Crisálida / Eugenio Mateo

Por Eugenio Mateo Otto
http://eugeniomateo.blogspot.com/

    Estoy por pasarme a crisálida y esperar la metamorfosis que me haga volar por encima de los acontecimientos.

     Abruma el tener que reptar entre tanto escollo, si este eufemismo no escondiera el verdadero significado del lío, y armarse de resignación, que ya no de paciencia, ante el cinismo del día a día, revestido de transitoriedad hacia lo imprevisto. En ese día inmediato ocurren tantas cosas que lo hacen relativo y todo depende de cómo dependa. La sacudida del látigo de Trump no afecta igual dependiendo de la ideología. Parece ser que se es más patriota si se aplaude al gran jefe de allí que si se hace al jefecillo de aquí.  Parece que algo no cuadra siendo el patriotismo amor a la patria de todos y resulta que la patria que algunos buscan puede tener las banderas que convengan. También parece que los daños colaterales y directos como consecuencia de los aranceles con que se nos chantajea no son medibles en aras de un nuevo orden, que nos haga a todos más dispuestos al paro y a las consignas. Acojona ese racial instinto del patriotismo por su prepotencia. No es que se crean diferentes, es que lo son, según creen. Lo malo empieza cuando ves a estos que se han puesto al frente de la patria para defenderla hasta los luceros, pasarse a las filas de los que nos quieren hacer comulgar con ruedas de molino. Eso, antaño, se llamaba traición. Como lo es también pisotear los ideales por la imperecedera cuestión de la bragueta, no ya por su capacidad testicular (que también) sino por su facilidad de crecimiento. No valen de nada las palabras ni promesas de un mundo mejor ante la visión de una becaria de buen ver al alcance de la mano. Para algunos, la caída de ciertos ídolos con pies de barro habrá supuesto un mordisco en el corazón de los que creyeron en nuevas izquierdas. Rige la vida con el cordón umbilical de nuestros instintos, cosa diferente a los principios, porque, ante todo, aquellos necesitan satisfacerse y éstos pueden sufrir cambios en sus planteamientos. Ante el dilema metafísico, qué se puede esperar de nuestra insana condición.  Una condición que nos obliga a buscar cobijo bajo un techo y a tener una puerta tras la que encerrarse. La condición de humanos condenados a buscar piso reduce las necesidades en función de las cuentas y una legión de futuros ocupas involuntarios saben que esas cuentas no les salen. ¿Qué se debe de hacer para acoger a los que llegarán? Necesitaran alojamiento una vez ocupados todos los refugios temporales. ¿Cómo podrán pagarse incluso sólo una cama?  Ni aquel ínclito Rapel tendría predicción. Sube el precio del suelo como si fuera a racionarse; la única diferencia con la burbuja es que, entonces, los bancos pareciera que regalaran el dinero y ya vimos las consecuencias, no para los bancos, vaya. Como a malos tiempos buena cara, nos gastamos la pasta como si no hubiera un mañana, y como se habla del casi milagro económico español pues impera la sensación de que todos somos ricos y llenamos los bares y restaurantes como ni ellos mismos imaginaban. A veces, pienso en la conversión del agua en vino que hizo Jesús e imagino a los hosteleros vendiendo agua con color de vino, o rellenando las botellas con los restos de las rondas pagadas. Igual ni nos dábamos cuenta. Cosas peores se han visto. Claro que, a lo mejor, se acude inconscientemente al dicho: con el vino se quitan las penas. El desplazamiento de las masas hacia el despiporre solo se entendería desde un cambio de paradigma del ahorro.  Decimos, para qué voy a ahorrar, o más importante, cómo voy a poder ahorrar.  Paralelamente, los precios suben y suben hasta lo insoportable mientras la construcción sigue apilando alturas con el cartel de vendido y los bares recogen la marea de los desengañados de los lobbies que especulan y ponen precio al mercado. Bien mirado, resulta surrealista. Como tantas cosas. Merece la pena poder soñar con la crisálida, incluso aspirar a ser mariposa, sin connotaciones negativas tan en boga. Decía Kant que la razón sin la experiencia es sólo una ilusión teórica. ¿Qué nos está permitido esperar? Como no existe arrepentimiento por tantos errores, nos queda la precariedad de los objetivos cotidianos.  De todas formas, convendría rebajar los humos, porque el veneno de la crispación fluye suelto. Patriotas, antipatriotas, rebajados de cupo, oportunistas, mediocres o tontos de baba, copan la actualidad. Todos los elementos necesarios para una zarzuela sin final feliz. Si está probado que el humor regenera el espíritu, reírnos de nosotros mismos sería un buen sistema para reírnos a su vez del mundo y sus vanidades. Por si acaso, voy a renunciar a la crisálida y me buscaré una silla en buena fila. Por nada del mundo me querría perder todo lo que está por venir, aún a sabiendas de que con toda seguridad no me va a gustar. Ser masoca es otra opción. Eso, siempre, con permiso de meteoritos u otros imponderables.

Publicado en el Periódico de Aragón

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