Por José Luís Bermejo Latre
Profesor de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza
Cuando Carl Schmitt sistematizó en los años 20 del siglo XX el concepto de “garantía institucional” produjo un mensaje claro: todo Estado se ha de componer de ciertas instituciones, esas instituciones tienen que ser como son, y las leyes no pueden alterar arbitraria y coyunturalmente el sentido de las mismas.
Las instituciones (en su día, determinadas instituciones enunciadas en la Constitución tales como la universidad o los municipios) tienen una especie de derecho fundamental a existir y, además, en el modo en que la sociedad las reconoce. Toda institución garantizada a nivel constitucional debe ser preservada como tal: si las leyes que las regulan nos arrojan una imagen de las mismas que nos dificulte su identificación, se estaría incumpliendo la garantía institucional. Hoy por hoy podemos afirmar que hay un cierto número de instituciones cuya garantía se ha incumplido, con el consiguiente riesgo de desaparición.
¿Por qué se jodieron las cajas de ahorros? Porque, poco a poco, dejaron de ser establecimientos benéficos de promoción del crédito y el ahorro y se fueron convirtiendo paulatinamente en bancos. ¿Qué han terminado siendo las cajas de ahorros? Bancos.
¿Por qué se joderán los municipios? Porque de entes cívicos de base y centros administrativos de proximidad aspiran a ser pequeñas réplicas del Estado, escenarios de confrontación partidista (cualquier espacio sirve a bien a este propósito) y centros prestadores de servicios más propios del “Estado del Confort” que del “Estado del Bienestar”. ¿Qué terminarán siendo los municipios (los que sobrevivan)? Parques temáticos. Con sus tranvías y expos, con sus teleféricos y líneas de transporte fluvial, sus barrios tecnológicos y enormes museos de arte contemporáneo, su wifi gratis… mientras el 23% de sus pasos de cebra no son accesibles para discapacitados (no hace falta citar el municipio), o los menesterosos se agolpan en la puerta del albergue municipal o reciben los servicios sociales de urgencia en el “breve” plazo de un mes.
¿Por qué está jodida la Universidad? Porque, poco a poco, va dejando de ser un centro de educación superior y creación de conocimiento, y se ha ido convirtiendo paulatinamente en un espacio de cultivo del poder político. ¿Qué terminarán siendo las universidades? Feudos políticos. Quien contemple su organización mastodóntica e inercial, sufra su burocracia farragosa e incomprensible basada en la desconfianza, analice su plantilla de personal sobredimensionada e ineficiente, se maraville con las obras faraónicas de dudosa conclusión que contrastan frente a las ruinas, padezca sus problemas de climatización y, además, pruebe la comida que se sirve en los comedores universitarios, podrá pensar que ha viajado en el tiempo a la URSS.
La obligación de preservar las instituciones frente a su regulación legal no se limita a la prohibición de desaparición, sino también de desnaturalización. Y esa obligación corresponde a los legisladores, lo que significa a los políticos, allí donde estén. En las cajas de ahorros son sus directivos, en los municipios sus concejales, en las universidades sus rectores y vicerrectores. Pero un tanto de responsabilidad nos toca a los ciudadanos menudos, y no es poca: los impositores en las cajas de ahorros, los vecinos en los municipios, los profesores, gestores y estudiantes de a pie en las universidades… Las instituciones públicas, privadas e incluso sociales deben ser lo que son. Si nos empeñamos a fondo, terminarán siendo lo que hagamos de ellas. Si jugamos a desnaturalizarlas, el resultado puede ser de lo más aberrante, o incluso no ser. Y la culpa será toda nuestra, no de otros.