Por Andrés Sierra
No sé si fue un sueño o estaba en duerme vela, pero lo curioso e interesante es que no se me iba de la cabeza la tonadilla: do mi do do la si. Con lo cual, no me quedaba otra que ponerme delante del piano y empezar a tocar las teclas.
Después de tantos años sin posar mis dedos en las teclas me sentía un tanto extraño.
Confieso que también muy contento porque gracias a ese sueño o lo que fuera, volví a tocar el piano. Sólo me quedaba hacer la armadura y ponerla en el pentagrama. Determiné que el compás debía de ser un tres por cuatro y en andante, en fin, algo tranquilo de ejecutar, sin tener que mover rápidamente los dedos, un poco (o bastante) anquilosados.
Empiezo con la diestra a ejecutar la melodía, pero la siniestra algo tendrá que hacer, no sé, por ejemplo dar una nota o dos e incluso tal vez un acorde para no dejar la mano derecha sola en su trabajo y que la zurda haga también algo.
Me doy cuenta que estoy usando las dos manos a la vez cual si fuera ambidiestro. Al lado por casualidad hay un sudoku por hacer y si pongo un número lo hago con la derecha, no se me ocurriría coger el boli y poner el número con la izquierda, más que nada porque la grafía me saldría fatal.
Ya que me he fijado en el sudoku, veo que puedo poner un cinco, al mismo tiempo que también observo de poner un siete para seguir cumplimentando el juego, así descanso un rato los dedos al tocar la pieza de música que me está saliendo, primero un do mi do do la si pero habrá más notas, no será una sinfonía pero sí un bonita composición musical.
Un buen rato más tocando las teclas, blancas y negras. Surge de pronto un allegretto moderato. Eso debe de ser que los dedos se están calentando y pueden ir más rápidos.
A todo esto al tocar las negras (da un aire jazzsístico), casualmente hay un tablero de ajedrez con las piezas colocadas adecuadamente, y caigo en la cuenta de que aquí puedo perfectamente mover las fichas con la mano izquierda, sin ningún problema, aunque yo sea diestro.
Me emociono y casi sin darme cuenta, no sin antes poner un tres en el sudoku, abro la partida con un peón que va a 4H. Las negras abren con un caballo puesto en la casilla 6C, para pretender no sé qué.
Mientras pienso en el próximo movimiento, instintivamente apoyo los dedos en las teclas y suena la melodía del do mi do do la si dando al mismo tiempo un par de acordes, otra vez aire de jazz.
De reojo pongo un dos en un hueco del sudoku sabiendo que está bien puesto y me centro en el ajedrez moviendo el alfil en 3H, las negras mueven, peón 6D.
Coloco un cinco y seguidamente un nueve, aunque este nueve me promueve cierta duda de si está bien puesto, ya lo sabré al final del juego.
Comienzo a hacer mordientes en la pieza musical, cada vez se parece más a un jazz, sobre todo porque uso mucho las negras (semitonos), aunque en algún movimiento puede decantarse en una estructura minimalista, eso el futura lo dirá, como el sudoku…lo acabaré bien o mal.
El caballo negro avanza a 5A, el blanco también avanza; arriesgándose en 5F, con lo cual pueden muy seguramente empezar a desaparecer figuras.
Unos cuantos números más y el sudoku está a punto de terminar. El único hueco que queda libre pongo un tres y es el perfecto. Este juego lo he acabado bien.
Afortunadamente en mi memoria aparece el recuerdo de un poema escrito por Joseba Sarrionandia titulado Gure oroitzapenak: (“nuestros recuerdos// como los maderos sueltos de las galeras//no buscan ningún puerto//indestructibles//y sin destino”).
Si acabo la pieza musical, sí que habrá un destino, amén de si gusta o no.
Juegan las negras, el alfil mata el caballo blanco en 5G. Alfil blanco mata alfil negro. Peón negro se come el alfil, peón come caballo negro y peón negro come peón blanco.
Algo curioso en esta partida, tres peones negros en fila. La dama blanca se pone en 4A frente al caballo negro y este retrocede a 7 C, torre 3H.
Al final no sé si ganarán las blancas, lo tienen difícil… de cualquier forma el jugador de las negras ni se ha presentado, ni sé dónde estará.
Pienso que si cambiara ahora la armadura de la composición musical, la partida de ajedrez podría ser distinta. Lo que está claro que para el sudoku no.
Una vez acabada la pieza musical tocará ponerle un título y estaría muy bien acompañar a la música con un texto en las notas y que además diga algo significativo, importante, sin tonterías ni estupideces que de eso ya hay demasiadas.