comunidad primitiva. Posteriormente merced al desarrollo de al producción fue reemplazada por la forma de propiedad esclavista. La forma superior de producción del feudalismo con respecto de la esclavitud dio lugar a la forma de propiedad feudal y finalmente, el capitalismo, forma superior de producción con respecto del feudalismo, alumbró la última forma de propiedad conocida, la propiedad privada capitalista.

 

El progreso de la producción capitalista comporta el conflicto entre las fuerzas productivas y las formas de propiedad privada en que aquella se desarrolla.

 

Esta contradicción constituye la base económica de la revolución socialista que destruirá la última forma de propiedad, la forma capitalista, de las relaciones de producción antagónicas e instaura la propiedad social de los principales medios de producción.

 

El estudio de las formaciones sociales y las leyes de la transición de uno modo de producción a otro conduce a Marx al descubrimiento de una de las leyes más generales e importantes del progreso socio histórico: la ley de correspondencia entre relaciones de producción y el nivel y el carácter de las fuerzas productivas, poniendo al descubierto el papel determinante de las fuerzas productivas respecto de las relaciones de producción. 

 

Al desarrollarse la producción, las fuerzas productivas entran inevitablemente en contradicción con las relaciones de producción, ya formadas en la fase anterior. Esta contradicción se convierte inexorablemente en un conflicto, pues la clase dominante pretende preservar las relaciones de producción caducas que constituyen la base económica de su dominación política. Esta situación condice a la revolución socialista.

Las relaciones de producción son fundamentales porque son ellas las que determinan los demás vínculos sociales entre los hombres.

 

Marx y Engels llaman estructura económica de la sociedad a conjunto de las relaciones de producción.la estructura económica determina las instituciones políticas, ideológicas, etc., de al sociedad y las concepciones de la moralidad, cultural y creencias dominantes en ella.

 

Las relaciones de producción son objeto de un doble estudio por parte del materialismo histórico. Por una parte como forma de desarrollo de las fuerzas productivas, y por otro, como base de desarrollo de la vida política e ideológica de las sociedades. Constituyen la esencia proposicional del materialismo histórico, el marxismo.

 

Estos conceptos y otros como el de formación económico-social; el modo de producción o las clases sociales, constituyen las premisas teóricas para la investigación histórica concreta del capitalismo que conducen a Marx y Engels a importantes deducciones sociológicas y, sobre todo, a la conclusión concerniente a la ineluctabilidad del tránsito del capitalismo al socialismo mediante la revolución del proletariado y la instauración de la dictadura del proletariado.

 

Aplicando el método materialista histórico a la investigación no sólo de la sociedad capitalista, sino también de un futuro sistema social, Marx adelanta los rasgos generales del comunismo y pone al descubierto la diferencia radical entre la formación comunista y la anterior burguesa, que tiene por base económica la propiedad privada de los medios de producción.

 

Marx explica que “el comunismo no deroga la necesidad de trabajar”, sino que constituye una necesidad y el supuesto constante y la fuerza constante del progreso humano. Por tanto el comunismo no se distingue de las formaciones precedentes porque supriman la necesidad de trabajar, sino porque elimina las diferencias clasistas y ofrece mejores condiciones para una actividad laboral concerniente al multilateral desarrollo físico y espiritual del hombre.

 

El desarrollo de las fuerzas productivas y el aprovechamiento de los nuevos adelantos científicos y técnicos  aplicados a la producción elevará la productividad del trabajo, lo que implica la creación de una masa mayor de riqueza social a la par que una disminución del trabajo vivo necesario, y esto a su vez, se convertirá en una pujante fuerza del progreso de la producción social.

 

El incremento de la productividad del trabajo significa que en menos tiempo se produce más. “Entonces –afirma Marx-, no será ya el tiempo de trabajo, sino el tiempo disponible el que medirá la riqueza. El tiempo libre no es un tiempo de ociosidad de un trabajo extenuante, sino algo disponible para el cultivo de las facultades físicas y espirituales del individuo.

 

Afirma Marx: “… la necesidad de trabajar será una necesidad personal interna, de todos los miembros de la sociedad, pues gracias a la transformación comunista de las relaciones de trabajo y el desarrollo integral del individuo serán inseparables”.

 

El materialismo histórico es para los propios fundadores, Marx y Engels, la teoría y el método de investigación de la vida social cuyas premisas se configuran en el seno del capitalismo, descubriendo por un lado, las leyes más generales del desarrollo social, y por otro, estudiando las épocas históricas y las formaciones económica-sociales cualitativamente distintas. “Y por ello no es fortuito que el materialismo histórico se desarrollara ante todo en las obras de Marx y Engels que dedicaron al estudio concreto de determinados periodos históricos”.

 

Respecto de las leyes más generales del desarrollo social, la relación entre producción y consumo representa una de las leyes sociológicas más generales.

 

La producción es la base del consumo no sólo porque crea los artículos que luego se consumen, sino porque la propia necesidad de determinados artículos surge y se extiende gracias al desarrollo de la producción.

 

El idealismo considera que las necesidades anteceden a la producción, pues el idealista entiende las necesidades de un modo abstracto y no tiene en cuenta su formación histórica concreta.

 

El materialismo parte de al necesidad en su forma histórica concreta de necesidades determinadas de determinados objetos que son resultado de la producción.

 

“El consumo no es una consecuencia previa de la producción. En primer lugar, la propia producción es consumo de fuerza de trabajo y de determinadas materias primas. En segundo lugar, el consumo crea la necesidad de una nueva producción. Y, finalmente, el mismo consumo personal es también en su base un proceso de reproducción de la fuerza de trabajo. Por ello, producción y consumo son contrarios que se entroncan y transforman uno en otro… La propia producción es inmediatamente  consumo, el consumo es inmediatamente producción. Cada uno de ellos es inmediatamente su contrario. Pero al mismo tiempo transcurre entre ellos un movimiento mediatizador”.

