Por Dionisio Sánchez R.
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net
Queridos amigos, compañeros y camaradas:
No es la primera que desde estas páginas nos echamos una autocharrada sobre la enfermiza simbiosis que protagonizan algunos periodistas con los altos, bajos o sin tallaje responsables políticos de nuestro entorno.
Y, como es natural, cuando se acercan las elecciones, el asunto vuelve a la palestra porque su babosa acción se vuelve más cercana y es, por tanto, cuando más apesta.
Por lo que a mi dilatada experiencia respecta, ninguno de los buenos periodistas a los que he tenido la suerte de conocer -casi todos amigos- ha estado sirviendo de recogemocos de un político, por muy alto y brillante que fuera el estatus del servidor público. Los que he conocido y conozco, son mediocres, casi todos sin brillantez en el teclado, faltos de cultura histórica y política y generalmente feos, con un verbo pastoso y el aliento putrefacto de tanto hacer horas en la silla de su despacho/oráculo sin ventilar. Estas características son propias de gente con el hígado afectado y con habitual emisión de bilis negra pese a tener la cartera bien cebada que es, curiosamente, lo que les falta a los buenos y escasos articulistas que por razón de las equivocadas estrategias empresariales se van quedando con la mirada fija en la rue. Por ser honesto, diré que algunos de ellos, de los anteriormente citados, tuvieron, efectivamente, algún puntazo de efímera gloria con la alcachofa, el bolígrafo o la cámara pero rápidamente volvieron grupas al “gabinete” para anonimarse al abrigo de una nómina abultada aunque –generalmente- ligada, ¡oh, horror!, a la brevedad de una legislatura.
Los más hábiles intentan aprestarse rápidamente a pedir árnica a sus jefes para que les incrustaran en alguna sinecura funcionarial aunque sea en régimen de temporalidad. En la administración ya se sabe que poco a poco, baba a baba, el temporal cristaliza en fijo, primero discontinuo y, más tarde, en ocupante de una plaza a medida que les permitirá ya para cutio, olvidarse de que algún día escribieron unas líneas mal redactadas pero que serán mérito de sobra para ocupar un puesto de cutre importancia en la asociación profesional correspondiente. Y, china chana, nuestro parásito se convierte en un profesional de éxito que rápidamente derivará en escritor, poeta, experto mundial en marketing, Nuevas tecnologías, E-comerce, presentador, coaching, empresario ilegal o mantenido por vía vaginal o nabal (de nabo). Y, por supuesto, podrá pedir una maravillosa excedencia para trincar algún euro extra cuando vienen las campañas electorales asesorando al tonto de turno que acompaña al candidato.
¡Qué diferencia cuando para ser periodista había que jugarse el tipo a sable sustituyendo a tu director! Si no morías, te daban mesa, silla y pluma en la redacción y a algunos –tal que al interesantísimo Alejando Lerroux-, la dirección de El País tras haberle metido un sangriento mandoble (una tarde de febrero de 1893) a Julio Burrel, periodista muy reputado y director del también republicano El Nuevo Heraldo.
Tiempos de gloria aquellos para la prensa que tras el invento de la imprenta y su decisiva influencia en la difusión de la Reforma luterana, no lo fue menos en las revoluciones de 1789 a 1977. Y aquí queda la apreciación del abate académico y constitucionalista Conde de Sieyés : “La prensa ha cambiado el destino de Europa y cambiará el del mundo….” . Y nacían entonces L` Ami du Peuple de Marat o Le Tribun du Peuple de Boneville. Con la aplicación del vapor a la mecanización de la imprenta y los nuevos métodos para la producción masiva y barata de papel, aparece en 1835 la agencia de noticias francesa Havas que marca, sin duda alguna, un hito en el crecimiento de la prensa y su fuerza política.
Ay, amigos, pero enseguida el gozo del pensamiento escrito como alimento del lector, pronto, muy pronto, deja paso a otros intereses que ven que el periódico podía ser un arma política muy rentable también en sus manos. Y hacia el fin de ese siglo, en Estados Unidos, ¡cómo no!, apareció el “amarillismo”: magnates ocultos o los propios gobiernos subvencionan los periódicos y se aprovechan sin sonrojo de su capacidad de movilización. Y ahí, justamente ahí, se acabó el periodismo como reto al poder.
…Estábamos hablando de Lerroux. Su periódico, El País, uno más de los 30 que por entonces salían en Madrid y donde una cosa estaba clara: vida política y edición de un periódico eran cosas inseparables en la época, era dirigido por Rafael Guinard, siendo su propietario Rafael Catena. En 1897, ese medio (como decimos ahora) estaba destinado a ser la expresión del radicalismo republicano en Madrid.
Y ahora, amigos y camaradas, viene la guinda: ¿Quién era Rafael Catena? Según algunos, el propietario de una red de casinos de juego clandestino. Según otros, solo de dos. A Sagasta, pues, le bastaba con cerrar uno de sus garitos para apaciguar al más vociferante de los diarios republicanos sin necesidad de multarlo. En cambio su anterior amigo y luego encarnizado enemigo , Ruiz Zorrilla, siempre confió en Catena. ¿No les suena esto? A mí, si. ¡Y mucho!
Después de este rápido periplo para entender donde empieza nuestro actual periodismo, creo que podemos entender mejor como está la situación y como está el oficio. Mal para los periodistas “clásicos”, mejor para los “sucedáneos” y excelente para los jefes de prensa, gabinete o “moqueros”. En nuestro entorno local, podemos asegurar que ninguna de estos últimos -¡ninguno!- ha sido desalojado de su puesto ante un fracaso electoral de su jefe. Todos, muy al contrario, han sido ascendidos ¿Por qué será? ¿Qué saben para que sientan tanto miedo los jefes políticos a darles la “puerta” que su ineficacia merece? Miren ustedes quiénes son estos “linces” y verán, dentro de un muy poco, tras las elecciones del día 24 de mayo, que ninguno deambulará descalzo por la fría calle. ¡Hay que joderse!
Finalmente, además de recomendar a todos los aspirantes a ejercer o, simplemente, a conocer, este amado y odiado oficio la lectura del extraordinario libro: “Alejandro Lerroux, el Emperador del Paralelo” del catedrático José Álvarez Junco y del cual me he servido para aportar muchos de los datos expuestos, deseo transcribirles otra apreciación que se lee en la cubierta posterior de una nueva edición del clásico escrito en 1907:”Del periódico y de la política. El libro de la decadencia” del periodista y escritor Manuel Ciges Aparicio y donde se advierte: “…cualquiera que viva hoy, desde dentro, los ambientes del periódico y de la política, sentirá y creerá que el tiempo ha pasado en balde por el uno y por la otra. La misma desilusión, la misma tristeza, la misma o parecida corrupción, los mismos o muy parecidos protagonistas…”.
Amigos, compañeros y camaradas, ¡a caballo! ¡Yihiiii! ¡Salud!