Sed de venganza / María Dubón


Por María Dubón
https://mariadubon.wordpress.com/

Venganza: Satisfacción que se toma del agravio o daño recibidos. RAE.

    Disfrutamos con la venganza. En España las ejecuciones públicas de los condenados a muerte fueron un espectáculo de enorme éxito hasta 1897. En Estados Unidos, en los estados donde se encuentra en vigor la pena de muerte, la ley requiere que personas sin conexión con el caso presencien todas las ejecuciones, son testigos que representan a la ciudadanía.

    Hogueras, horcas, guillotinas, garrote vil, fusilamientos, inyección letal… Nos gusta ver cómo son castigados los «malos», el cerebro libera dopamina cuando se ejerce la revancha, y de ahí nace el sentido de hacer justicia, el ojo por ojo. Seguramente antes de ser homos, ya se exigía devolver el golpe para ganarse el respeto del grupo y no convertirse en víctima. Ese instinto todavía perdura. Y todavía se explota en determinados ámbitos: políticos, televisivos… Incluso en el juego o en el deporte existe y se justifica la revancha.

    Necesitamos que alguien pague por nuestro dolor, que sufra. Si no existe otro a quien culpar por nuestro sufrimiento, no hay problema, lo inventamos. La venganza es innata en los humanos y la ejercemos desde la niñez. Luego, ya de adultos, la disfrazamos de justicia. Como las personas tenemos conciencia de grupo y conciencia como individuos, se inventó un sistema de venganza que se lleva a cabo en los tribunales. Delegamos en la Justicia, esa mujer con los ojos tapados, con una balanza en la mano y neutral, para que castigue en nuestro nombre. No se consigue la objetividad absoluta, pero sí un remedo de ella, por tanto, la sentencia es justa. Es una forma de hacer que la venganza sea respetada y respetable.

    La venganza nos reconforta. Es el triunfo del bien sobre el mal. Por eso vemos normal e incluso apoyamos que las víctimas exijan venganza, cadena perpetua, pena de muerte, etc. La venganza es dulce, una catarsis. El dolor puede transmutarse rápidamente en placer si se presenta con la oportunidad de vengarse.

    «Antes de empezar un viaje de venganza, cava dos tumbas», sentenció Confucio. Estos días asistimos a un episodio duro y desgarrador. Cataluña está dividida y dolida por la sentencia del procés, esa rabia ha estallado de forma violenta y se resume en una frase: «No es justicia, es venganza», claman desde las filas independentistas. Mientras, la ultraderecha entona el Cara al sol. Las posturas no se mueven. El bloque constitucionalista pide que se declare el Estado de excepción, aplicar la ley de seguridad interior y, si es posible, ilegalizar a los partidos que no juren lealtad a la Corona. Se pretende la derrota total, que no vuelvan a levantarse. Cualquier otra opción es ceder al chantaje soberanista y dar alas al independentismo. El otro bando ha tomado la calle para mostrar su descontento, niega la legitimidad del Tribunal Supremo, paraliza Cataluña y afianza el credo independentista. Unos atacan, otros se defienden, golpe por golpe ad nauseam.

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