 

En realidad la dialéctica de la producción y el consumo, lejos de eliminar las diferencias entre ellos, la reproducen constantemente. El idealista simplifica e identifica la producción y el consumo partiendo de la recíproca transformación dialéctica de estos dos aspectos de un proceso único.

 

Los críticos burgueses del marxismo siempre han mantenido y mantienen, contra toda evidencia, que el materialismo histórico es “un esquema universal del proceso socio-histórico” que ya antes de la investigación concreta fija las fronteras de la historia universal, su principio y su fin.

 

Pero en realidad, el materialismo histórico es el balance de la historia universal, como la facultad del pensamiento marxista para el estudio del conocimiento humano en general en cuanto a su origen, su alma y su naturaleza (gnoseología marxista), es la generalización teórica de la historia del conocimiento. Esta generalización de la historia universal es la premisa teórica necesaria para la investigación ulterior del proceso socio histórico, pero desde luego, no reemplaza a la investigación.

 

Siendo esto así como es, resulta obvio que antes de la investigación a realizar no puede existir ninguna conclusión fijada de antemano.

 

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“La Comuna de París surge al final de la guerra franco-prusiana. La derrota de Francia en el campo de batalla llevó a los ejércitos prusianos a las afueras de París, lo que tiene como resultado la formación de la Guardia Nacional. “París no podía ser defendido sin armar a su clase obrera, organizándola como una fuerza efectiva y adiestrando a sus hombres en la guerra misma. Pero París en armas era la revolución en “armas”. Cuando el primer ministro de Francia, Thiers, decide rendirse ante Prusia, el pueblo en armas de París se niega a devolver sus armas y declara la Comuna de París” .

 

La Comuna de París que dominó brevemente en París desde el 18 de marzo (formalmente el 26 de marzo) de 1871 hasta el 28 de mayo del mismo año, inaugura un nuevo periodo de la historia mundial, porque fue la primera vez que la clase obrera tomó el poder en sus propias manos.

 

La Comuna de París encontró su generalización teórica en las obras de Marx y Engels, y constituyó la base objetiva sobre las que se asentaron sus desarrollos ulteriores del materialismo dialéctico y del materialismo   histórico, elaborando importantísimos problemas de la doctrina del socialismo científico partiendo del análisis de las leyes de a sociedad capitalista, del movimiento obrero internacional y del contenido de las ciencias de la naturaleza, todo lo cual implicaba una dura batalla sin cuartel contra la filosofía burguesa.

 

Ante el empuje de las fuerzas ascendentes del movimiento obrero revolucionario la burguesía engendró sus correspondientes tendencias reaccionarias en la filosofía, la sociología y la historiografía de la época.

 

Las doctrinas idealistas de Schopenhauer, Hartman, neokantianos, etc., se propagaban ampliamente. En las ciencias naturales teóricas hacen su aparición el “idealismo físico” y el “idealismo fisiológico”, a la vez que adquieren notables influencias diversas modalidades del vitalismo.

 

Ante esta nueva situación se impone en particular fuerza el problema de aplicar el materialismo dialéctico a la lucha de clases, así como a las ciencias naturales, cuyos adelantos en física, química, biología y fisiología reclamaban una interpretación filosófica.

 

Este problema histórico de singular importancia lo resolvieron Marx y Engels, con la Crítica del programa de Gotha y otros escritos del primero y con el Anti-Dühring, el Ludwig Feuerbach y el fin de la Filosofía alemana; el Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; Dialéctica de la naturaleza y otras obras del segundo.

 

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A finales de 1.870 las ideas de Eugenio Dühring obtienen cierta influencia en la Socialdemocracia alemana. Se basaba en una mezcla ecléctica de materialismo vulgar e idealismo. Partía del principio abstracto de la justicia, combatiendo abiertamente la teoría marxista de la revolución y de la dictadura del proletariado, así como la fundamentación filosófica del materialismo dialéctico y del materialismo histórico.

 

Estas tesis se verían favorecidas por los elementos oportunistas del Partido Socialdemócrata alemán, tales como Bernstein y otros adversarios del marxismo revolucionario. Incluso Liebknecht y Bebel mostraron al principio interés por Dühring.

 

Los fundadores del marxismo tuvieron que exponer y argumentar los principios fundamentales del materialismo moderno con el fin de demostrar la precariedad de la filosofía burguesa.

 

Engels cumplió este cometido con sus obras Anti-Dühring y Ludwing Feuerbach y el Fin de la filosofía clásica alemana (1.886). Marx revisó y aprobó el original del Anti-Dühring, escribiendo para esta obra el capítulo décimo de la II sección, en la que abordaba cuestiones económicas. “La estructura del libro se corresponde con el contenido de las partes fundamentales del marxismo: el materialismo dialéctico, la doctrina económica de Marx y el socialismo científico”.

 

En esta obra, Engels critica a Dühring en las cuestiones fundamentales de la ciencia filosófica: el objeto de al filosofía, el método y los principios de esta, la unidad del mundo, el espacio y el tiempo, el movimiento y sus formas, la teoría del conocimiento, a la vez que analiza los problemas teóricos de las ciencias naturales.

 

Se encuentran también críticas  a la filosofía de kantiana, de la filosofía de Hegel y del materialismo vulgar, pero lo esencial de esta obra es la elaboración y fundamentación de los problemas más importantes de la filosofía marxista, de las cuestione básicas de la sociología y de la historia del socialismo.

 

Engels establece el indisoluble nexo del materialismo dialéctico con el socialismo científico y la doctrina económica de Marx. Explica el carácter dialéctico del materialismo marxista, subrayando su diferencia cardinal con respecto del materialismo precedente, el metafísico.

 

Engels define al dialéctica como ciencia de las leyes universales que rigen la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, de la sociedad y del pensamiento. En las categorías y los conceptos refleja el hombre las leyes objetivas de la naturaleza y la sociedad, la concatenación general, la trabazón recíproca de los fenómenos y su desarrollo. Dice Engels: “… el problema, para mí, no podía estar en infundir a la naturaleza las leyes dialécticas construidas, sino en descubrirlas y desarrollarlas partiendo de ellas”.

