Los asesinos / Jesús Saínz


Por Jesús Saínz

Los Hashishins

Dice la leyenda que la palabra asesino proviene del nombre de una secta que surgió en el siglo XI por las regiones del sur del Cáucaso, Azerbaiyán y Persia hace cientos de años: Los Hashishins.


Es decir, los consumidores de hashish. Una secta radical dentro de la rama Nazarí-Ismaelí del Islam Chiita. Hay referencias de la secta ya en 1170 por Gerhardus, en 1273 por el cronista benedictino Arnold de Lübeck, y por Marco Polo, quien en sus escritos los describe como asesinos expertos en eliminar a sus rivales. Su cuarte general estaba situado en Alamut, una fortaleza en las montañas al norte de Persia. Poco se sabe de ella, ya que en 1256 fue destruida completamente por los mongoles. Siguiendo con lo legendario, el nombre Alamut, en persa, significa “la lección del águila”, y le fue dado en el año 865 por su constructor el rey Wah Sudan ibn Marzuban, inspirado por un águila que se poso en una rocas de las montañas Alborz. Sabemos que la secta fue fundada por el persa Hassan al-Sabah (1050s–1124), un misionero-guerrero del Islam Chiita que durante el siglo XI conquistó y convirtió a la comunidad que vivía en dichas montañas. Esta comunidad de guerreros sería el origen de los Hashishins.

Pero primero Hassan tuvo que conquistar la fortaleza. Para ello utilizó la siguiente estratagema: Ofreció 3000 dinares de oro al dueño de la fortaleza por una superficie de tierra que cupiera dentro de una piel de búfalo. Éste aceptó la oferta, recibiendo el oro de inmediato. Entonces, Hassan cortó la piel tiras muy finas, las unió y, con ellas, rodeo el perímetro de la fortaleza. Recuerda a la fundación de Cartago tal como la describe Virgilio. Así la consiguió sin derramar una gota de sangre. Hassan nunca salió de Alamut en los 35 años que le quedaban de vida. Se dedicó al estudio, a la oración, a construir fortalezas para proteger la región y a dirigir a sus guerreros en la propagación de la doctrina Nazarí en Persia y Siria. Durante estos años fue cuando la secta recibió el nombre de “Hashishins” o también “Fedayin”, es decir, mártires u hombres que aceptan la muerte, convirtiéndose en un culto misterioso.

Durante dos siglos se especializaron en el asesinato de sus rivales políticos, religiosos o de cualquier tipo. Los asesinatos se llevaban a cabo a la vista del público, con el fin de infundir terror. Usualmente con un puñal, a veces untado con veneno. Situados en territorio enemigo y superados en número, se especializaron en operaciones secretas. Infiltraban agentes en las ciudades o zonas de interés, y con el tiempo incluso llegaban a adquirir posiciones dirigentes. No siempre asesinaban, a veces bastaba con dejar una nota amenazadora en la almohada del enemigo para que éste se sometiera. El pavor que inspiraban hacía que estas amenazas fueran efectivas. Así sucedió con el famoso Saladino, sultán de Egipto y Siria, quien hizo una alianza con la secta rebelde para evitar más atentados. Saladino logró sobrevivir a dos intentos de asesinato. A pesar de sobrevivir, estos intentos le causaron un estado de miedo paranoico. Una noche, en plena campaña de guerra, se despertó y vio salir una sombra de su tienda. A su lado, una daga envenenada clavaba una nota en la almohada. La nota amenazaba con su muerte si no retiraba los ejércitos. Saladino firmó la tregua.

La historia de los Hashishins está plagada de historias pintorescas. Por ejemplo, Marco Polo describe como la secta repartía hachís y cannabis a los nuevos reclutas como medio de control. Cuando se despertaban, estaban rodeados de hermosas mujeres en un jardín exuberante. Según él, a los reclutas se les daba todo aquello que deseaban y Alamut era el paraíso para los hashishins. Así, los comandantes podían ordenarles cualquier cosa, su cumplimiento significaba la posibilidad de volver al paraíso en la tierra. Esta descripción de Marco Polo ha hecho pensar a muchos que la secta usaba el cannabis en sus actividades, cosa muy discutida pese al nombre con el que era conocida. La denominación de ‘comedores de hachís’ podría haber surgido de sus enemigos ya que era usada peyorativamente con el significado de ‘gente de mala reputación’. Cosa que coincide con el uso que se daba en Egipto durante los años 30 al termino hashishin: persona ruidosa y alborotadora.

Con los años llegó la decadencia de la secta, y los hashishins se convirtieron en asesinos a sueldo. Sir Conrad de Mont Ferrat fue una de sus víctimas más conocidas. Mientras se paseaba por el patio de la ciudad fortificada de Tiro con un séquito de caballeros en cota de malla, dos hashishins vestidos como monjes cristianos caminaron hacia el centro del patio y lo apuñalaron dos veces dándole muerte. Aunque es un misterio quién contrató a los asesinos, se piensa que fueron el rey Ricardo Corazón de León y Enrique de Champagne. En un momento dado, la secta ofreció su conversión al cristianismo a cambio de una alianza con los Cruzados que les ayudará a garantizar su seguridad, aunque el acuerdo fracasó. Sin embargo, sus altos honorarios les proporcionaron tesoros fabulosos. Y la leyenda sigue hasta hoy. La hermandad de asesinos, que para Nietzsche era un grupo de espíritus libres que no creía en la verdad metafísica y que se lo permitía todo, habría sobrevivido como secta secreta especializada en el asesinato a sueldo. Si no es así, al menos sobreviven en los video-juegos.

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