Italia: Sinfonía inmortal


Por José Joaquín Beeme

  Campamento Senegüé, donde mi padre llevó el caqui impecable gracias a la señora Rosario; compañeros de pineda y playa en Altafulla, colonia estival para hijos de la Alumalsa; batallas desde nuestro Ansar verde por devolver la salud a un Gállego emponzoñado de lindano…


Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

http://latorredegliarabeschi.googlepages.com

…Ráfagas de memoria que me empuja Sabiñánigo. De esa montaña baja a Zaragoza, y se le abre el mundo, Carlos López Otín: entre clases de la facultad de Ciencias se devora en el parque Grande, mi parque, bibliotecas de Borges, paradojas de Saramago, sortilegios de Gabo, palabras-mundo que han ido forjando mi propio entendimiento. Y ahora lo tengo delante, en esta Italia casi mía, adonde ha venido desde Oviedo a conferenciar sobre paisajes genómicos y (des)armonías celulares, girando por diversos laboratorios biológicos junto a nuestro embajador en Roma mientras les tiro decenas de fotos. Bioquímico de la estirpe de Severo Ochoa y Grisolía, estudia los procesos (íntimamente conectados) de envejecimiento, cáncer y muerte, pero también sus auspiciables reversos, dentro de nuestra siempre prometeica condición: longevidad, plasticidad celular, inmortalidad… Al frente del equipo español del proyecto genoma, ha secuenciado (a partir de ratones, ratas, chimpancés) el de la leucemia linfática crónica, e identificado el rol de las proteasas en cada «degradoma» tumoral, estableciendo dianas para una medicina personalizada basada en mapas moleculares. Con un tono asordinado y casi confidencial, que parece venir de una antigua amistad apenas germinada —Vicent le ha comparado a un consejero genético, a un director espiritual o maestro budista—, descree de esa vanidad de vanidades de tantos científicos de campanillas y no pierde oportunidad de reconocer, entusiasta, a los miembros de su laboratorio, incluyendo a los becarios cuya maduración científica se ve muchas veces cortada por cicaterías ministeriales. Siento que hay como una conversación pendiente con este sabio humilde al que le brillan los ojos, bajo una rozagante cabellera negra, cada vez que inventa nombres para genes novísimos o aplica metáforas nerudianas o borgianas al universo biológico: dilatar la vida de los hombres es «multiplicar el número de sus muertes», pues «no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro de un sueño»…

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