 

Critica la errónea metodología de Dühring, quien sostiene que para explicar el mundo exterior había que partir de unos “principios generales” extraídos del pensamiento, lo que ponía en evidencia el apriorismo de Kant. Engels señala que en realidad los principios generales no constituyen el punto de arranque, sino el resultado de la investigación. Los principios son ciertos en la medida que se corresponden con las leyes de la naturaleza y la historia.

 

Al generalizar el balance del desarrollo de la filosofía, las ciencias naturales y las ciencias económica e histórica, expone las leyes fundamentales de la dialéctica materialista y muestra su acción en diversas esferas del saber y de la actividad del hombre.

 

Entre las leyes básicas de a dialéctica establece la ley de la unidad y la lucha de los contrarios, la ley de la transformación de la cantidad en cualidad y viceversa y la ley de la negación de la negación, cada una de las cuales refleja aspectos esenciales del proceso único de desarrollo de la naturaleza y la sociedad.

 

Para Dühring el estado inicial del mundo fue la inmovilidad absoluta y su estado final el movimiento equilibrado. Engels por el contrario señala que el movimiento es la forma de la existencia de la materia. “Materia sin movimiento –dice Engels- están inconcebible como movimiento sin materia. Por eso el movimiento es tan increable y tan indestructible como la propia materia; y en ello reside le filosofía anterior (Descartes) cuando dice que la cantidad de movimiento existente en el mundo es siempre la misma. El movimiento, por tanto, no puede ser creado, sólo puede ser desplazado”.

 

La materia se encuentra en movimiento y desarrollo permanente. Este movimiento posee un carácter dialéctico, y a todos los fenómenos y procesos de la naturaleza  y de la sociedad les son propias contradicciones internas, lo que ilustra con proposiciones de la dialéctica marxista con ejemplos extraídos de las diversas esferas del conocimiento de la naturaleza: la mecánica, las matemáticas, la biología, etc.

 

El movimiento, el cambio y el desarrollo se expresan en leyes dialécticas.

 

La primera ley de la dialéctica es la ley de la unidad y lucha de los contrarios. Las contradicciones constituyen la fuente del desarrollo de todos los fenómenos del mundo. Señala la diversidad de formas de la unidad y la lucha de los contrarios en una sociedad de clases basada en la propiedad privada.

 

Con respecto de q vida orgánica y sus orígenes, afirma Engels: “… la vida no es, a su vez, más que una contradicción albergada en las cosas y en los fenómenos; al cesar la contradicción, cesa la vida y sobrevienen la muerte”. Subraya la necesidad de adoptar un enfoque concreto para el análisis de las diversas formas de contradicciones y sus correspondientes resoluciones.

 

Dice con respecto a la ley del desarrollo mediante la lucha de los contrarios: “Mientras consideremos las cosas como estáticas e inertes, cada una de por sí, una al lado y después la otra y así sucesivamente, no descubrimos en ellas ninguna contradicción” y se está siguiendo con ello la lógica formal. Cuando comenzamos a examinar los fenómenos en movimiento y cambio chocamos con las contradicciones.

 

En la lógica formal, como la dialéctica, es la doctrina del pensamiento y sus leyes, pero en un grado inferior. En ella se estudian las formas de pensamiento, se fijan los conceptos, las deducciones y los juicios al margen de sus transiciones. La lógica dialéctica se caracteriza por su carácter enjundioso y concreto. Estudia el pensamiento en su desarrollo contradictorio y constituye el grado superior del conocimiento.

 

La segunda ley de la dialéctica, la ley de la transformación de la cantidad en cualidad y viceversa, ostenta también el rango de objetivo y universal, demostrándolo Engels con ejemplos tomados de las más diversas esferas del saber científico. La ley de la transformación de la cantidad  en cualidad, y viceversa, afirma que todo cambio cualitativo que se opera en la naturaleza y la sociedad es el resultado de cambios cuantitativos y que el transito de una cualidad a otra se efectúa a través de la interrupción en el proceso gradual de desarrollo, mediante altos. También se produce el proceso inverso: de cambios cualitativos a cuantitativos.

 

La tercera ley de la dialéctica, la ley de la negación de la negación, es también general y rige tanto en la naturaleza como en la sociedad y el pensamiento. Refleja las fases de desarrollo de los fenómenos de lo inferior a lo superior, de lo simple a lo complejo, de lo viejo a lo nuevo. Por la acción de las fuerzas contradictorias internas, cada fenómeno engendra su propia contradicción.

 

Negar en dialéctica no significa en absoluto declarar inservible una cosa, un hecho o un acontecimiento o destruirlo arbitrariamente, sino un elemento necesario para la contradicción dentro del proceso de desarrollo.

 

La negación expresa la peculiaridad interna del desarrollo del fenómeno, la transición de este en su contrario. Para cada categoría de objetos existe su propio modo contradicción.

 

Engels considera la negación de la negación como forma general del desarrollo, en las que las contradicciones llevan desde la fase inicial hasta la culminación a través de un desarrollo ascensional.

 

Engels refuta la concepción metafísica de Dühring del conocimiento como comprensión de la verdad, frente a la que opone la gnoseología marxista. Y en este sentido afirma: “La verdad y el error, como todas las definiciones mentales que se mueven dentro de antítesis polares, sólo tienen vigencia absoluta dentro de un terreno muy limitado”.

 

Refuta la tesis de Dühring acerca de la verdad definitiva y de última instancia, de la existencia de un conocimiento inmutable y absoluto con numerosos ejemplos extraídos de las ciencias naturales y de la historia, subrayando el carácter relativo de aquel. “No se puede aplicar –dice Engels- el rasero de la verdad definitiva y de última instancia, de la auténtica verdad inmutable, a razonamientos que, por su propia naturaleza, quedan como conocimientos relativos para una larga serie de generaciones y por tanto tienen que ir completándolos paso a paso, o a aquellos como la cosmogonía, la geología y la historia humana que, por la insuficiencia de material histórico, serán siempre defectuosos e incompletos”.

