Italia: Ciudadano del frigomundo


Por JJ. Beeme

    Estamos en la Ciudad Imaginaria del Arte Nuncavisto, que tiene su real asentamiento en Giano dell’Umbria, un pueblo de la provincia de Perusa.

Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

    Allí Vincenzo Sparagna, un viñetista y editor napolitano especialista en propalar titulares y periódicos falsos (desde cabeceras nacionales hasta clones saboteados de Pravda, Estrella Roja o Trybuna Ludu) con fines de agitación político-cultural, se erigió en custodio del archivo histórico de las revistas contraculturales Il Male, Cannibale y Frigidaire (de la que fue fundador), equivalentes a nuestras El Víbora, Cairo o Makoki, y conservador del Museo de Arte Nuncavisto que atesora tablas originales de Pazienza, Liberatore, Igort, Echaurren, Tamburini y otros grandes de la historieta italiana. Allí puso en pie un laboratorio creativo al que han ido sumándose ilustradores y escritores, tebeístas y fotógrafos, músicos y realizadores de vídeo, y juntos han parido revistas (Il Nuovo Male y Fridigaire, segunda época), pelis, exposiciones, talleres y encuentros en la órbita satírica y underground; al punto de interesar a los investigadores de Yale, que han adquirido una porción de sus fondos. Y allí proclamaron la micronación o república independiente de Frigolandia, primera “república marinera de montaña” que el ayuntamiento de Giano, en manos de la Lega, quiere desmantelar mediante orden de desalojo en plena emergencia vírica y sin ninguna base legal, puesto que están al día en los arriendos sine die. Por eso han llevado esta tropelía a los tribunales, al tiempo que han lanzado la campaña «¡Salvemos Frigolandia!», que fraternalmente suscribo. Habituados a deudas, secuestros, suspensiones y procesos por ofensas, vilipendio y obscenidad, este ataque a la libertad de expresión no debería cogerles por sorpresa. En esta ex colonia de verano para las juventudes fascistas, rodeada de parque, que los frigidarios obtuvieron en concesión y han reestructurado y acondicionado con no poco trabajo voluntario, ha sobrevenido lo nunca visto: un Maivisto burocrático y ordenancista, iconoclasta y vengativo, bien distinto del acuñado por Andrea Pazienza y el mismo Sparagna en 1985 para nombrar inéditos pero también prácticas experimentales y vanguardistas en campo ilustrativo. Voy corriendo al quiosco, porque me tocan, a mercarme un “Mensuario popular de élite”: revistas audaces para lectores inteligentes.

Artículos relacionados :