Elecciones brasileñas


Por Manuel Ventura
 
   Hace más de un año que el AL (Amado Lider) de nuestra Congregación, RHD (Reverendísimo Hermano Dionisio) tuvo la gentileza de publicar mi primera crónica sobre la actualidad brasileña.
Hoy, cuando las portadas de los periódicos españoles os han familiarizado con la ración diaria de desastres de este querido país, no quiero dedicar mi homilía a informar.


Manuel Ventura
Corresponsal del Pollo Urbano en Brasil
    No tendría sentido: desde que escribo estas líneas hasta que lleguen a vuestros ojos, varios ministros habrán tenido que dimitir, otros ya dormirán en chirona y quien sabe si el propio presidente en ejercicio habrá ya saboreado los mismos frutos de la traición que él hizo engullir a la Presidenta electa de Brasil, Dilma.
 
   Me parece más interesante ver si se pueden hacer algunas reflexiones útiles acerca de lo que está pasando aquí para aplicarlas a lo que mis queridos compatriotas sufren ahí. Ya sé que lo habeis adivinado, pero lo coloco para algún desavisado: la corrupción, el desprestígio de los políticos, de los partidos políticos.
 
    Cambia el nombre. Vuestrás Púnicas, Gurtel, y qué sé yo, se llama aquí Lava Jato, que debe ir por su fase XXX, por lo menos. Pero una característica curiosa en la que los periodistas no suelen hacer hincapié, es que, al contrario de vuestras cuitas, aquí la corrupción tiene sus uñas clavadas, más que en el poder ejecutivo, en el legislativo. Incluso los ministros denunciados, y alguno ya condenado, lo son por actos que cometieron cuando eran senadores o diputados, no ministros o miembros del poder ejecutivo. Y los cuadros secundários del ejecutivo denunciados son tipos designádos en la práctica por legisladores, que no se recatan en pedir al ejecutivo, a cambio de sus votos en la Cámara, nombramientos en empresas públicas para sus secuaces.
 
   A mi modo de ver, esta curiosa particularidad tiene su origen en algo que forma parte de la arquitectura institucional y electoral brasileña pero que, de una u otra forma, parece reunir ahora bastante consenso por doquier: los malos de la película son los partido, la partitocracia. Por tanto, hay que votar a las personas. Lo de derecha e izquierda es una cosa desfasada. Las ideologías han muerto (Fernández de la Mora, el teórico franquista, debe estar descojonándose de risa en su tumba). Hay que elegir héroes homéricos que nos llevaran por el desierto hasta la tierra prometida.
 
Dejando aparcado el hecho de que tales tipos suelen tardar, de media, 40 años en hacer su trabajo (véase al respecto los estudios eruditos de los escribanos de la Biblia) y nos van a dar las tantas, veamos lo que tan afamado método ha generado aquí. Porque aquí, aunque la ley obliga a estar afiliado a un partido para ser candidato, se vota a personas. Incluso para la elección de cuerpos legislativos (lo que serían vuestros diputados, concejales). El votante brasileño debe votar en la urna a uno de los candidatos, solo a uno. Luego se suman los votos de todos los candidatos del mismo partido, se define cuantos electos va a tener y se llevan la corona de laurel los más votados. Una especie de listas abiertas, vamos. Os suena la música?
 
   La primera conclusión a la que llega el más lerdo de los candidatos es que si su partido puede elegir, pongamos por caso, 4 diputados en la circunscripción (son en este caso los Estados Federados) y somos 45 candidatos (a veces muchos más que el número total de escaños) mis adversarios por el cargo no son en modo alguno los candidatos de otros partidos, sino los otros 44 candidatos de mi propio partido. Es ellos o yo, solo 4 de entre nosotros entrarán en el paraíso.
 
   Las campañas electorales no son tanto de los partidos como de los candidatos individuales. Hay algún acto central, donde habla el jefe supremo, el jefe local y un primo suyo, pero son los anuncios pagados en la tele, la radio y los periódicos los que van a decidir el pleito. Y, muy importante, los líderes comunitarios que aconsejan y dirigen el voto en el barrio, la parroquia, el gremio o el equipo de futbol.
 
  Lo de la tele no tiene mucha historia. En las inserciones de partido en la TV, cada candidato tiene 10 segundos para decir que defiende los intereses de su pueblo (o de su comunidad objetivo, sea los propietarios agrícolas, los gays, las mujeres maltratadas o su equipo de fútbol) y que él está a favor de más educación, más salud y más seguridad (tiene variantes, otros están a favor de más seguridad, más educación y más salud). Los anuncios en la prensa los paga la campaña de cada candidato con una regla simple: el que tiene más dinero disponible paga más anuncios.
 
