Por Daniel Rabanaque, poeta y creativo.
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ARTE: (léase arte,dos puntos) , el espacio para el arte, la creatividad y la formación que Héctor Baldellou mantiene abierto en Zaragoza (c/. Refugio 13), cumple en este mes de mayo sus primeros dos años. Y que vengan muchos más.
Estudié, con iguales partes de pena y gloria, Historia del arte, así que se pueden imaginar que de “Arte” he escuchado definiciones y teorías hasta la absoluta confusión del buey. Comprendí ya entonces que la palabra venía cargadita de sentidos demasiado espesos para cuatro letras que avanzan cabestramente sobre un terreno embarrado. Y si al carro se le han subido mientras tanto otras más fundaciones y ministerios, la remozada nave de los locos y los siempre buenos para nada, más masajistas que quieren masajeArte, otros dos sacos de prejuicios, todavía quienes venden humo, la torpeza habitual y el etcétera del postureo y el rabiosamente hoy, se entiende que haya entonces cada día más artistas sentados en la cuneta, viendo pasar una caravana que se hunde en su huella a cada vuelta un poco más. Por ser historia ya vieja conviene repetirla, para que las novedades de temporada no sepulten los fundamentos mismos, si los hubiera.
Porque hay un “Arte” del que suele hablarse con grandes palabras heredadas de los siglos, con los grandes gestos que extraordinariamente se reservan para estas ocasiones, y cada vez más frecuentemente con el adobo de músicas estruendosas, un círculo de ineptos, alta costura, gafas 3D y rebozos multidisciplinares de alto contenido tecnológico. O comercial, en su defecto. Arte como una fiesta privada para bulímicos, donde ellos son la miel y el asno, el cerdo y el margarita, un coto cerrado con su galería de cabezas disecadas a la vista de todos, para mirar sin tocar, por favor. Arte con pedigrí y subvención que termina por reírle las gracias al caciquillo de turno, o poniéndose el artificioso, colorista lazo de los perros del poder, tras vender el alma por un sitio a la mesa del político y así recoger migajas, cocinadas por El Bulli, eso sí. Para que medre el mago de Oz y aumenten sus seguidores hacia el abismo lemming de lo virtual, o para dar esa pátina tan preciada a palabras como duquesa, mecenas, academia o cabildo, existe este Arte, el de la fusta engastada chicoteando, por decirlo mal y pronto, sobre los hombros desnudos de asombros e incomprensiones que los críticos mejor posicionados, pagados y repetidos, insertan en revistas de prestigio.
También hay un arte que escribe con simples minúsculas, tan poco vistosas. Si hay un Arte que se arroga todos los puntos sobre las íes, o que se pretende Arte y punto, sin posible duda ni apelación, también hay un arte de puntos suspensivos que abre un gran espacio delante o detrás o alrededor, según donde una se sitúe, en el que la mezcla de técnica y libertad sólo están ahí para que la imaginación se explaye sin traba alguna. Un arte sin puntos finales, en el que aprender de un@ mism@ es la mejor medida de su éxito y su garantía de continuidad. Frente al arte dos punto cero, caduco y efímero como todo en internet, hay un arte de punto interrogativo que sigue certero en las viejas preguntas: quien soy yo y si es esta la vida que quiero, si es justa y si así me gusta.
Si hay un arte de punto en boca, hay también un arte, este que tiene su casa en ARTE: desde hace dos años, que es arte, dos puntos, y el resto lo tienes todo por imaginar.