Rehenes de la estupidez / Gonzalo del Campo


Por Gonzalo del Campo Antolín

     La madeja está cada día más enredada. Parece, además, que los hilos  se entrecruzan entre sí de tal manera y en tal número, que cualquiera del que tiremos nos llevará a ninguna parte y será una labor inútil para desentrañar el conjunto de esperpentos que se desarrollan ante nuestros ojos.

   Vemos a Casado haciendo, como en los tiempos triunfales del franquismo, una loa a lo grande que era España cuando “no colonizó América”, sino que la incorporó al resto del hogar hispano, sin siquiera el acto imperioso de tirar un tabique. Nada traumático, todo amistoso. Nunca hizo falta violentar voluntades, todo fluyó con la amabilidad característica de los reconquistadores de tierras arrebatadas a los sarracenos, sin derramar sangre. Cortés y Pizarro fueron, según este razonamiento, tan hermanitas de la Caridad como Billy el Niño, al que nunca, por cierto, ha mentado Casado, dando por buena, supongo, la medalla que le da la oportunidad de cobrar un sustancioso sobresueldo. Los conquistadores españoles en vez de armaduras y arcabuces vestían monos y blandían inocentes instrumentos para alisar y alicatar suelos y paredes.  De paso Casado se reconoce en su padre putativo, José María Aznar, quien va de apocalíptico, repartiendo carnets de constitucionalidad a partidos tan extraños a la Constitución como VOX. Él mismo, el propio Aznar, no tragó durante años esa Constitución que ahora reivindica como si el entero respeto a lo escrito en ella, fuera una prueba de limpieza de sangre democrática (o al menos liberal, como él lo entiende). Otro hijuelo de Aznar, Rivera, arremete una y otra vez contra aquellos a los que llama golpistas, hasta que consigue que le devuelvan el piropo, llamándole fascista. Lo cierto es que unos y otros, PP, Ciudadanos y VOX parecen haber hecho un pacto para no estorbarse entre sí. Rivera sigue viendo en Podemos el radicalismo extremo antisistema, mientras a VOX le invita a Alsasua y no lo califica de ninguna forma. La verdad es que siempre han estado abiertos a cualquier posibilidad de rascar votos, como las y los profesionales de la prostitución buscan clientes. Lo importante es que cubique y hacer caja. Por eso son los número uno de la ambigüedad y del no mojarse. Si llegan algún día a rascar el poder ya se quitarán la máscara y sabremos de qué van en realidad. De momento no condenan el franquismo, hacen de las banderas un frente sin cuartel y acusan al PSOE de apoyar golpes de Estado. Después de todo esto me cuesta pensar que la crítica que hacen al poder de los grandes partidos por manejar el poder judicial sea sincera. ¿Será una nueva pose para rebañar votos?

¿Y el PSOE mientras tanto?

   Acabado el cupo de dimisiones, algo que el PP no atisbó nunca a hacer ni siquiera de lejos en numerosos casos, parecen dar respuesta improvisada a casi todo, aunque en esencia siguen tocando la misma melodía que la de otros tiempos. Están de acuerdo con el PP en repartirse los puestos de las altas magistraturas judiciales, no ven, ni por asomo, el momento de reivindicar su republicanismo, de que tanto presumen y consideran que la foto de  Juan Carlos, el emérito, sonriente, saludando al presunto asesino Bin Salman, es un asunto meramente privado. Lanzan envites que no saben muy bien cómo van a resolver. Eso es lo que pasa por ejemplo, con sacar a Franco del Valle de los Caídos. Como resulta complicado lidiar con su familia y con la Iglesia, esperan a que estas se pronuncien, para dar el paso siguiente y así tienen motivos para no precisar nunca una fecha. Alguien propuso (desde el humor cada vez más en peligro) habilitar una cuneta incógnita como justo fin a un cadáver tan polémico. Los franquistas que aún quedan pensarán (no sé si con Casado a la cabeza) que, como el Cid,  Franco aún puede ganar su última batalla póstuma, quedándose en algún sitio de peregrinaje, bendecido por la Iglesia. No hace falta recordar que en Alemania esgrimir símbolos nazis puede ser penado con la cárcel, aquí  los que esgrimen símbolos franquistas son escoltados por la policía, para que ni siquiera les tosan. En todo caso, como les pasó a las FEMEN, que tuvieron los ovarios de intentar aguarles la fiesta a los fachas, fueron ellas las que acabaron detenidas. Mientras Sánchez se va de viaje para mejorar su inglés, se sigue aplicando la ley mordaza al castellano y se lleva a juicio a humoristas críticos con la puñetera guerra de banderas, como es el caso de Dani Mateo, o a los que pronuncian la frase de bar tan cotidiana de “Mecaguen Dios” o “Me cago en la Virgen del Pilar”, como le ocurre a Willy Toledo.

    Para rematar, el Parlamento, esa casa, en la que dicen nos miramos todos, porque nos representa, se convierte en un reñidero de compadres mal avenidos, que se insultan ( y al parecer de Borrel, que no de la moviola) hasta se escupen, sin consideración alguna. Y aún confía el PSOE en agotar legislaturas, en sacar adelante presupuestos, en nadar en las aguas procelosas del bullyng político que protagonizan cada vez más compañeros de pupitre, en esa jaula de grillos que ocupan los escaños. Pablo Iglesias hace de costurero, esgrimiendo en el aire una aguja sin hilo, por lo que es imposible dar puntada, ni a derechas ni a izquierdas.

    El cuadro que compone, semejante opereta, es tan digno de Pollock como del Goya que pintó el Coloso o las crudas escenas de las casas de locos.

   Quizá lo que más cabe decir es aquellas palabras que recoge Aleix Salo al final de su corto de animación titulado “Simiocracia”, como el principio de Hanlon:”Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez”.

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