 

Respecto de las verdades eternas, cuyo cometido principal del conocimiento que mantenía Dühring, indica Engels, que las “verdades eternas”, como las verdades de hecho, como ciertos juicios limitados por su contenido existen. Pero en el conocimiento no se trata de esas verdades eternas, sino de verdades que revelan diferentes aspectos y vínculos del mundo en infinito desarrollo.

 

Refuta también los argumentos de los neokantianos y otros agnósticos, fundamentando la tesis marxista sobre el carácter objetivo de conocimiento, a la par que elabora el problema de la práctica como base del mismo.

 

La práctica ofrece la prueba de la veracidad del conocimiento. La actividad práctica del hombre es la mejor refutación de todas las ficciones agnósticas. Nuestras percepciones y juicios en tanto en cuanto se correspondan con el mundo objetivo son ciertos. Si fueran falsos, fracasaría todo lo que emprendiéramos partiendo de ellos.

 

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Generalizando la experiencia del a Comuna de París permite a Marx y Engels la elaboración ulterior de la doctrina del Estado burgués y la dictadura del proletariado.

En el prólogo a la nueva edición del Manifiesto del Partido Comunista (1.872), Marx y Engels escribieron que su programa “ha quedado parcialmente anticuado”. La Comuna de París había demostrado, entre otras cosas, que el proletariado no podía limitarse a tomar posesión de la máquina del Estado burgués; debía destruirla, crear un Estado nuevo, proletario.

 

Engels señala que las tareas fundamentales de la dictadura del proletariado, valiéndose del poder estatal conquistado, debía reducir la resistencia de la clase capitalista y llevar a cabo la organización económica de la sociedad, sin la cual la revolución puede terminar en derrota.

 

Engels estableció la endeblez de la reivindicación anarquista de “abolición inmediata” del Estado. El Estado desaparecerá cuando no existan clases sociales, cuando no haya dominio de una clase sobre otra, cuando no haya violencia.

 

La “dictadura del proletariado” en modo alguno debe entenderse como interpretan y divulgan los burgueses enemigos del marxismo, como una “minoría” que arrebata el poder a la minoría capitalista para ponerse en su lugar y explotara la sociedad de la misma manera que hacia la minoría capitalista. Tal noción es completamente absurda, en primer lugar y sobre todas las cosas, porque el proletariado lejos de constituir una minoría social es el sector inmensamente mayoritario de la sociedad, y es este sector mayoritario, compuesto por todos los trabajadores los que se apropiarían del aparato del Estado para someter a la minoría capitalista, es decir, para hacer prevalecer los intereses de la inmensa mayoría de la sociedad contra los intereses de la exigua minoría capitalista.

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 Dedicó gran atención a los problemas de a historia de la filosofía y elaboró una importante serie de ellos en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía alemana, cuya elaboración fue la base metodológica de la historia marxista de la filosofía en tanto que ciencia.

 

Según Engels la definición clásica fundamental de la filosofía: “El gran problema cardinal de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el ser”, lo que le permitió con rigor científico la definición del objeto de la filosofía y de su historia y establecer una importantísima ley de su desarrollo; la lucha entre el materialismo y el idealismo a lo largo de todo el transcurrir del pensamiento filosófico. El descubrimiento de esta ley del desarrollo de al filosofía proporcionó un criterio científico, objetivo, para valorar las doctrinas filosóficas.

 

Frente al planteamiento filosófico idealista de que la historia de la filosofía es la historia de las ideas al margen de la historia social y económica, estableció que el devenir histórico de la filosofía queda determinado en última instancia por las relaciones económico-sociales formadas en la sociedad y que a los filósofos les impulsaban. La filosofía es uno de los medios ideológicos de lucha entre clases.

 

Pone de relieve también la relativa independencia del desarrollo del conocimiento filosófico, del nexo histórico existente entre las ideas filosófica, puesto que la filosofía de cada época arranca de la época anterior.

 

Critica también al sociólogo alemán Paul Barth quien consideraba que la historia de la filosofía es un “cúmulo de ruinas de sistemas destruidos”. La historia de la filosofía es la historia del conocimiento.

 

Con  su análisis del materialismo pre marxista francés del siglo XVIII pone al descubierto la limitación histórica del viejo materialismo señalando tres de sus deficiencias principales: 1) era predominantemente mecanicista; 2) tenía un modo de filosofar fundamentalmente metafísico y anti dialéctico, y 3) daba una interpretación idealista a los fenómenos sociales.

 

El materialismo dialéctico, la forma superior del materialismo, “no es la nueva restauración del materialismo antiguo, sino que se incorpora a las bases permanentes del mismo todo el contenido del pensamiento que nos aportan dos milenios de desarrollo de la filosofía y de las ciencias naturales, y la historia misma de esos dos milenios”

 

Engels concluye que cada descubrimiento que hace época en la ciencias naturales obliga al materialismo a cambiar de forma.

 

La elaboración por parte de Engels del problema de la historia del desarrollo del pensamiento dialéctico tiene una importancia fundamental para la ciencia histórico-filosófica.

 

El conocimiento humano progresa al enriquecerse con ideas dialécticas. En la historia de la filosofía este proceso se interrumpió unas veces, hubo grandes retrocesos otras, pero indudablemente progresaba.

 

En el siglo XVII, a pesar de predominar el modo metafísico de pensar –como dice Engels- la filosofía tuvo formidables representantes de la dialéctica como Descartes o Spinoza. Diderot también expuso una serie de ideas dialécticas. En Alemania la filosofía sobre bases idealistas data de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX.

 

La dialéctica fue abriéndose camino espontáneamente dentro del campo científico, pero en una determinada fase de evolución de al ciencia y de la sociedad surgió la necesidad de reflejar de modo consciente los procesos dialécticos que acaecen en la naturaleza, en al sociedad y en el pensamiento mismo, cuyo cometido vino a cubrir la nueva forma científica de la dialéctica marxista, la auténtica dialéctica.

