El joven Pisón / Julio José Ordovás


Por Julio José Ordovás

   Ignacio Martínez de Pisón es el Jordi Hurtado de la literatura española: a sus sesenta y pocos años sigue conservando ese aire de bachiller que, según Álvaro Pombo, tenía a los veintitantos.

     Pisón ha publicado ‘Ropa de casa’, sus memorias de infancia y juventud, que me han hecho recordar novelas suyas como ‘Carreteras secundarias’, ‘Dientes de leche’ o ‘Derecho natural’ y darle vueltas a eso que dice él de que la literatura corrige la vida.

   ‘Ropa de casa’ no son unas memorias confesionales y plañideras, todo lo contrario, son unas memorias conversacionales y bienhumoradas. Ahí está su encanto: uno tiene la sensación, desde la primera hasta la última línea, de estar escuchándolo, y es que Pisón, gran conversador, ha escrito sus memorias -muy inteligentemente construidas, por otra parte- con la misma llaneza, con la misma gracia y con la misma brillantez con las que habla cuando tiene una copa de cerveza en la mano y está rodeado de amigos.

   Es curioso que a Pisón, lo mismo que a Umbral, le marcara la lectura adolescente de ‘La guerra carlista’ de Valle-Inclán, porque no puede haber dos escritores más antagónicos, humana y literariamente: Pisón es el antidivo y el antirretórico, tan alérgico al narcisismo como al barroquismo. A diferencia de muchos memorialistas, Pisón no solo no se da importancia a sí mismo sino que utiliza como pretexto para recrear diferentes lugares y diferentes épocas y para ofrecernos una maravillosa galería de retratos.

   Fue emocionante ver, al finalizar la presentación zaragozana de ‘Ropa de casa’, a los hermanos Pisón posando juntos ante la cámara. Ignacio, en el centro, irradiaba felicidad, la misma felicidad que, a pesar de los golpes y sinsabores de la vida, irradia su libro.

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