Por María José Hernández
Dice el diccionario de la lengua española, el de la Real Academia, que una torrija es una rebanada de pan empapada en vino o leche y rebozada con huevo, frita y endulzada.
Pienso en su composición y su forma de elaboración mientras degusto una de ellas acompañándola con un cafecito y compartiendo conversación con mi amigo Eduardo. Y es que para nosotros, tomar el café con una torrija se ha convertido en un ritual casi diario.
Este ritual empezó casualmente hace ya varios meses y ha pasado a ser una necesidad vital. Porque después de saborear la primera, la segunda, … nos dimos cuenta que este humilde dulce nos hacía recordar las cosas buenas y sencillas de la vida.
Y es que en este momento histórico de crisis económica y social, se necesitan “asideros” para no perder la calma y, muchas veces, hasta la compostura. Poco a poco esa rebanada de pan endulzada nos hacía olvidar las continúas subidas de la prima de riesgo, los vaivenes de las bolsas mundiales, las reformas laborales imposibles, los alarmantes datos del paro en España, y una larga lista de etcéteras que nos han convertido en economistas de andar por casa a la mitad de la población.
Y nos decimos cada día “mira, mientras podamos tomarnos un café y una torrijita, vamos bien”, que otros menos afortunados ya ni de eso pueden disfrutar.
Así que “mientras haya torrijas” …