 

“La aparición del materialismo dialéctico es, por un lado, fruto de la reelaboración radical de la filosofía hegeliana y de la superación de la unilateralidad del materialismo de Feuerbach y, por otro lado, resultado de un profundo análisis de los colosales avances de las ciencias naturales del siglo XIX”.

 

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 Marx y Engels en la medida que pudieron siempre se apoyaron  en los avances de las ciencias naturales  que se iban conociendo para sustentar, demostrar o explicar sus teorías. Pero es en las décadas de los 70 y 80 del siglo XIX cuando las cuestiones filosóficas relativas a las ciencias naturales pasan a ocupar el centro de atención de ambos.

 

Fue Engels quien asumió la mayor parte del trabajo en este sentido, especialmente en los terrenos de la geología y la fisiología sin olvidar el campo de las matemáticas.

 

Que no se ocuparan con intensidad con anterioridad a los problemas filosóficos de las ciencia de la naturaleza se debió fundamentalmente a tres razones. La primera: el marxismo ya había logrado una difusión relativamente amplia y era preciso fundamentarlo en una serie de problemas relacionados con las ciencias de la naturaleza. La segunda: las ciencias naturales por los grandes descubrimientos del siglo XIX ya había culminado en lo esencial, con lo que aparecía la necesidad de una generalización filosófica de los mismos, y, la tercera: que en esas fechas se intensificó visiblemente la lucha dentro de las ciencias naturales en torno a las cuestiones filosóficas. La mayoría de los naturalistas seguían aferrados a las posiciones del materialismo metafísico, en conjunto ajeno a la dialéctica.

 

Los filósofos adversarios del marxismo que pretendían hablar en nombre de las ciencias naturales como Dühring o Büchner, defendían los postulados del materialismo metafísico, y algunas veces, del materialismo vulgar, por lo que Engels hacía especial hincapié principalmente en demostrar el carácter dialéctico de la naturaleza.

 

Las concepciones idealistas y agnósticas fueron adquiriendo una significación mayor que en tiempos precedentes, además de la religión oficial y la propagación entre la sociedad burguesa “culta” de una superstición como el espiritismo (Vallace, Crookes, Zöllner y otros), acentuándose la influencia del agnosticismo: en Alemania, del neokantismo; en Inglaterra, del humanismo.

 

El agnosticismo se entremezcla con el materialismo mecanicista, complementándolo de un modo original.

 

Los naturalistas proclives al neokantismo (Müller, Helmholtz) intentan fundamentar la tesis central del agnosticismo (la imposibilidad de conocer el mundo) invocando la estructura de los sentidos del hombre.

 

En 1.873, Engels tenía pensado escribir un libro sobre los problemas filosóficos de las ciencias naturales, Dialéctica de la naturaleza, que giraba en torno a dos ideas centrales: la unidad del mundo y la del desarrollo histórico de al naturaleza, pero no llegó a concluirlo, porque tras la muerte de Carlos Marx lo tuvo que abandonar para poder preparar la edición de los tomos II y III de El capital y dirigir el movimiento obrero. Sin embargo y a pesar de no poder culminar la Dialéctica de la naturaleza sí logró reunir abundante e importante material factual y terminó algunos artículo y otros escritos y notas con la misma idea con que había ideado tal obra, examinando en todos sus aspectos el papel que desempeñan las ciencias naturales en la demostración de la unidad del mundo, mostrando que los grandes descubrimi9entos de mediados del siglo XIX hacen posible la fundamentación del punto de vista filosófico del mundo como un todo único.

 

Tuvo que discriminar las formas fundamentales de la materia y el movimiento para poder demostrar las infinitas diferencias cualitativas que se observan en la naturaleza para demostrar que la misma es un todo único e interconexo y poner al descubierto su vinculación interna. La materia no existe sin movimiento, ni el movimiento sin materia.

 

Los materialistas del siglo XVIII adelantaron ya esta proposición, pero tenían de ella una visión mecanicista. Para ellos el movimiento no era más que la traslación en el espacio de cuerpos interiormente inmutable.

 

Tras generalizar los datos de la física, química y la biología de sus tiempos, Engels formula de un modo nuevo el principio de interconexión entre la materia y su movimiento: los tipos fundamentales de la materia poseen formas (tipos) de movimiento particular, inherentes exclusivamente a ellos.

 

Según los tipos de materia conocidos entonces, Engels establece las siguientes formas fundamentales del movimiento: mecánico, inherente a las masas celestes y terráquea; físico, que él denomina molecular, y químico, el movimiento de los átomos.

 

Por lo que respecta a las formas de movimiento de partículas más pequeñas del átomo,  por entonces lo único posible era a conjetura, pues, pues aún no se habían descubierto, no obstante Engels previó estos descubrimientos al habar de la composición compleja del átomo y de los “átomos de éter”. Poco después de su muerte fueron descubiertas las partículas subatómicas (los electrones) y las partículas de campo (cuantos de campo electromagnéticos –fotones-).

 

Además de las formas fundamentales de movimiento inherente a la naturaleza inorgánica, examina la forma de movimiento biológica, que aparece como resultado del autodesarrollo de la materia y cuyo vehículo es la albúmina viva, y la vida social.

 

Los tipos fundamentales de la materia y las formas de movimiento inherente a ellos no pueden ser delimitados de un modo absoluto, y menso todavía puede hablarse de unas facetas absolutas dentro de cada uno de ellos, por ejemplo, dentro de la naturaleza orgánica (vegetales, animales).

 

“La conciencia de que esas antítesis y diferencias, aun presentándose en la naturaleza –escribe Engels-, sólo tienen una validez relativa, de que, por el contrario, su aparente rigidez y virtud absoluta son introducidas en la naturaleza por nuestra reflexión, esta conciencia forma la médula de la concepción dialéctica de la naturaleza”.

