Italia: Dino l’italiano


Por JJBeeme

   Un día escribí en Pasarela de ángeles ambiguos, caedizos, cementeriales, y no reparé en los efebos lánguidos…

Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

…de Dino Valls, cuya mirada frontal, mesmérica, siempre a la orilla del llanto, como recién amputados de unas alas imposibles, transmite esa misma intensidad herida de los hijos del cielo.

    Ahora el pintor galeno vuelve por sus fueros, a su vieja Facultad de Medicina, y junto a plásticos de academia y apuntes y croquis de licenciatura distribuye sus propias lecciones de anatomía mística, ensayos clínicos sobre cuerpos vaciados en almas (almas encarnadas), en una suerte de autobiografía espiritual que trasmina religiosidad pagana, con sus altares y retablos taxonómicos, con su martirologio de las formas y las ideas more anthropomorpho.

    La Wunderkammer Valls se puebla de escalpelos, bisturíes, agujas, pinzas, todo el instrumentario del quirurgo que permite sajar, extraer, diseccionar pero también auscultar, nombrar y clasificar cuerpos suspendidos entre el estatismo y el éxtasis. Cronenberg de summa elegantia, con ecos de aquellos obstetras desdoblados y obsesivos que resumió Jeremy Irons en Dead ringers, sus paradojas surrealistas aportan el máximo realismo del teatro óptico, envuelto en una irrealidad cristalina extraída del sueño profundo. 

   Sus teatrillos de la memoria enlazan con dos autores italianos que me fascinan: el milanés Paolo Ventura, que se incluye en sus fotopinturas bizarras cual maniquí humano, y el emiliano Omar Galliani, otro gran magister de la anatomía y sus formas simbólicas. Y en Turín pude comprobar cómo el crítico Sgarbi, de tan mala lengua como buen ojo, colgaba un políptico del zaragozano en un desfile de pinturas «crueles» que querían radiografiar Il Male a través de los tiempos.

    Porque, a partir de su nombre que le hermana a otros Dinos ilustres (Buzzati, Campana, Battaglia, Risi, De Laurentiis), el de Valls es un arte largamente italianizante. Sus fanciulle detenidas en pleno salto puberal tienen un no sé qué de andrógino botticelliano. Sus Beatrices en dulce, voluptuosa espera viven en medio de un bosque de tejidos musculares u óseos heredero de los dibujos de Leonardo. Prerrafaelitas como Rossetti o Alma-Tadema y primitivos como Piero della Francesca o Fra Angelico se injertan sin violencia en audaces perspectivas florentinas. 

    No ignoro que, trenzando esa buscada anacronía, está la visión crítica del arte de matriz germánica: los recurrentes esquemas simbólicos de Gombrich, los mapas icónicos de la Mnemosyne de Warburg —aquellas intermitencias de inmortalidad que Adriano-Yourcenar registró en la historia humana—, la imaginación arquetípica de Jung. Pero todo el atrezo vallsiano, el arsenal cristiano y principesco que pone en escena, hunde sus raíces en una remota Italia como de libro miniado. Sus mismas «manos de cirujano», que llegan a hilar sutilísimos cabellos, cerdas de pincel, finos brocados, testimonian una excelencia artesana a la altura de una corte medicea.

Artículos relacionados :