Por José Joaquín Beeme
Envalentonado por las siempre temerosas urnas, el mixto de fascistas y empresariotes que pugna por el gobierno de Roma se apresta siempre a recuperar aparcados proyectos de lesa ecología y estupendo lucro como el puente…
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia
…sobre el estrecho de Messina o el tren de alta velocidad partiendo en dos los hermosos valles alpinos del Piamonte, y hasta arrebata sin vergüenza proclamas a la vieja izquierda en horas bajas: suprimir el hambre y dotar de energía abundante a la gente-humanidad de un solo y bifaz golpe: transgénicos / centrales nucleares.
El todavía no resuelto desmantelamiento de las cuatro existentes (¿vitrificación?, ¿cementificación?: caliente hipoteca), los largos tiempos de construcción y puesta en marcha de las nuevas y la infructuosa búsqueda de silos donde echar los milenarios residuos —pensemos en las algaradas de Nápoles, y sólo es basura orgánica— frenan, por ahora, la fatídica vuelta a la fisión del átomo, para la que ni siquiera la IV Generación, como se ha encargado de subrayar el Nobel Rubbia, estará en grado de garantizar un uso más eficiente, barato y «no proliferante» (derivas militares) del uranio.
Acabo de visitar el reactor experimental ESSOR (Essai Orgel), una mole de 45 metros de diámetro por otros tantos de altura y 25 megawatios de potencia, que lleva en parada técnica más de 30 años —desde el referéndum de 1987, que excluyó para Italia la opción nuclear— y, aunque ya desprovisto el núcleo de las barras de combustible y en fase de desmontaje, todavía está sometido a rigurosos controles y cada poco vive ejercitaciones y simulacros de accidente. Documentales de la RAI recogen escalofriantes escenas en que los ingenieros de los años 50, recubiertos con simples trajes hospitalarios —protocolo de seguridad de la época—, operan en el núcleo recibiendo el traicionero abrazo irradiante.
No es casual que en toda Europa, con el pretexto del imparable repunte de los precios del petróleo, estemos asistiendo a una campaña mediática —de la que no escapan, sospechosamente, Repubblica o El País— preparando a la opinión pública a acoger, por así decir, lo «inevitable» y aplaudir la solución tecnológica a todos sus problemas… inmediatos. El mañana no existe, o es sólo una variable ideológica que —mercado de futuros aparte— está reñida con el pragmatismo económico.
En ese río revuelto, los patrióticos neo-berluschini prometen, mediante la gestión pública de negocios privados millonarios, acortar las distancias entre el G8 y los pobres del planeta, en flagrante contradicción con los informes de sus vecinos romanos de la FAO, cada vez más comprometidos por crisis humanitarias sin precedentes. Mientras, el péndulo atómico sigue su curso: «Y en este pensamiento me detuve: no me atrevía a ir más allá. Insistí sobre él con sostenida atención, como si con esta insistencia hubiera podido parar el descenso de la cuchilla.»