 

Las formas de transición entre las masas celestes y terráqueas: asteroides y meteoritos; entre las masas terrestres y las moleculares: las formaciones macromoleculares, comprendida la célula, etc., muestran por un lado, que no hay fronteras absolutas entre los fenómenos cósmicos y los terrestres, entre los del macro mundo y del micro mundo, y por otro lado, que la presencia de las formas de transición confirman la existencia de diferencias cualitativas entre los diversos tipos de materia. “Estos eslabones intermedios –escribe Engels- no hacen más que demostrar que en la naturaleza no existen saltos, precisamente porque toda ella se compone de saltos”.

 

Engels llama la atención de los naturalistas sobre la necesidad de estudiar los procesos de la naturaleza que se hallan en las zonas de confluencia entre las diferentes formas de movimiento y las ciencias que lo analizan, por ejemplo, procesos situados en un terreno fronterizo entre la física y la química. Engels previó que precisamente “es aquí donde deben esperarse mayores resultados”. Esta previsión que hoy cumplida si se considera que, por lo que respecta al conocimiento de la esencia de la vida, la palabra calve pertenece a la biofísica y a la bioquímica.

 

Al fundamentar la proposición del materialismo dialéctico sobre la transformación de unas formas de movimiento en otras sujetas a leyes, Engels aclaró el verdadero significado de la ley de la conservación y transformación de la energía.

 

En la Dialéctica de la naturaleza analiza el concepto de energía, que ya había entrado en la ciencia una vez descubierta la ley de su conservación. La energía se define de ordinario como medida del movimiento.

 

Engels analiza el debate entre los partidarios de Descartes y Leibniz a propósito de las dos medidas del movimiento. Descartes mantenía que la energía era igual al producto de la masa por la velocidad, cuya medida –mantiene  Engels- es importante para los casos en que el movimiento mecánico se conserva sin tránsito a otras formas de movimiento, pero cuando se transforma en energía potencial, así como en cualquier otra forma de movimiento (calor, electricidad, etc.) “la cantidad de esta nueva forma de movimiento es proporcional al producto de la masa originariamente movida por el cuadrado de la velocidad”, y así explica la significación del concepto de energía como medida del movimiento que caracteriza la transformación de unos tipos de movimientos en otros. “La constancia cuantitativa de movimiento –escribe Engels- fue formulada por Descartes, y además casi en las mismas palabras que ahora… En cambio, la mutación de forma del movimiento no se descubrió hasta 1.842, y esto, y no la ley de la constancia cuantitativa, es lo nuevo”.

 

El descubrimiento de la ley de la conservación y transformación de la energía impulsó el avance de la termodinámica y de la física estadística. El físico alemán Clausius formula la segunda ley de la termodinámica: la ley del aumento de la entropía en los procesos irreversibles.

 

El crecimiento de la entropía deberá conducir –según Clausius- en un tiempo finito al enfriamiento de todos los astros y a la “muerte térmica” del universo, con cuya proposición se cumple la ley de la conservación de la energía, pero una distribución cada vez  más equitativa del calor por el espacio infinito hace imposible la existencia de las formas superiores de la materia y, ante todo, de la vida.

Engels muestra el defecto básico de los razonamientos de Clausius: su proposición que es válida para un sistema finito, es aplicada al universo infinito.

 

Engels señala a continuación que la idea metafísica del fin del mundo presupone inevitablemente la idea de que el universo tiene un principio, es decir, abre la puerta al idealismo, descubriendo así la contradicción interna entre la hipótesis de la “muerte térmica” del universo y la ley de la conservación y transformación de la energía, afirmando que la ciencia acabará por lograr pruebas directas de la falsedad de esta hipótesis cuando logre descubrir en qué modo se forman nuevos potentes manantiales de energía térmica con la materia y la energía irradiada por los astros.

 

Las previsiones de Engels se cumplen: se estudia por parte de los astrónomos el proceso de formación de estrellas a partir de la acumulación de gas y polvo interestelares, y el aumento de temperatura que se produce en el seno de las estrellas en formación queda explicado porque al aumentar la gravitación pueden iniciarse las reacciones nucleares que constituye la fuente de la energía estelar.

 

Así, pues, Engels no sólo critica la teoría de la “muerte térmica” sino que en sustancia resuelve el problema filosófico planteado por esa teoría, desarrollando creadoramente el materialismo dialéctico al adelantar la proposición de la indestructibilidad de la materia y del movimiento.

 

Cada forma finita de existencia de la materia es transitoria, en ella, “nada hay eterno fuera de la materia eterna en eterno cambio, en eterno movimiento y de las leyes con arreglo a las cuales se mueve y cambia… Tenemos la certeza de que la materia permanecerá eternamente la misma a través de todas sus mutaciones, de que ninguno de sus atributos puede llegar a perderse y de que, por tanto, por al misma férrea necesidad con que un día eliminará de la faz de la tierra su floración más alta, el espíritu pensante deberá volver a darle vida en otro lugar y en otro tiempo”.

 

El panorama filosófico del mundo como un todo único que nos ofrece en la Introducción a la Dialéctica de la naturaleza conserva su validez aún hoy día pese al necesario envejecimiento de algunos detalles. Todo gran descubrimiento de las ciencias naturales ha de imprimir un nuevo cambio al materialismo.

 

16

 

La segunda idea del Anti-Dühring y la Dialéctica de la naturaleza a partir de la publicación de El origen de las especies de Carlos Darwin, la idea de la evolución, que empezó a penetrar con más rapidez en la conciencia de los naturalistas y fue aceptada por los filósofos y sociólogos burgueses.

 

Sin embargo sus exposiciones del principio del evolucionismo eran incompletas, imprecisas, simplificadas y, a menudo falseadoras.

 

Los teólogos, filósofos idealistas y naturalistas que le seguían, o no explicaban las causas de la evolución histórica de la naturaleza, las fuentes de su desarrollo, o bien, las “explicaban” atribuyendo a Dios un “primer impulso”.

 

Partiendo de los datos aportados por todas las ciencias naturales, Engels trató por primera vez desde las posiciones del materialismo histórico el panorama de la evolución histórica de la naturaleza.

