Marruecos: ‘Casablanca: del glamur al olvido’


Por Marta Notivol

   Llegué a esta ciudad en el pasado mes de septiembre. Cuando comuniqué a mis amigos y familiares mi propósito de venir a Casablanca a vivir, a todos les resultaba una idea exótica e interesante.

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Marta Notivol
Corresponsal del Pollo Urbano en Casablanca (Marruecos)

   En seguida  vienen a la mente  las imágenes de la película. Sin embargo para los marroquíes, tanto los que viven aquí como los que ya partieron, es diferente. Muestran una pequeña mueca de desagrado y te dicen que hay mejores sitios en Marruecos, que es una ciudad grande, con mucho tráfico y fea. No les falta razón, pero intuyo un cierto sentimiento de celos, pues es la capital económica del país y ha arrebatado esta gloria a otras ciudades que tuvieron este título en décadas anteriores.

   Lo que sí es cierto es que hay muchos y muy bellos lugares en Marruecos, y espero poder presentáoslos poco a poco “shuia, shuia” como dicen en darija, el dialecto de Marruecos.

  Sin embargo yo, desde el primer momento, me he sentido en casa (quizá porque es el diminutivo de Casablanca y precede el nombre de multitud de organismos, organizaciones, comercios…..).

    Contradictoria como todas las grandes ciudades. Por un lado dura, contaminada, embotellada de tráfico, caótica, ruidosa; y por otro viva, alegre, soleada, bañada por el mar y orgullosa de su evolución.

   En 1830 apenas tenía 700 habitantes, que seguramente vivirían en la actual medina antigua. Pasó a 25 mil  en 1.900 y 13 años después 160.000. Podemos imaginar los cambios que ha  sufrido para tener en nuestros días más de 7 millones con los barrios adyacentes. Quizá no es tan caótica para la rapidez con la que esta población ha tenido que organizarse. A veces pienso que esta es la razón del recelo entre sus compatriotas. Es en esta ciudad donde han venido a instalarse las grandes fortunas del país, fundamentalmente de Fez y Marrakech, y la ciudad que las catapultaba hacia el extranjero. Su aeropuerto es internacional y la conecta con el mundo.

    Los años del art-déco y de su carácter de laboratorio de los grandes arquitectos del mundo de Europa han dejado un patrimonio variado y rico, aunque algo deteriorado. Aquellos años en los que artistas y literatos se instalaban, no solo aquí sino en varios puntos de Marruecos han quedado atrás, pero han dejado huella. Forma parte de la memoria y del orgullo de sus habitantes. Este legado se mantiene en cierto modo por grupos culturales inquietos y de gran fuerza, que cuestionan muchos aspectos de esta sociedad con la finalidad de mejorarla y abrirla. Deben convivir sin embargo con una mayoría más conformista y tradicional, que vuelve a la tradición como reafirmación de su cultura.

    Quizá algo único en esta ciudad respecto a otras marroquíes es la existencia de una clase media. En otras ciudades solo dos clases sociales son claras, la clase baja y la rica. Esta clase media vive, estudia, y se desarrolla culturalmente en la medida de lo posible, de forma que podemos encontrar cine, exposiciones, salones, actuaciones musicales actuales para disfrutar.  Es una clase media abierta, en cierto modo europea y que domina el francés como lengua vehicular y el inglés.

     Es interesante descubrir el papel que jugó Francia en esta parte  país durante los años veinte a cincuenta, en los que Marruecos proclama su independencia. Sé que cada país debe recorrer su camino, sin embargo no puedo por menos que sentir cierta nostalgia de la involución cultural que ha sufrido  en estos últimos años.

   Casablanca, DAR EL BAIDA es, en la actualidad, una ciudad marroquí. Esta evidencia es para decir que en cualquier momento puedes sentirte inmerso en su mundo.  Sus barrios, sus medinas, sus pequeños ultramarinos con todo tipo de cosas en un espacio minúsculo, carros de ventas ambulantes, artesanos. Todo ello te recuerda dónde estás.

    Pero también, encontramos como fuerte contraste a lo anterior, el gran lujo. Grandes avenidas y centros comerciales como Moroco Mall, dónde encontraremos las marcas más caras del comercio mundial, que imagino satisfacen las fortunas que se han instalado aquí. Sin olvidar el glamuroso Riks, restaurante que reproduce el café de la película de Casablanca, también para bolsillos fuertes, pero con un encanto muy especial.

    Casablanca no tiene ninguna guía turística propia. Siempre está incluida en las grandes guías de Marruecos. Encuentra de Fes y Marrakech, lugares tradicionalmente más auténticas y visitadas por su atractivo.  Pues bien,  creo que es injusto. Casablanca puede ofrecer una vista agradable y particularmente curiosa por su historia fundamentalmente. Su medina, no es especialmente bonita, pero está cargada de leyendas, de historia, convivencia de culturas, y con un buen guía, llena de descubrimientos.

La medina nueva, Habbous, tiene una belleza y un encanto especial. Podemos perdernos por el mercado de las especias o de las brujas y contemplar el palacio del justicia exteriormente.

   La Gran Mezquita de Hassan II, recientemente construida, nos deja completamente sin aire dadas las dimensiones de su construcción y su bellísimo emplazamiento adentrándose en el mar. Dada la necesidad de mantenimiento es la única que puede ser visitada y desde luego merece la pena. Es sin duda la representación más importante de la ciudad y la manifestación de la opulencia cuando interesa realmente invertir dinero en algo importante para ellos.

    Si seguimos en la ciudad, el barrio de La avenida de Hohamed V con sus edificios blancos modernistas y su tranvía atravesándola supone un espectáculo diferente y poco usual en las ciudades marroquíes.

 

      Otra zona maravillosa de la ciudad es “La Corniche” y  la playa de Ain Diab, 6 kilometros desde el cruce de las salas de cine Megarama hasta el centro comercial Moroco Mall, nos dejan bares y restaurantes para tomar tés, zumos naturales y comer, clubs de baños y zonas deportivas y simples playas de largas y amplias dimensiones, todo ello frente a un mar siempre en movimiento, olas y corrientes. Sus colores varían según la época del año y la luz, puede ir de un azul mar al gris o verde, pero siempre fuerte y agresivo.

    Pero, el fuerte de Casablanca quizá no es la visita de monumentos. Los mercados de la calle son numerosos,  enormes, variados y mágicos. Existen muchos y de distintos tipos de productos: telas, informática, alimentación, especias.

    Para mi existe un encanto especial en las múltiples formas de comer. Puedes comprar tu pescado fresco en el Mercado Central y elegir tu restaurante para cocinarlo. Puedes hacer lo mismo en el Habbous con la carne, eliges el asador que desees. Todos se entienden para ofrecer servicio y asegurar reparto equitativo de beneficios. En cierto modo es un comercio solidario.  

   Todo ello supone para mí un buen cóctel que merece la pena ver y vivir en él.

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