Internacional: Diplomacias bélicas.


Por Agustín Gavín

     En una reciente entrevista a Josep Borrell en La Vanguardia, máximo representante de la diplomacia europea en estos momentos, decía que vivimos en un mundo en que todo puede ser un arma.


Agustín Gavin

Corresponsal Internacional del Pollo Urbano y Presidente de www.arapaz.org 

   Ponía como ejemplo la situación en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, donde miles de refugiados han sido trasladados allí por el gobierno del presidente bielorruso Aleksandr Lukashenko. Además de hacer una alevosa encrucijada en una de las fronteras de Europa, ha amenazado con cortar el oleoducto de gas hacia centro Europa y planificar ataques cibernéticos. Ya ordenó personalmente el secuestro de un avión de Ryanair para detener a un disidente y por si fuera poco Rusia, su protectora, ha desplegado tropas en la frontera con Ucrania. En Kiev están temblando ante la posibilidad que Lukashenko redirija refugiados hacia su frontera, ya que en Ucrania piensan que Rusia planifica una invasión con intereses unionistas como hicieron con Crimea. Los expertos, diplomáticos, militares, observadores etc… lo definen como amenazas híbridas, que se pueden convertir en algo peor en un visto y no visto.

    En la misma entrevista, Borrell, valora la necesidad de la creación de sistemas defensivos de la CCEE y ya se ha elaborado un documento llamado la brújula estratégica para pasarlo a todos los países de la comunidad ante el axioma de que Europa está en peligro. Entre otras cosas, dicho documento apunta a la futura creación de una fuerza militar europea de actuación rápida que, sin pretender sustituir a la OTAN, intimidaría a los sátrapas ultranacionalistas de turno. Más de lo mismo, diplomacia agresiva-defensiva de efectos imprevisibles que recuerda a los tiempos de la guerra fría.

   Pero esto no es nuevo: los refugiados de guerra, los migrantes y algunos pocos kilómetros de frontera siempre han sido instrumentos de tensión entre países e incluso continentes.

   Son varios los ejemplos que en estos últimos años han erosionado el equilibrio mundial no sabríamos si definirlo como prolegómenos de una guerra híbrida, una nueva guerra fría o lo que es peor, un desencuentro total que conduciría a los peores escenarios del siglo pasado.

     Empezaríamos por la situación aún sin cerrar en la que se vio envuelta la Comunidad Europea en su frontera sur, es decir España, cuando hace unos meses Marruecos utilizó mercancía humana, jóvenes marroquís desesperados ante la falta de futuro en su país, para traspasar la frontera en Ceuta y Melilla generando una grave crisis diplomática. Eso no es todo, la antigua colonia española en el Sahara Occidental, pendiente de un referéndum de autodeterminación según indicaciones de la ONU tiene muchísimos  de sus ciudadanos en territorio argelino, en Rabuni, donde se constituyeron en una República, la RASD- República Árabe Saharaui Democrática, donde está el gobierno y reconocida por más de ochenta países. Recientemente su brazo armado el Frente Polisario declaró la guerra a Marruecos después de varias incursiones bélicas a través de drones que incluso mataron al general jefe de seguridad de los que ellos llaman territorios liberados en Tinduf cerca del muro de separación entre los territorios liberados en la guerra de los ochenta y Marruecos. No acaba ahí el problema para Europa, esos mismos drones de fabricación israelí utilizados por Marruecos mataron recientemente a varios camioneros argelinos que circulaban por la zona. La respuesta de Argelia fue endurecer las relaciones con Marruecos generando una situación prebélica, enviando tropas con misiles de largo alcance a su frontera común y cerrando el paso de gaseoductos hacia Europa, perjudicando colateralmente a España en el suministro de combustible. En estos días se ha firmado un acuerdo Israel-Marruecos de defensa auspiciado por la administración Trump y que la actual de Biden ha debido dar por bueno, lo que ha generado un acercamiento romántico a través de la logística armamentística y el espionaje entre religiones y culturas diferentes impensables hace unos años, un matrimonio de conveniencia.

    En otra parte del mundo, el mayor campo de refugiados es el de Katupalong en Bangladesh, donde más de seiscientos mil rohinyas se hacinan en tiendas de campaña expulsados de Myanmar, la antigua Birmania. ACNUR se ha hecho cargo del mantenimiento de los campos después de la limpieza étnica del 2017 puesta en marcha por la mayoría budista de Myanmar con un protocolo previo de persecuciones y matanzas de los musulmanes rohinyas. Bangladesh, un estado relativamente reciente, marcado por el imperialismo británico y con unos déficits democráticos heredados de su tutelaje político es uno de los países que más van a sufrir el cambio climático fundamentalmente por las lluvias, su alto contenido fluvial y su alta densidad de población que difícilmente va a poder mantener la coexistencia con los refugiados a mediano plazo. Lógicamente, todo esto pone en alerta a las dos potencias nucleares de la zona, India y Pakistán, que ven como su patio trasero Bangladesh se puede convertir en un avispero.

   El caso más reciente que inundó los titulares de todos los medios de comunicación fue Afganistán, ahora ya no hay ni noticias breves y para informarse sobre el tema hay que rebuscar en las redes. Independientemente de las opiniones de si fue una chapuza o no, el epílogo de ese largo episodio bélico, los ganadores de la guerra, los talibanes impondrán sus leyes y los refugiados necesitarán una salida hacia los países vecinos porque todos no cupieron en los aviones improvisados contra reloj ni el sistema de acogida en los países que intervinieron en el conflicto ha zanjado el problema. Muchos de ellos acabarán en los países del entorno como paso previo a otros y no sólo los colaboradores de las fuerzas de ocupación internacionales. Afganistán se ha quedado aislado económicamente y la miseria acentuará la migración. China ve con preocupación la llegada talibán al poder y es que los escasos ochenta kilómetros de frontera que comparten los dos países están cerca de la provincia de Sinriang donde los uigures, etnia de religión musulmana, están establecidos desde el origen de los tiempos. Esta etnia es perseguida como terrorista por el gobierno chino, muchos de ellos están en campos de reeducación, léase concentración, y ha surgido un ejército de liberación clandestino. Otra posible arma de guerra en el corazón de Asia ante la posible alianza entre talibanes y uigures.

     Hay muchos más focos de conflicto, el último en Europa entre Francia e Inglaterra. Hace unos días murieron 27 emigrantes en el canal de la mancha y Boris Jonson culpabiliza a las autoridades francesas en declaraciones beligerantes amenazando con devolver los emigrantes a Francia y a día de hoy se está cerca de la ruptura de conversaciones. Por detrás rezuma el desencuentro por problemas relacionados con la pesca después del Brexit.

     Quizá el caso más preocupante es Turquía y su ambicionada entrada en la Comunidad Europea utilizando los refugiados sirios como elemento de presión, por no decir chantaje, a pesar de las grandes sumas de dinero que llegan al gobierno turco para evitar que los refugiados sirios pasen a Europa y es que Turquía es miembro de la OTAN y la devaluación de la lira turca está haciendo estragos en la economía.

    No llegaríamos a reflejar la cantidad de agujeros negros, cicatrices sin cerrar y conflictos olvidados que hay en el orbe. Ruanda, Burundi, Líbano, Yemen, Sudan, Nigeria, Etiopía, Libia, Mali, Mozambique, Sahel, Bosnia Herzegovina, Honduras y casi todo el Caribe, emigración en la frontera de EEUU con Méjico, etc… Armas potenciales que depende de quién las use pueden hacer peligrar el futuro del planeta.

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