 

Las innumerables estrellas de nuestra galaxia se formaron a partir de nebulosas gaseosas. Laplace (1.749 – 1.827) ya había demostrado que en el proceso de aparición de algunas de ellas, incluido nuestros sol, podían haber surgido los planetas.

 

Al principio “reinaba el calor”, pero a medida que se van enfriando se van dando las condiciones necesarias para la aparición de las combinaciones químicas cada vez más complejas que constituyen la base de la vida. “Aunque no sabemos –escribe Engels- cuáles son esas condiciones previas, lo que no debe sorprendernos, ya que ni conocemos, hasta ahora, la fórmula química de la albúmina…”.

 

La albúmina, portadora de la vida, no tenía al comienzo estructura celular; la célula aparece más tarde y, con ella, “la base para toda la formación de todo el mundo orgánico”.

 

Partiendo de seres unicelulares se desarrolla, por un lado, las diversas especies de plantas y por otro, las especies animales; luego “la forma en que el sistema nervioso alcanza su grado más alto de desarrollo, la de os animales vertebrados y, entre estos, finalmente, el animal vertebrado en el que la naturaleza cobra conciencia de sí misma: el hombre”.

 

Esto fue escrito en 1.876. Desde entonces se han puntualizado muchos eslabones del panorama de la evolución histórica de la naturaleza en el Sistema Solar y en la tierra descrita por Engels, pero sus rasgos esenciales conservan hoy su validez.

 

En particular le interesaron las cuestiones filosóficas relativas al origen de la vida que era el “sector” menos conocido.

 

Para ello cifraba sus esperanzas especialmente en el desarrollo de la química, pues ya en 1.828 partiendo de materia orgánica se había obtenido por síntesis el primer cuerpo orgánico, la urea.

 

“Hasta ahora ésta (la química) –escribe Engels- puede obtener toda sustancia orgánica cuya composición conozca perfectamente. Tan pronto llegue a conocer la composición de los cuerpos albuminoides, la química podrá abordar la obtención de la albúmina viva. Sería sin embargo, pedir un milagro exigir que la química logre de la noche a la mañana lo la naturaleza en condiciones muy favorables, y en algunos cuerpos cósmicos solamente, ha necesitado millones de años para conseguir”.

 

Al considerar el proceso de desarrolla histórico de la naturaleza Engels subraya que en éste imperan las leyes fundamentales de la dialéctica, dedicando su mayor atención a la principal: la ley de la unidad y la lucha de los contrarios.

 

Rechaza las teorías de los naturalistas que admiten como causa motora de la evolución de la naturaleza una fuerza externa, supra natural –como por ejemplo, el primer impulso de Newton– que habría determinado el movimiento orbital de los planetas alrededor del Sol, o la tesis de Curvier, que pretendía explicar con ella el desarrollo de los animales. Rebate igualmente al ateo Dühring, cuyo “sistema natural” comenzaba con un “estado originario del mundo idéntico a sí mismo”, o sea, con el reposo, que no pudo ser alterado sino por una fuerza extra natural, es decir, Dios.

 

Para Engels la verdadera fuerza propulsora del desarrollo es la “lucha” de los contrarios en interconexión y mutua penetración, analizando sus formas específicas de acción en los más diversos procesos de la naturaleza.

 

Engels defiende la obra de Darwin, El origen de las especies, frente a Dühring y otros anti darwinistas. Sin embargo, señalando lagunas e insuficiencias para explicar el “mecanismo interno” que actúa en el proceso del desarrollo orgánico.

 

Engels lo explica aplicando la ley universal de la lucha de los contrarios a la forma específica en que se manifiesta en la vida orgánica, “… partiendo de la simple célula, todo progreso, hasta llegar, de una parte, a la planta más compleja, y de otra, al hombre, es el resultado de una pugna constante entre la herencia y la adaptación”.

 

Según Engels, Darwin era propenso a exagerar al habar de la superpoblación, porque aún no dándose esta, el proceso de evolución de los organismos se produce gracias a los cambios surgidos en sus condiciones de existencia y de la lucha de los contrarios, con cuyos supuestos puede explicarse todo el proceso de la evolución sin recurrir ni a la selección ni al maltusianismo.

 

Con sus investigaciones del gran salto en la evolución en la evolución ascensional de la naturaleza en la Tierra, la transición del mono al hombre, Engels hace una gran aportación a la teoría dialéctica de la evolución de la naturaleza.

 

Darwin demostró en El origen del hombre (1.871) que el hombre procedía del mundo animal, al tiempo que explicaba ciertos factores importantes de la antropogénesis; en particular señalaba el papel del trabajo en este proceso, pero sin atribuir a este factor su verdadero alcance.

 

El animal depredador que corre tras su presa para capturarla, al igual que esta al correr para no ser atrapada, realizan un trabajo que viene determinado, en ambos casos, por la fuerza realizada durante el espacio que recorren, la primera para capturar y la segunda para no ser capturada. Sin embargo, desde el origen de ambas especies han venido realizando el mismo trabajo, y en cambio, en ninguna de ellas se ha producido una evolución ni parecida a la realizada por el hombre. Por lo tanto, es evidente que no es el trabajo sin más el origen de la evolución.

 

Partiendo de la cosmovisión marxista, que engloba no sólo la naturaleza sino también la vida social, Engels en su artículo El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (1.876), fundamenta la idea de trabajo en la formación del hombre y de su conciencia. Al cambiar las condiciones de vida de nuestros antecesores quedaron libres las manos: “fue el paso decisivo para el tránsito del mono en hombre”. Las manos, dispensadas de cumplir funciones locomotoras, se trocaron en instrumentos de trabajo, por cuanto se perfeccionaron a medida que se desarrollaban los hábitos laborales. Con ayuda de ellas nuestros antecesores emplearon cada vez más objetos para operar sobre la naturaleza y luego elaborar previamente estos objetos, es decir, fabricar instrumentos de trabajo.

