¡Qué asco de personajes! / Dionisio Sánchez

 
Por Dionisio Sánchez
Director del Pollo Urbano
dionisio@elpollourbano.net

    El de periodista es, para muchos de nosotros, un humilde oficio que según desde que trinchera se ejerza, da un sinfín de satisfacciones casi ninguna de ellas de índole económica si el trabajo se ejerce a nómina de empresa.

 

   Tan humilde que en sus orígenes, en los comienzos del oficio en España, el periodismo estuvo trufado de plumillas y mancebos que tenía que batirse en duelo cuando su director mancillaba el honor de cualquier ciudadano de alcurnia, por supuesto. Es decir, por el sueldo mísero y la libertad de expresión de su jefe, debían jugarse la vida o arriesgarse a recibir una estocada en un brazo. Pero también es cierto que con esos humildes orígenes, algunos descubrieron pronto la vía para  acceder al poder del Paralelo e incluso llegar a ser tres veces Presidente del Consejo de Ministros de España y otras tres ministro variopinto- incluso de la Guerra- en los diferentes gobiernos de la II República, tal cual fue el caso de Alejandro Lerroux.

   Y parecer ser que ese camino que gustan algunos periodistas de recorrer, desde el soso oficio de recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información relativa a la actualidad, hasta alcanzar el brillo poderoso de la sombra política, ha cegado los ojos de un montón de compañeros y compañeras que optaron por poner su escasa formación de boli y libreta al servicio de otros interesas más elevados y –sobre todo- más cuantiosos en cifra. Si bien  justo es reconocer que casi todos los que eligieron esta senda eran los más insulsos –cómo mínimo- y caripollas de las redacciones.

   Es difícil pues, que un periodista de presa y de raza, sucumba en su juventud al ladilleo político. El torbellino de placer que ocasiona la adrenalina que se dispara en tu cuerpo cuando consigues morder despojo es inigualable. Pero esa fruicción jamás la han sentido los que viven en las casetas de perro de los políticos. Además, seguro, ellos no son periodistas. Se dedican al maquillaje de sus jefes, a hacer de negros de los cerebros a medio llenar de sus circunstanciales patrones  y a llamar por teléfono a las viejas redacciones donde algún día –los menos- estuvieron mordiendo cadena que los ataba a la última mesa del fondo a la izquierda. A esta subespecie periodística la llamaremos “escudistas” , que intentan poner el escudo delante de sus jefes en el caso de que algún medio haya de ponerles la cara colorada y , en tiempos de bonanza, “conseguidores”, ya que ni más ni menos que a cambio de una suculenta campaña de publicidad , (con dinero público, ¡of course!) ha conseguido colocar en la página 16 del Florín de Albacete News una foto de cuando su jefe inauguró un pequeño pantano. Y también, como en todos los oficios, suelen los más desgraciados, cercana su ancianidad, acabar como sobreros

  Bueno, pues por si esto fuera poco, no son menos los periodistas que lejos de contentarse con practicar un oficio con el que no se suda físicamente, se ve que quieren ser más en la escala social. Y entonces, aparecen los “Gabinetes” y todo político que quiera mostrar poder a la plebe, ha de armarse con uno. Hasta hace poco tiempo en Aragón hubo uno con 23 periodistas que pesebreaban en él. ¡Que más se puede ser que un jefe de un gabinete! ¡Oh! Eso era la gloria y la distinción! ¡La creme de la creme del oficio! Bueno, esto en realidad deja ya de ser un oficio, ni  siquiera una licenciatura. Ser Jefe de un Gabinete es ser un doctorado, un catedrático del saber periodístico aunque, como en muchos casos conocidos en nuestra Comunidad no supieran ni elaborar un titular corto para una necrológica.

   Pero como la vida sigue y las ambiciones de los tontos son insaciables, por no sé qué extraña razon , el periodista tarugo quería ser más. Tenía que llegar a ocupar un puesto estratégico y , además, debería estar integrado en el nivel más alto del equipo de dirección de la “cosa” que fuere. Y entonces aparece el Dircom, el Director de Comunicación, que tiene que ver con un periodista lo que un disco duro de un ordenador a un bocadillo de chorizo.

   Es decir, pasamos de “recolectar, sintetizar, jerarquizar y publicar información relativa a la actualidad” a establecer la concepción, planificación y gestión de cualquier tipo de actividades que afecten a la imagen pública de la “cosa” para la que trabaja el majadero o la mema que nos ocupa en este ya largo ajetreo para situar en un aproximado contexto al trepa macho o a la arribista hembra.

   Solo después de haber leído todo lo anterior, y de haber entendido las grandes dificultades que para los tarados presenta un oficio de aspiraciones tan complejas, se puede entender que 64.795,50 € al año no se acerque, -¡ni por asomo!-, a un sueldo digno de la Dircom a la que celabramos: Mercedes Gracia, Directora de Comunicación del Ayuntamiento de Zaragoza.

   Seguramente la afectada pensará que porqué se ha montado semejante pifostio en las redes internáuticas por una mierda de sueldo cuando a una camarada suya, Carmen Corral le metieron el 29 de Julio del 2011, 77.036.12 euros por ser la jefa del Gabinete de la 1ª Tenencia de Alcaldía ¿Es más Carmen que ella? Hay que reconocer su humildad: realizar un trabajo cien veces más difícil que el de Carmen por 10.000 € menos.

   Pero en todo caso, aquí ya no vamos a hablar de pasta que como es pública todo el mundo sabe que no es de nadie, sino de «las maneras». Lo que realmente nos traslada al siglo XVII con olor a Felipe IV, es que sea el nuevo Conde Duque de Olivares y Gimeno, el que firme ambos decretos. El primero, el de la señora Corral, bueno….¡tira que te va!. Pero el segundo, el firmado a su mismísima esposa bajándole 12.240 € es una verdadera vergüenza ¡Pobre chavala con lo que le ha costado conseguir el Dirconato!

   Menos mal que yo voto en mi pueblo. Si estuviera empadronado en Zaragoza ahora mismo me daba de baja ¡Qué asco de personajes, señores! ¡A caballo! ¡Yihiiiii! ¡Salud!

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