   Lo de los líderes comunitarios tiene tralla. O los convenzo con argumentos o, simplemente, los contrato pagando más que su empleador actual. Con dinero y con promesas (cuando sea elegido te nombraré asesor y te garantizo empleo a los dos inútiles de tus hermanos y a tu cuñada).
 
 Son campañas carísimas. No me lo sé de memoria pero un senador (se eligen 3 por Estado) no sale por menos de 4 ó 5 millones de euros, un diputado (se eligen en función de la población, pueden ser 30 ó 40) por menos de 1 millón o un concejal por menos de 100 ó 200 mil en una ciudad grande.
 
O eres rico por tu casa o tienes que salir al «mercado» a pedir dinero. Te van a dar dinero tus amigos del colegio y los ricos a los que les explicas que tu defenderás su intereses mejor que otros competidores. Se discute ahora si las empresas pueden hacer esas «donaciones» o solo los particulares. Debate estúpido, pues en un país en el que los beneficios de la empresa que pasan a tu bolsillo no tributan en tu renta (curioso, no? o pensabais que los ricos de aquí son idiotas? Creo que el otro pais del mundo donde pasa éso es Estonia) no cuesta nada sacar dinero de tu empresa a tu cuenta y luego donarlo. Hay grandes empresas que por filantropia o por cálculo donan a varios candidatos de varios partidos, no hay que poner todos los huevos en la misma cesta.
 
   Incluso donan la misma cantidad (por los caminos legales y transparentes, lo otro lo llamáis caja B, aquí se llama caja 2)
 
   Dejemos llorando en un rincón a los 41 candidatos que no han sido elegidos. Allá ellos con sus cuitas, ya sabrán de donde sacar el dinero que pidieron prestado. Nuestros flamantes electos van a formar parte de los grupos parlamentarios de los más de 30 partidos con representación en el congreso. Nacen nuevos cada mes. O cambian de nombre. Uno de ellos acaba de registrar su nuevo nombre. No os riáis, es Podemos. Y presentará como candidato a Gobernador de Río de Janeiro a Romario, si, el futbolista.
 
    Así como en España raramente se rompe la disciplina de voto dentro del grupo, aquí simplemente no existe disciplina de voto. Los partidos ni se hacen responsables del voto de sus electos ni pagan coste conjunto por las barrabasadas que puedan cometer alguno o todos de ellos. Y si te molesta, pues me cambio de partido. Más de uno ha deambulado por 10 sin rasgarse ni mancharse. El que va a ser candidato a la Presidencia de Podemos era hasta hace cuatro días jefe parlamentario del partido de la derecha, luego se pasó con su escaño del Senado al partido verde y ahora, pues otra chaqueta y a correr.
 
   Por tanto, lo que van a hacer la mayoría de los diputados de los partidos al llegar a Brasilia, es preguntar quien manda allí y que fuerza tiene. Cuanto más flojo, mejor, así mi precio sube. Le vamos a pedir 2 ministerios, 3 empresas públicas y la delegación del Ministerio de obras en nuestro estado. Y ésa adhesión al poder ejecutivo no es ad eternum, cada votación en el congreso tendrá su precio. Porque se habla de gobierno del PT, pero el PT nunca llegó a tener más del 20% de los diputados y, por tanto, se las apañó con el mercadeo de votos con estos ciudadanos para aprobar sus leyes. Como hace ahora Temer o como hará su sustituto. Por éso resulta asombroso e inédito el nivel de corrupción en el legislativo brasileño, quod erant demostrandum.
 
   Mi conclusión: benditos partidos. Pero partidos de verdad, que presentan su programa, eligen su lista y se comprometen a disciplinar a sus electos. Y pagan un precio si defraudan a sus electores, no limpian su basura o casan a sus hijas en El Escorial con la factura pagada por el Bigotes.
 
   Porque deben regenerarse, limpiarse, pero siempre será mejor la situación que cuando se vota a las personas sin más. Los hongos sólo nacen en la podredumbre. Si no quieres tener hongos tienes que limpiar la mierda. Está claro que si tienes dinero y/o televisiones, no te interesa. Que se lo pregunten a Trump o a Berlusconi. El que avisa no es traidor.

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