 

A medida que fue ampliando el campo visual con respecto del trabajo, se iban descubriendo en los objetos naturales nuevas y nuevas propiedades, contribuyendo a acercar más entre sí a los miembros de la sociedad. “Los hombres en formación –escribe Engels- llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros. La necesidad creó el órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta, pero firmemente, mediante la modulación que producían a su vez modulaciones más perfectas, mientras os órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro… Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano”.

 

De esta suerte, la parición del hombre es resultado de la liberación de la mano y del desenvolvimiento gradual del trabajo entre nuestros antecesores. La actividad del hombre es cardinalmente distinta a la conducta de los animales. “… lo único que hacen los animales es utilizar la naturaleza exterior y modificarla por el mero hecho de su presencia en ella. El hombre en cambio, modifica la naturaleza y la obliga así a servirle, la domina”. Más adelante cuando se constituyó la sociedad humana, el desarrollo del trabajo, de la producción, comenzaron a determinar la historia.

 

Engels hizo ver que ese desarrollo se subordina a las leyes dialécticas generales e investigó el salto del mundo animal a la sociedad humana. En todos estos aspectos hizo avanzar sustancialmente la filosofía del marxismo.

 

17

 

Marx y Engels demostraron que la práctica social, ante todo la producción de bienes materiales, es la fuerza motriz fundamental de las ciencias naturales. “Si es cierto –escribió Engels a W. Borguis– que la técnica, como usted dice, depende en parte considerable del estado de la ciencia, aún más depende ésta del estado y las necesidades de la técnica. El hecho de que la sociedad sienta una necesidad técnica, estimula más a la ciencia que diez universidades”.

 

En El Capital de Marx y en el Anti-Dühring y la Dialéctica de la naturaleza de Engels se halla concentrada esta proposición general que se aplica a la historia de las más diversas esferas de las ciencias naturales.

 

Por ejemplo, Marx atribuye la aparición de la astronomía en el Antiguo Egipto a la necesidad de calcular las crecidas del Nilo. Engels señala que la hidrostática surgió de la necesidad de regular los torrentes de montaña en la Italia de los siglos XVI y XVII.

 

Las ciencias naturales han nacido de la mano de la producción material para convertirse en “potencia espiritual” de esta última y ejercer una enorme y creciente influencia sobre la ciencia y el desarrollo de la producción.

 

En los escritos preparatorios de El Capital (1.857 – 1.858) Marx señala: “La naturaleza no construye ni máquinas, ni locomotoras, ni líneas férreas, ni telégrafos eléctricos, ni selfactinas, etc., Todo esto son productos del trabajo humano, es material natural transformado en instrumentos de la voluntad humana dominante sobre la naturaleza o de la actividad humana misma. Todo esto son instrumentos del cerebro humano creados por la mano del hombre, fuerza materializada del saber. El desarrollo del capital fijo indica el grado en que el saber social universal se ha convertido en fuerza productiva inmediata…”.

 

Al examinar la interconexión de las ciencias naturales con otras esferas de la ciencia y diversas formas de ideología, los fundadores del marxismo pusieron al descubierto con gran profundidad la interconexión entre la filosofía científica y las ciencias naturales.

El marxismo no es compatible con la ignorancia. Un ignorante no puede ser marxista. El marxismo necesita ser estudiado exactamente igual que cualquier otra disciplina del saber.

 

“Para enfocar, a la par dialéctica y materialísticamente, la naturaleza –escribió Engels-, hay que conocer las matemáticas y las ciencias naturales”.

El desarrollo del materialismo dialéctico es imposible si no se tienen en cuenta plenamente las conquistas de las ciencias naturales y no se generaliza todo su conjunto.

El materialismo dialéctico se hace absolutamente necesario para las ciencias naturales por cuanto ha pasado del conocimiento de los objetos de la naturaleza al conocimiento de los procesos de estos.

 

En la segunda mitad del siglo XIX, salvo muy raras excepciones, los naturalistas aun estaban muy lejos de poseer una concepción proletaria del mundo.

 

Hoy, en el primer cuarto del siglo XXI, en general, los “intelectuales” y economistas burgueses siguen igual, a pesar de que la realidad social, tanto local, nacional e internacional ofrecen datos objetivos suficientes como para poder hacerlo.

 

En el origen de la famililla, la propiedad privada y el Estado, Engels analiza en profundidad el régimen de al comunidad primitiva, permitiendo aclarar la génesis de muchas relaciones sociales. La propiedad privada no existía, pues las relaciones de producción se basaba en el empleo colectivo de los medios de producción.

 

Partiendo del análisis de los medios de producción Engels explica el surgimiento y el desarrollo de las relaciones sociales y de las principales instituciones sociales; las formas de matrimonio, de familia, de propiedad y de Estado.

 

Las ciencias modernas –la historia, la etnografía, la arqueología y otras- han ampliado el conocimiento y confirmado las proposiciones de Engels.

 

“De la primera gran división social del trabajo –escribe Engels- nació la primera gran escisión de la sociedad en dos clases: señores y esclavos, explotadores y explotados”.

 

Estas investigaciones refutaron las afirmaciones de los científicos burgueses de que la propiedad privada, las clases sociales y la  forma moderna de la familia son instituciones eternas.

 

En este periodo, Marx y Engels siguen desarrollando su doctrina de las formaciones económico-sociales, elaborando sus proposiciones sobre el comunismo, la forma superior de la sociedad humana, en lo que tiene una excepcional importancia la Crítica del Programa de Gotha de Marx (1.875) y el Anti-Dühring de Engels.

 

Engels analiza profundamente el problema del Estado, de su esencia y de su futuro, refutando las tesis de los teóricos burgueses acerca de a índole “supra clasista” del Estado. Llega a esta conclusión tras el estudio del Estado Ateniense, romano y germano.

 

El Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera a la sociedad; tampoco es la plasmación de la idea moral ni de la razón, sino el producto inmediato del desarrollo económico-social.

 

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Manuel Sogas Cotano

Isla Mayor Noviembre 2015

[1] Marta Harnecker. Curso de filosofía para científicos (École Normale Supérieure, 18 de diciembre de 1967).

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