Días de Hospital / Mari Sancho


Por Mari Sancho
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Mi padre está en casa. Le han dado de alta en el hospital. Ingresó de urgencia el lunes pasado pero la cosa ha ido bien y en poquitos días nos lo han devuelto, así que, pasado el susto, estamos contentos. Como todo ha ido viento en popa, ha sido fácil estar atento a todo lo que por allí pasaba.

Y pasaban muchas enfermeras (a quienes mi padre llamaba “modistillas que van siempre con la aguja, para hacer de mis brazos una tela llenica de agujeros”, y les decía majas y les hacía bromas para que se rieran), y médicos, y asistentes y personal de limpieza, todos haciendo su curro con mejor o peor cara, que cada uno tiene su manera de ser, pero lo mejor que sabían: profesionales todos sin tacha.

Pasaban también los vecinos de habitación, porque hemos tenido la suerte de que al lado estaba ingresado un señor de Tauste, Jesús, que es tan majo y tan buena gente como toda su familia, en especial Orosia, su mujer: estos días Orosia ha sido una compañera tan buena… Me hablaba y trataba como si fuera una de sus hijas. No se puede dar idea de cómo se lo he agradecido ni del cariño que me inspira.

Han pasado amigos, familiares… todos con ganas de hacerle saber a mi padre, y de paso a nosotros, sus hijos, que nos quieren y nos desean lo mejor.

Así que una mala noticia, como fue el jamacuco que le dio a mi padre el lunes pasado, se ha convertido en una fuente de cosas que agradecer. La primera, el propio hospital y la labor de sus profesionales. Quizá la puñetera y resabiada crisis esté sirviendo al menos para que sepamos valorar lo que tenemos: un lujazo, señores, aunque las habitaciones sean pequeñas y estrechas, aunque las sábanas tengan roticos y las paredes desconchones en la pintura, aunque los sillones de los acompañantes sean tan duros y viejotes, que a algunos se les ve la espuma por las costuras (llevo los riñones al jerez), aunque las salas de espera sean cutres salchicheras.

Solo se me ocurre insistirle a la señora Rudi, a riesgo de ser machacona, que nos cuide lo que tenemos, que curre como está mandao por mantener y mejorar esta bendita sanidad pública. Supongo que no hace falta que le recuerde que es su obligación, pero se lo recuerdo: señora Rudi, es su obligación. La sanidad privada tiene sus dueños, gestores y gerentes; la pública es lo suyo, lo que a usted le compete, su responsabilidad, y en eso se tiene que volcar.

Gracias a todo el personal del Hospital Clínico Universitario “Lozano Blesa” de Zaragoza. Ole por vosotros. Ole con ole y con ole.

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