Por Manuel Medrano
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No es nuevo, ni mucho menos, el fenómeno del incremento de la actividad y producción cultural y, específicamente, artística, en épocas de crisis.
Son conocidas las acuarelas que pintó en sus años de penuria económica Adolf Hitler. También que, en el estado de Israel, durante algunos periodos de tensión bélica la oferta cultural que se puso a disposición de sus ciudadanos se incrementó exponencialmente. ¿Es la creatividad, la contemplación o la inmersión en la misma, un bálsamo para el espíritu torturado? Sin duda.
En República Dominicana conocí un exilado de Haití, por motivos políticos, que junto a la artesanía que vendía para subsistir tenía libros escritos por él sobre la situación en su país. Según apreciaba el nivel cultural de los visitantes de su negocio, y al margen de que le comprasen o no y de su nacionalidad, entablaba interesantes conversaciones acerca de aspectos políticos y culturales. Y no subsistía de ello, ya que no vendía sus libros. Quería contrastar, contar, enriquecerse.
Es cierto que, sin dinero, no hay juego: “Game over”. Pues a resistir, a “crear en tiempos revueltos”. Veo, y me alegra, que colectivos artísticos hasta ahora escasamente relacionados empiezan a colaborar, a confluir y a concurrir mutuamente a sus actividades y eventos. Que actores teatrales, escritores o directores cinematográficos comienzan a frecuentar los ambientes del arte plástico. Que se combina a nivel autóctono, cada vez más, música y artes plásticas y de la imagen. Que los mensajes ganan potencia.
Pero en esto, como en todo, hay que marcar diferencias, no para excluir, sino para clarificar situaciones y evitar embrollos. Un creador, plástico, literario o audiovisual, no es lo mismo que un gestor cultural, ni lo mismo que un crítico o un investigador. Todos son contingentes, pero el creador es necesario y tiene sus propias necesidades e intereses, especialmente los profesionales que, se quiera o no, son los que tiran del carro.
O sea que, en mi opinión (que no es humilde, ¡para qué os voy a engañar!) lo que hay que incubar, fomentar y promocionar es la creación, la generación de arte y diseño, el artista, y los eventos, pues es en ellos donde se aprecia mejor el panorama general y donde se impulsa verdaderamente el aspecto económico de la cultura. ¿Becas? Bueno. ¿Premios? Bien. ¿Proyectos individuales? Vale. Pero, especialmente, eventos artísticos. Con exigencia de calidad, con buena preparación, con adecuada presentación y con la mejor publicidad posible, que hay medios económicos pero muy efectivos si se conocen y saben utilizar.
Eso pienso yo. Eso piensan otros. Los habrá que piensen distinto. Pero algunos no piensan nada: encefalograma plano.