Por Jorge Álvarez
Gabriel García Márquez, aventuró en “Cien años de soledad” lo siguiente:
“Era como si Dios hubiera resuelto poner a prueba toda capacidad de asombro,…
…y mantuviera a los habitantes de Macondo en un permanente vaivén entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelación, hasta el extremo de que ya nadie podía saber a ciencia cierta los límites de la realidad”.
Es una maravilla este texto, como toda la obra del Gabo, que tras leerlo una, otra, otra y otra vez no sé si se inspiró en la Argentina para dar forma a su Macondo.
Y esta duda se agiganta con el paso de los días al ver los sucesos que ocurren en este país del Río de la Plata.
Uno puede, al verlos, elaborar una teoría vaga por cierto buscando una explicación racional que no la hay ni habrá como tampoco la hay para el diluvio de cuatro años, once meses y dos días que afectó a Macondo.
Lo cierto es que el ciudadano común como yo o como usted está harto de vivir en el Macondo que nos tocó en suerte porque las esperanzas de un mañana “normal” son sepultadas por la estupidez, la intolerancia, la arrogancia e ineptitud de quienes pretenden tener razón por la fuerza. Y la imponen.
Y uno se cansa, termina el día abatido pero sabe que al despertar debe sentirse bien, radiante y con energía para evitar que la realidad lo atropelle en este país inclasificable
